Al sacerdote y hasta hace unos días Obispo del Táchira, Mario del Valle Moronta Rodríguez, lo ha perseguido el haberse identificado alguna vez con Hugo Chávez. Incluso la Iglesia Católica lo traslada, siendo Obispo de Los Teques, muy cerca de Caracas, al fronterizo estado Táchira, donde se gana el cariño de la población. Silenciosamente y con su trabajo, Moronta se ha hecho muy incómodo para la barbarie del régimen venezolano. Luego de una homilía en La Grita, donde dijo que “muchos de los jóvenes que han sido puestos presos, no son terroristas”, lo declararon “persona no grata” en las instalaciones militares. La Iglesia lo releva el 1 de noviembre.
Fue ahí donde recibe la información que fue dada la orden para que no se le permitiera realizar las Confirmaciones en la capilla Virgen de Coromoto del Comando de zona 21, porque las misas donde hacía señalamientos que el régimen venezolano asume como críticas en su contra.
No a la persecución
“Nunca me he arrepentido de ser pueblo y, mucho menos, desde que estoy en esta tierra noble y generosa”, dijo Moronta quien recordó “con la dedicación que le he puesto a esta ciudad el único sitio donde he sido agredido físicamente ha sido aquí por alguien que no estaba de acuerdo con ideas y propuestas por mí presentadas en favor de la ciudad; y, por iniciativa de algunos muy pocos, fui declarado persona no grata en esta ciudad”.
“Sé que nunca fue la mayoría, pero hubiera podido hacer lo que también aparece en el texto bíblico de salir y sacudir las sandalias para desprenderme del polvo de la región. Pero, me fui a los pies del Cristo y me puse en sus manos”.
“¿Acaso no estamos llamados a escuchar los clamores de la gente sencilla, de los pobres y excluidos? ¿No es el momento de asumir la tarea de dar la vista a los ciegos obcecados, de lado y lado, que parecen estar más bien en la acera de enfrente y no en las sendas del pueblo? ¿Acaso no estamos comprometidos a dar cumplimiento a la auténtica voluntad del pueblo manifestada en sus inquietudes, en sus votos, en sus anhelos y esperanzas?”.
“¿Acaso no es el momento para entender que el único y verdadero protagonista de la democracia es el pueblo, y que nadie es dueño de ella sino colaboradores y servidores de la misma? ¿No es el momento de que en vez de inventar falsos positivos y promover persecuciones que ponen en vilo la vida y futuro de los jóvenes, nos comprometamos a construir junto con ellos el futuro que anhelamos todos?”.
Y entre las más contundentes de las preguntas de monseñor Mario Moronta, ahora e xobispo del Táchira: “¿Por qué no se persiguen a los irregulares que invaden nuestros campos y a los mafiosos que esclavizan a tantos adolescentes y hacen negocio con el narcotráfico y la trata de personas?”.
Cuando habló el Episcopado
A propósito de las elecciones presidenciales del 28 de julio, el Episcopado venezolano emitió una declaración el 17 de octubre, en el marco de la XLV Asamblea Extraordinaria, convocada “para orar y reflexionar sobre la realidad social, política y eclesial del país”.
Monseñor Ovidio Pérez Morales, en un artículo, calificó de lacónico el mensaje de menos de una página cuyo texto da como motivación que “ha resonado insistentemente en nuestra mente y corazón las palabras del Señor Jesucristo la verdad los hará libres” (Jn 8,31). Una verdad que, por tanto, incluye, pero no se reduce a sus dimensiones legales y políticas, sino que es fundamentalmente moral, es decir, del orden de la convicción basada en la razón”.
Dice Pérez Morales que en tres puntos puede resumirse la substancia de la Declaración hecha por el Episcopado. En el “proceso comicial realizado el pasado 28 de julio (…) se evidenció la voluntad de cambio del pueblo venezolano”.
Reiteran “el llamado al Consejo Nacional Electoral (CNE), para que, conforme a lo establecido en la Constitución y las leyes publique en forma detallada los resultados del proceso”.
“La presentación de los resultados es un paso esencial para conservar la confianza de los ciudadanos en el voto y recuperar el verdadero sentido de la política. Sólo así podremos avanzar juntos hacia la construcción de una Venezuela democrática y en paz”.
Con relación a eso el sacerdote dice que deben hacerse un un par de precisiones. “La primera: el llamado al CNE, necesario, es con todo, insuficiente, porque el poder se ha encargado de despojarlo de sus atribuciones legales. La segunda: se requiere no tanto conservar la confianza, perdida, sino recuperarla, y sobre el sentido de la política, más que presentar resultados, es preciso restaurar la credibilidad y prestigio de la institución electoral”.
Agrega que “el Episcopado define así el sentido de toda conducción legítima del país, en base a fundadas urgencias nacionales, a imperativos morales, y también, de modo claro y manifiesto, a la decisión expresa del pueblo venezolano, en el cual, según la Constitución (CRBV 5), “reside intransferiblemente” la soberanía”.
“En efecto, el 28 de Julio, la ciudadanía, con mayoría multitudinaria y festiva, manifestó su “voluntad de cambio” respecto de la conducción del Estado eligiendo al nuevo Presidente, que lo ha de liderar, a partir del próximo enero”.
“En efecto, quienes salimos a votar el 28 de Julio pudimos advertir, con satisfacción y esperanza, cómo la gente, en nutridos grupos, formaba colas en pacífica convivencia y con una actitud espontánea de confianza y optimismo. Los resultados que pronto comenzaron a circular, desde los más distintos sitios del país, marcaron desde el inicio una fuerte tendencia, favorable al cambio, la que se transformó muy pronto en impresionante mayoría a lo largo y ancho del país”.
“Contra facta non valent argumenta es un dicho latino que puede traducirse: contra los hechos no valen malabarismos conceptuales ni maniobras fraudulentas. Es lo que también a nivel internacional se ha venido convirtiendo en interpretación compartida”.
Volviendo al documento del Episcopado, monseñor Pérez Morales resalta que la declaración expresa: “Manifestamos la disposición de la Iglesia a promover iniciativas que contribuyan a la solución pacífica de las diferencias”. Aquí los Obispos reflejamos el anhelo general nacional de un reencuentro pacífico de nuestro pueblo”.
En lo que va de siglo (y de milenio) el país ha sufrido un encrespamiento general; desde los órganos del poder, se ha alimentado una división tipo maniqueo entre “buenos” y “malos”. Se ha tratado de imponer un fundamentalismo político-ideológico mediante un proyecto que el Episcopado ha calificado de totalitario”.
“Dicho proyecto excluye el pluralismo democrático y la alternancia en el poder, meridianamente afirmados en la Constitución y expresivos de una genuina visión humanista y una concepción cristiana del relacionamiento social. Con esta Declaración el Episcopado ratificó que el 28 J se inició una nueva era de esperanza para nuestra Patria”, finaliza monseñor Ovidio Pérez Morales.
Fuente Infobae