Desde la ventana de su cuarto, David Pardo Cossio ve una ciudad desierta. Desde el 18 de marzo, está confinado en su departamento en un complejo residencial de Shanghai. No puede salir ni siquiera al pasillo. Un nuevo brote de coronavirus llevó a las autoridades a encerrar en sus casas a los 26 millones de habitantes de uno de los centros urbanos más pujantes de China.
En su heladera hay lugar de sobra. Una vez a la semana alguien toca a su puerta y le deja en el suelo una caja con alimentos que los vecinos organizados compran vía on line en uno de los pocos supermercados abiertos en la zona. David no habla chino y se comunica con los residentes de su edificio con la ayuda de una aplicación a través de un grupo de WeChat, el Whatsapp local.
Pero no puede elegir qué comprar. Las tiendas envían un “gran paquete” de comida y elementos básicos que sus vecinos reparten en forma equitativa. La organización es bien aceitada: unos pocos voluntarios pueden bajar a la entrada del edificio para recibir el pedido y después entregar los productos en cada una de las viviendas del complejo.
“Te toca lo que hay”, confió vía telefónica a TN Pardo Cossio, un profesor de español y francés de la filial de la Universidad de Nueva York en Shanghai.
El calvario ya lleva casi un mes. “La gente está muy enojada”, contó.
En las redes sociales circulan numerosos videos de protestas a los gritos desde las ventanas de los edificios para oponerse a este confinamiento que busca frenar un nuevo brote de la enfermedad.
“En mi barrio no ha habido este tipo de protestas, pero amigos chinos que viven en otros distritos me han enviado videos que muestran el enojo de la gente”, indicó Pardo Cossio, que vive en China desde hace 12 años y en Shanghai desde 2017.
La población está cansada. “Cuando las autoridades del gobierno central obligaron al cierre de la ciudad no pensaron en nada y dejaron a Shanghai sin suministros, sin transporte y sin logística. Era imposible conseguir alimentos porque no podías salir de tu casa y las tiendas estaban cerradas. Recién en las últimas semanas permitieron abrir algunos supermercados y el regreso al trabajo de sus empleados”, contó.
Uno de los videos viralizados en Twitter: se escuchan los gritos de protesta de la población
“Mis amigos chinos me dicen que los videos son verdaderos”, señaló.
Pardo Cossio vive solo. Su esposa y su hijo adolescente quedaron varados en Filipinas y no pudieron regresar a China ya que una norma impidió la reunificación familiar de extranjeros residentes en medio de la pandemia, según dijo.
Ahora su rutina es simple: trabaja todos los días desde la computadora de su casa con clases por zoom para sus alumnos de la Universidad. Y después trata de que el tiempo pase rápido. “Leo, escucho música y estoy atento al WeChat para comunicarme con mis vecinos por la comida. Esa es mi principal preocupación”, apuntó.
“Solo puedo bajar del edificio cuando vienen a hacernos pruebas. Hemos tenido test prácticamente todos los días y ya ha habido tres testeos masivos de toda la población. Los enfermos son trasladados a centros de internación, no a hospitales”, comentó.
Las reglas son durísimas. “Las aperturas son complejo por complejo. Si en un edificio no hubo casos durante 7 días los vecinos pueden salir de sus casas, pero no de su complejo de viviendas. Si pasan 14 días entonces podrán salir y caminar por el barrio, pero si se reporta un solo caso debemos volver a encerrarnos”, explicó.
El confinamiento ya lleva casi un mes. “No hay ninguna fecha de apertura. Eso es lo más desesperante”, concluyó.
Fuente: tn