El Área Natural Protegida Punta Tombo, ubicada 100 kilómetros al sur de la capital del Chubut, quedó habilitada al público ante la llegada de las primeras mangas de pingüinos de Magallanes tras dos años sin recibir visitantes por la pandemia.
El ministro de Turismo y Áreas Protegidas de Chubut, Néstor García, celebró en diálogo con Télam la vuelta a la actividad en la pingüinera «donde los primeros ejemplares están llegando sanos, fuertes y sin signos de empetrolamiento».
La reserva muestra para esta temporada el «Sendero de la Pingüinera», que posee 3 kilómetros de ida y vuelta, con diferentes miradores para observar, fotografiar y disfrutar del paisaje frente al mar y en medio de los nidos.
«Tuve la oportunidad de dialogar con los primeros turistas que llegaron en esta temporada 2021, que son María y Hernán, oriundos de Capital Federal, quienes recibieron el acceso gratuito como reconocimiento», contó García.
Respecto a los senderos y las obras de mantenimiento, el funcionario detalló que desde el ministerio desarrollaron acciones «para que la experiencia del público sea cada día mejor en materia turística y en la concientización ambiental, incorporando todos los años algo, en este caso cartelería informativa y miradores bien mantenidos».
Punta Tombo estará abierta por ahora de lunes a viernes de 8 a 18 y no requiere reserva previa, indicaron desde el área de turismo.
También, se explicó que cuenta con un Centro de Interpretación que abrirá en octubre y que invita a formar parte de un recorrido desde el fondo del mar hasta la superficie y su convivencia con la fauna actual.
Los pingüinos están llegando «por mangas» a la reserva para dar inicio en breve a la etapa de apareamiento, incubación y adiestramiento de las nuevas generaciones y, a diferencia de lo que ocurrió el año pasado por la pandemia, esta vez no quedará fuera de la vista de los turistas.
La reserva tiene una superficie de 210 hectáreas que llega a ser la más poblada del continente con más de un millón de pingüinos cuando la familia se completa.
La reserva tiene una superficie de 210 hectáreas que llega a ser la más poblada del continente con más de un millón de pingüinos cuando la familia se completa.
Los ejemplares de «Spheniscus magellanicus», tal su nombre científico, son muy amigables y permiten que se les tomen fotografías, filmen o contemplen desde muy cerca.
Al atractivo central de los pingüinos se suma la coexistencia con una variada fauna de aves marinas, como los cormoranes, gaviotas cocineras, gaviotas australes, gaviotines, skuas y ostreros.
También merodean la reserva otras aves propias de la estepa patagónica, como choiques, martinetas, chingolos y calandrias, y completan el cuadro de la activa colonia ecológica los mamíferos de la zona como guanacos, maras, zorros, piches y peludos y otros carroñeros atraídos por los huevos.
La reserva tiene una superficie de 210 hectáreas
Los primeros ejemplares en llegar son los pingüinos machos, que comienzan de inmediato a reacondicionar sus nidos, y, luego, inician su «desembarco» las hembras que en pocas semanas comenzarán a poner dos huevos y tras 40 días de incubación compartida con el macho, vigilarán el nacimiento los pichones.
Tanto las hembras como los machos preservan el nido y alimentan a las crías con anchoítas y calamar.
Estos pichones nacen cubiertos de un plumón gris oscuro que en febrero lo mudan por un plumaje juvenil que les permitirá realizar sus primeras incursiones en el mar para buscar su propio alimento a la espera de adquirir el plumaje adulto que obtendrán -si sobreviven a las duras condiciones- recién el año que viene.
García, quien también fue agente en la reserva en sus primeros años de actividad, recordó en diálogo con Télam que «la experiencia nos indica que los pingüinos llegan por mangas, aparece un grupito y detrás 10.000 o 20.000 ejemplares que vienen a buscar de inmediato su nido, generalmente el mismo que ocuparon el año pasado».
Fuente: telam