Sequías y también lluvias extremas; menor cantidad de nieve en Los Andes con la consecuente falta de agua; retracción de glaciares y suba de la temperatura promedio en todo el país. Así, con variaciones según la ciudad y la región, serán los impactos que la crisis climática generará en la Argentina.
Los datos fueron dados a conocer ayer por un grupo de científicos argentinos que mostraron las principales conclusiones de la primera parte del reporte AR6, que elabora el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés). El reporte, que tiene más de 3000 páginas, analiza los cambios que tendrán las regiones del planeta en escenarios con distintos niveles de aumento de la temperatura global promedio, de acuerdo a las medidas para detener la emisión de gases de efecto invernadero que asuma la clase política.
Es decir que, a mayor ambición en cambiar los modelos de consumo y producción, menor será la suba global de la temperatura. La mala noticia: ya no se podrá esquivar la suba de temperatura promedio de 1,5ºC que, según los expertos, se alcanzará entre 2021 y 2040.
Los efectos e impactos de esta anomalía térmica ya pueden observarse en la Argentina. “La retracción de glaciares en la zona de Cuyo o la acumulación de lluvias en pocos días de verano es ya observable”, dijo Juan Rivera, investigador del Conicet y autor del IPCC.
Lucas Ruiz, científico del Ianigla que también participó de la redacción del informe internacional: “Para algunos de estos cambios no hay una vuelta atrás o no son reversibles a escala de cientos o miles de años. Son procesos lentos y se dan en los océanos o en las regiones frías de nuestro planeta. En particular, el retroceso de glaciares y la pérdida de los cascos polares continuará aunque dejemos de emitir gases de efecto invernadero. La disponibilidad de agua va a ser un tema en el futuro en la zona de Cuyo. En la Antártida el derretimiento va a continuar por miles de años”.
La presentación del reporte internacional por parte de los científicos argentinos fue organizada por los ministerios argentinos de Ciencia y Técnica y de Ambiente de la Nación. Participaron Carolina Vera, investigadora argentina y vicepresidenta del Grupo de Trabajo I, que realizó el reporte; Anna Sörensson investigadora y autora del IPCC y Rodrigo Rodríguez Tornquist, secretario de Cambio Climático.
“Estamos dando discusiones que son intensas, que son tensas, porque se trata de promover un cambio de nuestra cultura civilizatoria muy profunda. Todo lo que hacemos va a ser alcanzado por este cambio que tenemos que llevar adelante. No se trata de pintar de color la economía. Y este informe lo muestra claramente”, dijo el funcionario de la cartera ambiental.
Aunque esta primera parte del reporte AR6 abarca los fenómenos físicos y no ahonda en las actividades productivas que deben cambiar para frenar el calentamiento, los escenarios posibles a futuro se desarrollaron calculando las emisiones que generan las distintas actividades. En la Argentina las actividades extractivas como la minería, la extracción petróleo y gas y los sistemas agrícola-ganaderos son los mayores generadores de CO2 y metano, dos de los gases que provocan el efecto invernadero.
“Un mensaje importante de este reporte es que, además de recortar drásticamente las emisiones de dióxido de carbono hay que poner el ojo en el metano. Si bien este gas existe en la naturaleza, el origen antropogénico se da en la actividad ganadera, en las aguas residuales, en los residuos en general, el cultivo de arroz, industria del petróleo y el gas y la minería de carbón”, explicó Vera.
Y, si bien la científica indicó que el informe asegura que la suba de 1,5ºC no podrá evitarse, es muy importante actuar rápidamente para tratar de frenarla: “Como para darse una idea de cómo afecta en las precipitaciones, la lluvia diaria se acrecienta un 7% por cada grado adicional”, indicó.
Las dos zonas de la Argentina con escenarios de mayores precipitaciones son la Patagonia y la zona central. “En el sudoeste (la Cordillera) se verán condiciones cálidas secas y ventosas que favorecen los incendios. Y el aumento de precipitaciones se verá en la zona central en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y en la Mesopotamia. En el sur del país habrá tanto sequías como incremento en las precipitaciones extremas”, describió Sörenssen.
El reporte que se dio a conocer el lunes muestra que el calentamiento avanza a un ritmo sin precedentes en un período de 2000 años. “La última década registró un aumento de 1,1ºC desde la era preindustrial. Y, si hablamos de los niveles de concentración de CO2, en 2019 se registró el nivel más alto en los últimos 2 millones de años”, apuntó Rivera.
La nueva publicación del IPCC, de la que participaron 243 científicos de distintas partes del mundo durante casi cuatro años, recopila todos los últimos estudios, observaciones y datos para entender mejor lo que le ha pasado al clima de la Tierra y cómo podría cambiar en el futuro.
El mensaje no es esencialmente nuevo pero muestra cada vez más urgencia. Desde hace más de 30 años los científicos advierten sobre los cambios en la atmósfera y las políticas internacionales no han sido suficientes para frenar la suba global de las temperaturas. Incluso, muchas industrias, como la petrolera, ya desde 1972 conocían los efectos que los combustibles fósiles causan en la Tierra.
La publicación, que incluye un mapa interactivo para observar por regiones los cambios, según los escenarios proyectados y las acciones que se tomen, dividió el globo en 45 zonas.
En América del Sur y Central es “muy probable” que las temperaturas medias hayan aumentado y que sigan subiendo a un ritmo mayor que la media mundial. Cuando se ven los mapas en colores, el rojo intenso aparece en las cordilleras y en la zona Norte de la Argentina, Perú, Bolivia y parte de Brasil.
“En las ciudades grandes o megaciudades como Buenos Aires es muy probable que se incrementen las olas de calor así como su frecuencia dado el efecto de “isla de calor” que se genera”, complementó Vera.
Se prevé que la precipitación media cambie en la región, con aumento muy probable de lluvias en el noroeste y sureste de Sudamérica y disminución probable en el noreste y suroeste del continente. Los ciclones tropicales (con mayores precipitaciones), las tormentas severas y las tormentas de polvo serán más extremos en el Caribe, en el norte y sur de Centroamérica.
Tanto en el sur de Centroamérica como en América del Sur es muy posible un aumento en el número de días secos y una mayor frecuencia de sequías. Factores como la sequedad, la aridez del suelo y el mayor riesgo de incendios forestales tendrá consecuencias potenciales en más de un sector, desde la agricultura, la conservación de bosques, la salud y los ecosistemas.
Con el derretimiento de los hielos en los polos, es muy probable que continúe el aumento relativo del nivel del mar en los océanos que rodean América Central y Sudamérica.
Laura Rocha/Infobae