“Si a Alberto le va mal, volcamos todos, porque el que maneja el colectivo es él, por más que Cristina tenga mayor liderazgo sobre un sector del Frente de Todos”. La definición de un funcionario de trato frecuente con el Presidente describe lo que creen en la mayor parte de la coalición, aunque no todos lo blanqueen. Para que le vaya bien al peronismo, le tiene que ir bien a Alberto Fernández.
Pocas horas después de que el jefe de Estado expusiera su voluntad de ocupar mayor centralidad en el segundo tramo de la gestión, en las arterias peronistas empezaron a correr las proyecciones y especulaciones sobre el futuro del Presidente. ¿Puede mantener la centralidad en el tiempo? ¿Podrá conservar el poder? ¿Cuánto afectará en la convivencia interna de la coalición la decisión de Fernández?
Hay múltiples miradas. Pero todas se tocan en un punto. Quieran o no, les guste más o menos la centralidad de Fernández, el Frente de Todos necesita empoderar a su presidente para que la gestión llegue a buen puerto. Un mandatario débil será un problema para negociar con el FMI, con la oposición y con los empresarios. A nadie le sirve tirar piedras para romper las ventanas de su propia casa.
La autoridad se construye día a día y ese es el proceso que comenzó Fernández el miércoles. El Presidente tiene en claro que llegó desgastado a las últimas elecciones y que su gobierno ahora se acortará a dos años. Tal vez a menos, ya que cuando arranque el 2023 el tema principal de la agenda política será las elecciones presidenciales.
El último miércoles, el jefe de Estado les aseguró a los cerca de 30 intendentes del conurbano que cenaron con él en la Quinta de Olivos que el año que viene la economía mejorará y que el Gobierno podrá pararse encima de esos números positivos vinculados a la creación de empleo, el crecimiento de la producción, el descenso paulatino de la inflación y, en consecuencia, de la pobreza.
Durante el 2022 Fernández espera ser el Presidente de un país donde la economía esté en proceso de reactivación, donde el peronismo pueda construir un nuevo relato que lo tenga como uno de sus líderes y donde la convivencia con Cristina Kirchner tenga menos altibajos que en la primer etapa. Así planteado, parece un escenario utópico, pero es el que se imaginan.
De la mano de ese recorrido va la posibilidad de una relección. Pero es un proyecto que, para cumplirse, debe sortear varios obstáculos de gestión. El tema fue instalado en agenda lentamente por parte de dirigentes cercanos a Fernández, que durante el acto le envió un mensaje a Cristina Kirchner al pedir que la candidatura presidencia del Frente de Todos se resuelva a través de unas PASO. Buscó cortarle el dedo todopoderoso.
“Alberto recuperó iniciativa política y depende de él continuar alimentándola con gestión. Esperamos que la relación interna mejore. Cuando nos podemos a trabajar con iniciativa, la convivencia marcha mejor”, reflexionó un ministro. Hay una voluntad clara de dejar de lado las internas menores que después se convierten en una bola de nieve que se agranda y explota en los medios de comunicación.
Existe también un margen de incertidumbre que está atado a la manipulación correcta del poder en manos de Fernández y la posibilidad de que la Vicepresidenta, y el espacio político que lidera, contribuyan a la paz interna y la dinámica de la gestión. El peronismo del interior desconfía del kirchnerismo. En especial de La Cámpora. Hay prejuicios. Muchos. Pero también hay una relación difícil de sobrellevar que parece no poder modificarse en el tiempo.
El punto de inflexión es la negociación con el FMI. Si el Presidente impone su mirada de consenso y logra llegar a un acuerdo, el escenario político le será favorable. Si el kirchnerismo presiona para estirar el acuerdo y limita su capacidad de negociación, la situación cambiará radicalmente. El gesto de Fernández en el acto por el Día de la Militancia fue contundente. Pero hace falta más que es un símbolo. Hechos concretos.
En La Cámpora responden con una sola frase a esa desconfianza: “Sin un Alberto empoderado, no hay 2023″. No solo saben que el proyecto de un presidente propio no puede concretarse en dos años, sino que también asumen que si le va mal a Fernández, también les va mal a ellos. En los próximos años de gestión tienen que actuar en consecuencia.
En el kirchnerismo creen que la decisión del Presidente de relanzar su gestión es “lógica y natural” después de una derrota electoral. Hay una mirada crítica sobre la importancia de la centralidad. “Hay que asumir que el resultado del domingo no fue bueno. Si no le cambiamos la vida a la gente y no hay trabajo, no hay centralidad que te salve, no hay futuro”, resumió una voz K con base de poder en la provincia de Buenos Aires.
Además, le restan importancia a la disputa de poder con Cristina Kirchner. “El que pensaba que Cristina no iba a influir en el Gobierno, no se sabe qué película estaba viendo. No tiene como Vicepresidenta a un maniquí o un dibujito animado, sino a la política argentina más influyente de los últimos años”, advirtió una dirigente camporista con credenciales en el kirchnerismo.
En el mundo K toman con cierta normalidad que la Vicepresidenta intente influir en las decisiones de Gobierno. Asumen que, desde un primer momento, se sabía que la fórmula presidencial era “diferente” y que ambos iban a gobernar. En ese escenario no hay lugar para la centralidad pura de Alberto Fernández y el empoderamiento de su imagen.
Con esa misma normalidad en la Casa Rosada advierten que a lo largo de los meses que se avecinan existirán “tensiones y diferentes miradas”, pero que toda la coalición debe tomar noción de que el Gobierno tiene poco más de un año y medio para poner en marcha el plan de reconstrucción anunciado en el 2019. Si no lo hacen, no habrá una nueva gestión peronista.
Cerca de Alberto Fernández creen que la necesidad de mantener a flote la gestión está dentro del plan del kirchnerismo. Un funcionario lo definió con una frase coloquial. “Cristina no es loca. Máximo tampoco. Son políticos profesionales que entienden el poder. Todo indica que están dispuestos a enfrentar el desafío”, reflexionó.
Hay también, dentro de la coalición, un sector que es más pesimista y que cree que la tregua entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner durará poco tiempo. Que es parte de una puesta en escena que no tardará en resquebrajarse. Y que, en definitiva, el vínculo y la gestión con ambos a la cabeza es inviable. No es la mirada mayoritaria, pero es parte del conjunto de diferencias que conviven bajo el paraguas del Frente de Todos.
Joaquín Mugica Díaz/Infobae