El fútbol, pasión de multitudes. El Mundial. Argentina. Las eliminatorias. Todo es combo se junta en este film de Ariel Winograd, creador de grandes comedias como Mamá de fue de viaje, Hoy se arregla el mundo y también El robo del siglo. Ahora llega con una nueva historia pero esta vez tomando como punto de partida un caso real. Una empresa de televisores creó una campaña previa al mundial de Rusia de 2018 que consistía en lo siguiente: si la selección Argentina de fútbol no clasificaba al mundial, te quedabas con la tele y te devolvían el dinero. Arriesgado por demás, pero un éxito total.
Pero la vida de Álvaro Torres (Leonardo Sbaraglia), el gerente de marketing, se encuentra en un momento gris de su vida: está separado de su mujer Florencia (Cecilia Dopazo, un guiño para los que recuerdan Clave de Sol y ambos eran la parejita adolescente de moda), tiene un vínculo frío con su hijo Gonzalo (Valentín Wein) que le avisa que va a dejar la facultad. Para colmo su jefa, Federica (Carla Peterson) lo quiere echar por inoperante.
Sin nada que perder, Álvaro ingenia este plan pero la selección no lo está ayudando y la clasificación al mundial depende de un hilo. O de Messi. El gerente sólo cuenta con el apoyo de Omar (Luis Luque) y de una miembro de su equipo de marketing (Marina Belatti) y un par de jóvenes trabajadores más. Ahora le queda rezar para que Argentina clasifique porque sino su carrera desaparecerá en un chasquido. Entonces Álvaro decide salir detrás del escritorio a jugar a la cancha, sin miedo a perder.
Así la vida de este hombre, aplastado por la rutina, con ideas anticuadas, logra revivir con esta idea que lo lleva a una sensación de adrenalina al borde del infarto. A pesar de que muchos conocen la historia y el final, la película avanza por los rieles de la comedia de manera eficaz. Mientras tanto Álvaro lidia con el tema de la presión alta que sube considerablemente cada vez que ve los últimos 4 partidos de la selección antes del mundial.
El gerente es un reflejo de la realidad de la clase media argentina, con la burocracia, los jefes abusivos, compañeros buena onda, el mate, el fútbol y un hombre que trabaja hace décadas en un mismo lugar.” ¿Quién es el que manda acá?”, pregunta Álvaro como una forma de resolver un conteiner que está frenado en el puerto. Una pregunta que sabemos todos los que vivimos en América Latina que es clave para resolver cualquier conflicto. El tono marrón de las oficinas es clave para entender la rutina aplastante que viven todos en la empresa.
Sbaraglia brilla en la piel de este hombre que resurge de las cenizas en la mitad de su vida que logra recuperar el vínculo con su hijo y que trasmite que tener más de 50 no significa ser viejo sino tener experiencia lo que resulta de un valor incalculable. La villana en este conflicto es Federica (Peterson) que también se encuentra cómoda en el universo de las comedias y provoca que el espectador no quiera que sus objetivos se cumplan.
La crisis de mediana edad se conjuga con una estrategia de marketing y ese partido definitorio ante Ecuador, donde Lionel Messi se volvió a convertir en el héroe de todo un país. Este film llega un mes antes de que empiece Catar 2022 en un país donde el fútbol es clave y lo palpitan incluso aquellos que no disfrutan ni miran ese deporte.
Pero la película (que cuenta con un desbocado Tano Pasman que no deja de decir malas palabras, por las que se hizo famoso cuando River Plate descendió a la B) va más allá del fútbol. Habla de arriesgarse, de atravesar crisis, de barajar y dar de nuevo, de arriesgarse, de abandonar la zona de confort y de simplificar las cosas.
“No es tan fácil vivir en el mundo real”, le dice Álvaro a su hijo quien le pide que no le pase su frustración. Porque es un hombre que sabe de presiones y obligaciones. Toda mi vida me manejé con un manual de instrucciones: acá en la empresa y afuera también. No quiero más eso para mi vida”, dice mirando a la cámara Álvaro como una reflexión de lo que pudo ser y no es.
El gerente es de esas películas emotivas, que divierten y nos llevan a reencontrarnos con los afectos y las cosas más sencillas de la vida que terminan siendo las más importantes.