Cristina Fernández de Kirchner reapareció con mensaje en las redes sociales después del silencio que siguió a su ofensiva sobre el Gabinete. Esta vez, es posible que haya causado cierto alivio en el círculo de Olivos, porque cargó contra Mauricio Macri y no reavivó públicamente la interna. Sin embargo, en alguna lectura más fina no debe haber pasado inadvertida una línea de sus tuits: volvió a hablar de la existencia de una “estrategia de persecución” contra su familia y en particular contra su hija, Florencia. La lista de causas pendientes alimenta el peor fantasma para CFK. Y el tema reaparece con intensidad en estas horas, porque si en noviembre se repiten los resultados de las PASO, terminarían de naufragar sus proyectos judiciales en el Congreso.
También es motivo de inquietud la sensibilidad -lamentable- de algunos despachos judiciales frente a los cambios de humor social que pueden expresar las elecciones. Entre las causas más destacadas se cuentan el manejo de la obra pública que favoreció a Lázaro Báez y los casos Hotesur y Los Sauces. Varios recursos para frenar o demorar los tiempos llegaron hasta la Corte Suprema, en la mira del kirchnerismo duro.
La cuestión quedó planteada desde los primeros días de gestión de Alberto Fernández. CFK fue aumentando la presión en la interna con el paso de los meses y frente al escaso resultado de la estrategia inicial atribuida a Olivos. Se especulaba con un cambio de “clima judicial” ante el nuevo Gobierno y el endurecimiento del discurso presidencial, que fue sumando críticas a las Justicia. El Presidente había arrancado con cuestionamientos razonables al mal uso de la prisión preventiva y a la sustanciación de algún caso, y terminó asumiendo como propio el concepto de lawfare como virtual y general exculpación.
Pero en paralelo, se fueron empantanando algunas de las movidas consideradas cruciales para imponer por etapas una reforma judicial en sentido amplio. La creación de la llamada “Comisión Beraldi” fue un capítulo, que incluyó entre sus recomendaciones la idea de modificar la Corte, algo que al principio había sido rechazado por el propio Presidente. En rigor, esa ofensiva ni siquiera llegó al escalón de proyecto, pero fue parte de una estrategia de sostener presión en continuado sobre el principal tribunal, el fuero federal porteño y los fiscales.
Martín Soria, ministro de Justicia. No pudo avanzar con la ley de los fiscales en Diputados
CFK modificó a su criterio y en negociaciones con gobernadores peronistas el proyecto de reforma judicial enviado por el Presidente. Se trataba, en rigor, de apuntar al sistema de los jueces federales. El resultado terminó siendo más negativo que el texto original, con reparto de posibles vacantes a manos de jefes provinciales. La iniciativa pasó del Senado a Diputados, ya sin demasiado interés. Y allí quedó frenada.
En cambio, el empeño de CFK fue colocado en modificar la ley orgánica del Ministerio Público Fiscal. Esa fue realmente la pieza central. Y estuvo acompañada por un desaire público al Presidente: nunca fue tratado el pliego de Daniel Rafecas como candidato a Procurador general. Al revés, el kirchnerismo avanzó con la intención de reducir la mayoría necesaria para designar al jefe de los fiscales. Era el límite declarado públicamente por Rafecas.
El proyecto fue aprobado en el Senado pero nunca logró reunir el número necesario para la sanción en Diputados. Máximo Kirchner recogió rechazos en conversaciones con aliados habituales y circunstanciales del Frente de Todos. Los últimos intentos, en la antesala del proceso electoral, no lograron producir avances más allá del tratamiento en plenario de comisiones.
La idea de forzar la marcha y llevarlo al recinto quedó otra vez en suspenso frente al horizonte de una segura derrota. Resultó una pobre cosecha para Martín Soria, que había reemplazado a Marcela Losardo como coronación de la operación de desgaste permanente de la funcionaria y amiga personal del Presidente.
El impacto de la derrota oficialista en las PASO fue registrado por quienes siguen de cerca estos temas. Un resultado similar en las elecciones de noviembre resultaría letal para ese proyecto. También, para ideas que cada tanto renacen en los márgenes del kirchnerismo, como una reforma de la Corte. Y sería así no sólo por su efecto en la renovación parcial del Congreso, sino además como límite público.
CFK viene evitando colocar el tema de los juicios y el lawfare en sus discursos y cartas. Concentra su presión en la gestión económica, en la perspectiva de tratar de mejorar las chances electorales. Eso sí lo colocó por escrito, para dejar trascender después que la ofensiva sólo quedó en suspenso. Los cuestionamientos al Presupuesto 2022 son una muestra.
La mención a las “persecuciones” en su reciente tuit fue apenas un recordatorio. El interrogante es cuál sería el camino después de noviembre. Por lo pronto, está clara la trascendencia que tiene para CFK. Y la tensión que puede agregar a la combinación entre un cuadro político complejo y una situación económica grave.