El ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva lanzará este sábado su “precandidatura” presidencial, que lo enfrentará con el mandatario ultraderechista Jair Bolsonaro en los comicios del 2 de octubre en Brasil, en un duelo en el que, al menos por ahora, es favorito.
Doce años después de dejar el poder con una histórica aprobación (87%), el ícono de la izquierda brasileña, de 76 años, formalizará en un acto en San Pablo su participación en unas elecciones que se perfilan altamente polarizadas, cuya campaña arranca oficialmente en agosto.
En una entrevista con la revista estadounidense Time publicada esta semana, Lula afirmó que cuando dejó la presidencia en 2010 “no planeaba volver a ser candidato”.
Pero decidió dar este nuevo paso en su convulsa trayectoria al ver que “en estos 12 años” su herencia creada “para beneficiar a los pobres (…) fue destruida”.
“Solo me estoy presentando porque lo puedo hacer mejor que antes. Estoy seguro de que puedo resolver los problemas (de Brasil)”, sentenció.
“Incontinencia verbal”
Esta sexta tentativa presidencial de Lula -fue derrotado tres veces antes de su primer mandato- era un secreto a voces azuzado por él mismo desde que en abril de 2021 recuperó sus derechos políticos. El Supremo Tribunal Federal (STF) confirmó entonces la anulación de sus condenas por corrupción, una de las cuales le llevó a la cárcel más de un año y medio.
Desde ese momento, mientras encadenaba victorias judiciales en la veintena de procesos abiertos en su contra, volvió paulatinamente al centro del ruedo político brasileño e internacional, como cuando el presidente francés Emmanuel Macron lo recibió en el Elíseo a finales de 2021.
En esa época, los sondeos le auguraban al viejo zorro de la política brasileña una victoria cómoda, algunos ya en primera vuelta: la popularidad de Bolsonaro se había hundido a su menor nivel debido a su criticada gestión de la pandemia de coronavirus, la disparada inflación y el crecimiento de la pobreza.
Pero en los últimos meses el mandatario remontó en las encuestas, que ahora descartan completamente una victoria de Lula en primera vuelta.
Últimamente, el ex mandatario ha multiplicado los traspiés, con torpes declaraciones sobre el aborto, las clases medias -cuyo apoyo es esencial-, o la policía. En Time, dijo que el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, es “tan responsable como Putin” de la guerra.
El escritor Paulo Coelho denunció en un tuit la “incontinencia verbal” de Lula.
Esos pasos en falso han obligado al equipo del ex mandatario a redefinir su estrategia de comunicación, que por ahora no ha podido contrarrestar la superioridad del bolsonarismo en las redes sociales.
“Necesita salir a la calle”
En el acto de este sábado, Lula, cofundador del Partido de los Trabajadores (PT), lanzará un “movimiento de reconstrucción” de Brasil, junto a los partidos y colectivos sociales con los que ha ido tejiendo alianzas.
Y presentará oficialmente al que será su compañero de fórmula para la vicepresidencia, el ex gobernador de San Pablo Geraldo Alckmin (69), quien participará por videoconferencia tras dar positivo al COVID-19.
Alckmin es una figura moderada y poco carismática, pero bien vista por la clase empresarial.
Lula fue condenado a prisión en el marco de la megaoperación anticorrupción Lava Jato. Según él, fue víctima de una conspiración política para impedirle presentarse en las elecciones de 2018, en las que era favorito y que terminó ganando Bolsonaro.
La semana pasada, el Comité de Derechos Humanos de la ONU también consideró que no había sido juzgado con imparcialidad.
Pero para muchos brasileños, Lula y el PT aún encarnan la corrupción.
El ‘antipetismo’ moviliza en buena medida a votantes de Bolsonaro y es el mayor obstáculo a vencer por Lula en la campaña, en la que intentará seducir a los evangélicos y al agronegocio, dos pilares del bolsonarismo.
“Lula necesita salir a la calle, como están haciendo Bolsonaro y otros precandidatos”, explica a la AFP Sylvio Costa, fundador del sitio de noticias Congresso em Foco.
“Algunos dicen que ha evitado exponerse, porque sus colaboradores temen por su seguridad” ante la extrema polarización en el país y el precedente de la puñalada a Bolsonaro en las pasadas elecciones, agrega.
Por Luján SCARPINELLI con Pascale TROUILLAUD en Río de Janeiro – AFP