Asamblea Plenaria: Los obispos rezaron por la paz

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Los obispos comenzaron la segunda jornada de la 125ª Asamblea Plenaria con la celebración de una misa, que tuvo dos intenciones principales: rezar por la paz del mundo y dar gracias por los 90 años de vida del cardenal Luis Villalba, quien presidió la celebración eucarística.

En la homilía, el obispo de Rafaela, monseñor Pedro Torres, expresó: «La vida de Villalba es también Palabra, que hoy agradecemos. ¡Cuánto para desentrañar, cuánto para agradecer, cuánto para escuchar!». El otro concelebrante fue el arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Lozano.

«La paz es un don, la paz es bienaventuranza y es una tarea artesanal», dijo también el prelado rafaelino.

Al finalizar la homilía invitó a los demás obispos a unirse a la oración que hizo Pablo VI en 1970:

«Señor, todavía tenemos las manos manchadas de sangre de las últimas guerras mundiales, de modo que aún no todos los Pueblos han podido estrechárselas fraternalmente entre sí;

Señor, hoy estamos tan armados como no lo hemos estado en los siglos anteriores, y estamos tan cargados de instrumentos mortíferos que podemos, en un instante, prender fuego a la tierra y tal vez incluso destruir a la humanidad;

Señor, hemos basado el desarrollo y la prosperidad de muchas de nuestras colosales industrias en la capacidad demoníaca de producir armas de todos los calibres, todas ellas destinadas a matar y exterminar a nuestros hermanos hombres; así hemos establecido el cruel equilibrio de la economía de muchas naciones poderosas en el mercado de armas para las naciones pobres, sin arados, escuelas ni hospitales;

Señor, hemos permitido que renazcan en nosotros ideologías que convierten a los hombres en enemigos entre sí: el fanatismo revolucionario, el odio de clases, el orgullo nacionalista, la exclusividad racial, las emulaciones tribales, el egoísmo comercial, el individualismo amante del placer e indiferente a las necesidades de los demás;

Señor, cada día escuchamos, angustiados e impotentes, las noticias de guerras que aún azotan el mundo;

¡Señor, es verdad! ¡No caminamos con rectitud!;

¡Señor, mira, sin embargo, nuestros esfuerzos insuficientes pero sinceros por la paz mundial! Hay instituciones magníficas e internacionales; hay intenciones de desarme y de negociación;

Señor, sobre todo hay muchas tumbas que estrujan el corazón, familias destrozadas por las guerras, los conflictos, la supresión del capital; mujeres llorando, niños muriendo; refugiados y prisioneros aplastados bajo el peso de la soledad y el sufrimiento; y son muchos los jóvenes que se levantan para que se promueva la justicia y la armonía sea ley de las nuevas generaciones;

Señor, Tú sabes, hay almas buenas que hacen el bien en silencio, con valentía, desinteresadamente y que oran con el corazón arrepentido y con el corazón inocente; hay cristianos, y cuántos, oh Señor, en el mundo que quieren seguir tu evangelio y profesan entrega y amor;

Señor, Cordero de Dios, que cuidas de los pecados del mundo, danos la paz».

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