El sacerdote bandeño, Juan Ignacio Juárez, celebró su primera misa en su ciudad natal

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Tal como estaba previsto, este domingo la comunidad católica de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús (ubicada en el barrio San Martín de esta ciudad) albergó con alegría al padre Juan Ignacio Juárez, quien el pasado 2 de diciembre recibió su ordenación sacerdotal en la provincia de Mendoza, más precisamente en el Instituto del Verbo Encarnado.

Cabe mencionar que esta fue la primera Celebración Eucarística del joven bandeño, y en todo momento se lo vio emocionado.

En esta ocasión el sacerdote estuvo acompañado por otros miembros de la congregación, entre ellos su superior provincial.

En la homilía, la cual fue brindada por un sacerdote de IVE (Instituto del Verbo Encarnado) instó a los fieles presentes saber, «aprovechar la presencia de los sacerdotes. Estos son dones inapreciable e incalculable para la Iglesia».

«Un buen pastor es el tesoro más grande que Dios puede conceder a la parroquia, es un signo de la misericordia de Dios», sentenció.

A la vez destacó, «que grande es un sacerdote que Dios lo obedece, cuando se produce la consagración del pan y vino; el Señor se hace presente en ese momento».

Por otra parte resaltó, «si no hay sacerdotes no está Jesús presente en la Eucaristía. El sacerdote sostiene a los cristianos en su caminar y peregrinar hacia la vida eterna. El sacerdote, asiste a las almas que están por partir».

«Después de Dios el sacerdote lo es todo. Debemos apreciar dar el justo valor al sacerdocio católico», sostuvo con firmeza.

Por último añadió, «es urgente rezar por las vocaciones, colaborar, no tener miedo de guiar a los jóvenes hacia el sacerdocio. El trabajo no termina con la ordenación del padre Ignacio, sino se debe seguir acompañándolo».

Al finalizar la Santa Misa, se vivió un momento emotivo, puesto que el padre Ignacio encabezó un «rito» denominado el Besa Manos. En este ritual, los fieles besaron las manos del presbítero, reconociendo la unión de Dios; ya que las manos ministran el poder y la Gracia de Dios en la Eucaristía, perdón de los pecados y la impartición de los sacramentos.

 

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