A 118 años del natalicio del profesor Domingo Bravo

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Por Miguel Coria

En los años noventa (1997) en oportunidad de realizarse el Festival de La Salamanca, la comisión organizadora de esos años había decidido homenajear en el escenario al profesor Domingo Bravo. Creo que no hace falta relatar el por qué.

Los santiagueños conocemos la obra y el prestigio que goza semejante personalidad de la cultura santiagueña, nacional y latinoamericana.

En forma de anécdota quiero traer a este presente ese momento del cuál fui testigo (era voz comercial del festival).

Y siempre en los escenarios salamanqueros el tiempo fue el protagonista. No alcanza.
Nunca alcanza por la cantidad de artistas que cada noche se presentan en tan prestigioso festival y más teniendo en cuenta que en esos tiempos el escenario no tenía las características del actual.

Y los homenajes tienen poca duración, el necesario para presentar al homenajeado y que una autoridad le entregue un presente.

Pero cusndo el profesor Domingo Bravo subió al escenario para ser distinguido lo hizo en compañía de dos jóvenes; uno portaba una guitarra y el otro un violín.

Su deseo fue que tanto público presente escuchase una danza interpretada en lengua quichua por jóvenes valores que nunca habían pisado el lugar, eso fue lo más importante para él y así lo hizo.

Ni se imaginan en el apuro que se hallaron los organizadores, los conductores, el sonido y el coordinador del escenario.

Pero el profesor Domingo Bravo cumplió con su deseo, además era el homenajeado y se merecía todo el tiempo.

Recupero ese instante en este momento para homenajearlo y que tome forma de agradecimiento por todo lo que hizo en beneficio de la cultura de nuestro pueblo.

Mi eterno recuerdo y homenaje.

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