El día después de la Navidad de 2004 el mundo se vio conmovido por una catástrofe natural que conmovió el mundo. El tsunami de Tailandia fue el más devastador de la era moderna y provocó unas 230 mil muertes en 13 países del sudeste asiático. Por tratarse de zonas turísticas, había muchos argentinos allí en ese momento, pero todos sobrevivieron.
Cada 26 de diciembre se honra a las víctimas de aquel desastre que fue originado por un terremoto de magnitud 9,1 en la escala de Richter. El epicentro se situó a 80 kilómetros al noroeste de la isla indonesia de Sumatra y se produjo a 30 kilómetros de profundidad.
Fue tal la magnitud del movimiento que se generaron olas de unos 30 metros de altura que llegaron a las costas de Indonesia, Tailandia, Sri Lanka, India, Malasia, Bangladesh, Birmania, e incluso Somalía, en el continente africano.
Las gigantescas olas devoraron pueblos enteros y centros vacacionales, especialmente de Tailandia, uno de los destinos más elegidos por turistas de todo el mundo, entre ellos muchísimos argentinos.
La magnitud ubicó a este terremoto como el segundo más grande registrado desde la existencia del sismógrafo (1875), sólo superado por el de Valdivia, Chile, ocurrido en 1960. Además, también fue el segundo en cuanto a la duración observada (entre 8 y 10 minutos) y tuvo la capacidad de hacer que el planeta vibrara un centímetro, aproximadamente. También originó movimientos telúricos en lugares tan alejados como Alaska e hizo sentir mínimas vibraciones en varias partes del mundo.
Por qué no hubo alertas que permitieran evacuar las zonas
La ausencia de alertas hizo que el desastre fuera más devastador aún y el mundo se preguntaba por qué no pudo preverse tamaña catástrofe. Los expertos explicaron que el sismo ocurrió en el límite entre la placa de la India y la de Myanmar. Cuando una placa litosférica oceánica se hunde bajo otra placa (oceánica o continental), en ese punto hay una enorme cantidad de energía y tensiones acumuladas por años.
De pronto, la tensión es tanta que sin aviso previo la falla libera toda esa fuerza acumulada. La placa superior que resistía hasta entonces la presión de la inferior, simplemente “rebota” para volver a su posición original. Ese movimiento ascendente del fondo del mar para “acomodarse”, crea una reacción en cadena de las aguas: un tsunami, que es un fenómeno poco frecuente.
Además de las 230 mil muertes, el tsunami de Tailandia generó una situación angustiante en toda la región y dejó cientos de miles de damnificados, que perdieron todo lo que tenían. Esto provocó una respuesta humanitaria internacional y se reunieron más de 7 mil millones de dólares que fueron donados para paliar la situación emergente.
Milagrosamente, todos los argentinos afectados por el tsunami lograron sobrevivir, y a su llegada a Ezeiza contaron la experiencia aun alterados por el drama que les tocó vivir en primera persona. Como Pablo Barrera, que se encontraba de luna de miel con su esposa en Phi Phi, una paradisíaca isla tailandesa que actualmente, 18 años después, recuperó su esplendor.
Este cordobés, que por entonces tenía 28 años, sufrió heridas y llegó en silla de ruedas. Dijo que alcanzó a agarrarse de unas algas mientras la cadena de olas gigantes arrasaba con todo. Su mujer también pudo salvarse y al reencontrarse, sin saber cómo y con el agua hasta la cintura, se abrazaron durante varios minutos.
Otro de los sobrevivientes, Ezequiel Gaspes, aseguró que él y su esposa se salvaron porque dos minutos antes del tsunami subieron a su habitación del hotel. Contó que como consecuencia de la catástrofe un bote se incrustó en el cuarto en el que estaban alojados.
“Nos parecía que estábamos viviendo una película en tiempo real y con nosotros como protagonistas. Fue algo tremendo… Y horas después, cuando el agua se había retirado un poco, mirar las consecuencias desde la azotea del hotel era algo que te hacía llorar. En pocos minutos ese paraíso se convirtió en un infierno”.
Fuente: tn