Si alguien pensaba que los conflictos internos del PRO ya terminaron, está equivocado. Probablemente recién hayan comenzado luego de que Patricia Bullrich, la presidenta del partido, terminó tercera al frente de la marca Juntos por el Cambio en las elecciones generales con el 23,85% de los votos. Una verdadera debacle política si se considera que en 2019 había logrado el 41% y en 2021, el 42,75%. Y que incluso perdió más de 4 puntos respecto de las PASO. Sin embargo, casi sin autocrítica ni renuncias, el duro escenario electoral quedó congelado por el pacto de Mauricio Macri y Bullrich con Javier Milei. Ahora, en medio de una virtual fractura, la suerte del partido se jugará en el balotaje.
Pase lo que pase en las urnas, de todas formas, ya se perfila la batalla final que darán los dos grandes contendientes del PRO: en un rincón, Macri; en el otro, Horacio Rodríguez Larreta, quien, repuesto de su sorpresiva derrota en las primarias, confirmó que no votará a Milei ni a Sergio Massa y analiza la posibilidad de lanzar una línea interna en el partido para dar un debate aún pendiente: ¿el PRO tiene que tener una impronta netamente de derecha o más plural, como fue en su origen?
En realidad, Macri ya lo decidió, como si fuera no sólo el fundador del partido sino el dueño de la mayoría de sus acciones, cuando dos días después del revés electoral de Bullrich recibió a Milei en su casa de Acassuso (en este caso, como si hubiera sido él quien pasó a la segunda vuelta y no el libertario), en una reunión secreta y a espaldas de casi toda la dirigencia del PRO y de JxC.
Bullrich llegó a la misma conclusión a la mañana siguiente de las elecciones, fue a verlo a Macri para anunciarle su apoyo a Milei y abrazarse a la única opción en pie para “derrotar al kirchnerismo y apostar al cambio”, dejando atrás las inusitadas acusaciones de “montonera asesina y tirabombas” que le dedicó el líder libertario. En forma simultánea, le envió una carta al Consejo Directivo del PRO para anunciar que finalizaba la licencia y retomaba la presidencia del partido, que había dejado en manos de Federico Angelini, vicepresidente de la agrupación, para dedicarse de lleno a la campaña.
El mandato de Bullrich en el PRO vencerá en febrero de 2024. Había sido elegida por Macri en noviembre de 2019, cuando estaba cerca de dejar la presidencia de la Nación, y se lo anunció como un hecho consumado a Larreta, María Eugenia Vidal, Humberto Schiavoni (el titular saliente del partido) y otros dirigentes del interior durante un encuentro realizado en la Quinta de Olivos.
Hoy, en el resto de la conducción nacional del PRO hay un claro predominio de macristas y bullrichistas, como Angelini (vicepresidente 1°), Laura Rodríguez Machado (vicepresidenta 2a.) y los vocales Cristian Ritondo, Néstor Grindetti, Fernando de Andreis, Adriana Montes, Karina Spalla, Verónica Barbieri, Alfredo De Angeli, Nidia Moirano, Martín Goerling, Sonia Cavagnini y Raúl Schiavi. Por el larretismo figuran Eduardo Macchiavelli (secretario general) y los vocales Carmen Polledo, Omar De Marchi y Camila Crescimbeni. Se mantienen equidistantes Esteban Bullrich y Sergio Wisky.
La fisura interna se acentuó tanto por el pacto con Milei que hace impredecible la renovación de autoridades del PRO que debe producirse en febrero de 2024. En principio, referentes larretistas dejaron entrever que Bullrich podría dar un paso al costado: “Ella dijo muchas veces que después de estas elecciones, si no ganaba, se iba a alejar de la conducción”. Sin embargo, la propia titular del partido aseguró a Infobae que todavía no tiene resuelto si seguirá como presidenta: “No sé todavía. La verdad que ni lo pensé. Yo ahora estoy metida en esta elección, pero, sea yo o no, quiero que conduzcan al PRO las ideas que yo he representado y por las que gané en la interna”.
Nadie habló aún oficialmente del tema, pero ya circula en los corrillos del PRO, en todos los casos con una salvedad: la futura conducción del PRO dependerá del resultado del balotaje. Un triunfo de Milei le daría un renovado poder a Macri y a Bullrich, que formarían parte del flamante esquema de poder y avanzarían decididamente hacia la creación de una nueva fuerza de derecha, lejos de JxC.
En ese escenario, la formalización de la ruptura del PRO será inexorable: es imposible que convivan en un mismo espacio oficialistas y opositores. Rodríguez Larreta y otros de sus dirigentes más cercanos, como María Eugenia Vidal, mantendrán su rechazo a aliarse tanto con Milei como con Massa y ratificarán su pertenencia al PRO dentro de una coalición de centro como Juntos por el Cambio.
Con un gobierno libertario, la primera fractura que podría cristalizarse será en la Cámara de Diputados: desde el 10 de diciembre, como anticipó Infobae, La Libertad Avanza tendrá un bloque de 38 legisladores y gracias al acuerdo alcanzado con Macri y Bullrich sumaría entre 30 y 35 diputados más. Este nuevo grupo de “halcones” y “leones” rondaría los 70 escaños, mientras que los disidentes del PRO quedarán en minoría: el partido tendrá 41 bancas en total en la Cámara Baja.
La primera señal de la sintonía de libertarios y macristas en el Congreso se dio hace 48 horas: diputados de La Libertad Avanza como Milei, Victoria Villarruel y Carolina Píparo firmaron junto al presidente del bloque del PRO, Cristian Ritondo, y una veintena de diputados del partido un proyecto de resolución para que el Gobierno declare a Hamás como organización terrorista y, además, piden que la UIF disponga el congelamiento de activos de todos los jefes y cabecillas de la organización.
Aun con un triunfo de Massa en el balotaje, el PRO mantendrá dos fracciones en pugna, pero hay una trama que amortiguaría los choques más duros: toda la dirigencia del partido, al igual que sus afiliados y votantes, tienen en común un fuerte componente antikirchnerista. Algunos imaginan que la discusión se concentrará en si el PRO seguirá o no dentro de Juntos por el Cambio porque el macrismo-bullrichismo, pese a una segunda derrota electoral, preferirá aliarse a Milei y los libertarios, y la coalición opositora sufrirá cimbronazos por el intento de captación de sus dirigentes para el “gobierno de unidad nacional” de Massa, en una recreación de la transversalidad de Néstor Kirchner.
Larreta planea lanzar una línea en el PRO para dar el debate interno ante el pacto de Milei, Macri y Bullrich. Dio un indicio de lo que tiene en mente cuando, en una entrevista con Jorge Fontevecchia, consideró que el PRO “hoy se está acercando y aliando con alguien que es derecha extrema”, mientras resaltó que “la génesis del PRO era diversa, había gente que venía del peronismo, del radicalismo, de partidos más liberales, una sana diversidad donde puede que se ha catalogado de centro derecha, pero jamás fue un partido extremo”. Es decir, propone una vuelta a los orígenes más amplios del partido fundado por Macri, pero lo haría desde la debilidad de haber perdido el consenso interno, como confirmaron las PASO. “No veo una gran mayoría del PRO que suscriba a las ideas de extrema derecha de Milei”, dijo el jefe de Gobierno. Tampoco se ve una mayoría que se oponga.
Aun así, hay voces que en medio del estridente silencio del PRO se destacan. Por ejemplo, la de un amigo de Bullrich como el filósofo y escritor Santiago Kovadloff, quien iba a ocupar un cargo en el gabinete si JxC ganaba las elecciones y acaba de anunciar en el diario La Nación que en el balotaje votará en blanco, con argumentos que se convierten en estiletes contra Milei y sus flamantes socios “halcones”: tras criticar a Massa, opinó que “no hay cauce posible para la alternativa republicana” y advirtió que “subordinarla al autoritarismo novel para huir del tradicional creyendo que, a la larga, se lo podrá domesticar, es una ilusión que no comparto, vale decir una posibilidad en la que no creo”.
“No veo cómo lo que me importa, lo que defendí y defiendo pueda fortalecerse recurriendo a quienes hasta ayer no hicieron otra cosa que denigrarlo, acusando a sus voceros de criminales e irresponsables -agregó-. Nuevo o viejo, el autoritarismo es siempre el mismo: reduccionista en todo, expresión de una intolerancia visceral hacia el pluralismo, hacia el disenso, hacia la palabra como expresión de ideas y no de ideología, hacia la verdad como tarea incesante y no como dogma inamovible. ¿O es que el concepto de cambio, tal como Juntos lo pregonó, es sinónimo del que enarbola a gritos La Libertad Avanza? ¿Desde cuándo? ¿Desde el 22 de octubre? ¡Milagros semánticos que promueve la urgencia electoral!”. Es evidente que hay aliados de Bullrich que ya dejaron de serlo.
Por ahora, el debate interno en el PRO se reduce a opiniones aisladas de ex ministros como Pablo Avelluto o intelectuales como Kovadloff, pero será ineludible para todos a partir del 20 de noviembre. “Tenemos que discutir si queremos ser un partido socialdemócrata o una centroderecha liberal”, admiten desde el entorno de Macri. Paradójicamente, en la vereda larretista coinciden, aunque advierten que impulsarán un recambio en la presidencia del PRO, con una renovación dirigencial que sume los liderazgos ratificados en las urnas: desde el jefe de Gobierno porteño electo, Jorge Macri, el nuevo “dueño” del bastión político del partido, y futuros gobernadores como Rogelio Frigerio (Entre Ríos) e Ignacio Torres (Chubut) hasta intendentes como Diego Valenzuela (Tres de Febrero), Soledad Martínez (Vicente López), Guillermo Montenegro (General Pueyrredón), Sebastián Abella (Campana), Ramón Lanús (San Isidro), Pablo Petrecca (Junín) o Juan Pablo Poletti (Santa Fe).
Cerca de Vidal afirman que le gustaría presidir el PRO siempre y cuando se salde esa discusión interna sin que el partido quede atrapado en la dinámica de Milei. La ex gobernadora se pronunció en el mismo sentido que Larreta: “No voy a apoyar a ninguno de los dos candidatos ni voy a ser parte del gobierno de ninguno de los dos”, advirtió poco después de las elecciones generales.
El PRO también deberá asumir el desafío de organizarse mejor como partido: tiene apenas 180.000 afiliados en todo el país y falencias estructurales que prenden alarmas en momentos como el actual, en donde si no hay acuerdo para renovar las autoridades deberán hacerse elecciones internas. Siempre fue un espacio con la marca indeleble de Macri en el orillo y ese sello, que nadie discute cuando se ganan elecciones, privilegió el “dedo” del líder antes que el voto de los afiliados.
«Quiero que conduzcan al PRO las ideas que yo he representado y por las que gané en la interna”, dijo Patricia Bullrich al hablar de la renovación de autoridades del partido en 2024
Larreta quiere disputarle ese liderazgo en la medida en que Macri se siga radicalizando. No será fácil: una encuesta nacional de una consultora líder demuestra que entre el 70% y el 75% de los votantes de Juntos por el Cambio apoyan el pacto con Milei. Por eso hasta un aliado del jefe de Gobierno como Diego Santilli ya se reunió con Guillermo Francos, el designado ministro del Interior de Milei, para que sus dirigentes y militantes ayuden a fiscalizar los votos en la provincia de Buenos Aires.
Dentro de una semana se sabrá si Macri ganará la apuesta en su juego político a todo o nada, que puede completar incluso con un triunfo en las elecciones de Boca Juniors del 2 de diciembre, donde integrará la fórmula con Andrés Ibarra para desplazar al oficialismo de Juan Román Riquelme. Si acierta todo, ¿de allí saltará a la candidatura presidencial en 2027 o al intento de suceder a Gianni Infantino en la FIFA, cuyo mandato vencerá ese mismo año? Habrá que ver qué le dice en ese momento su hija Antonia, de 11 años, que le aconsejó que apoyara a Milei porque “no hay otra alternativa”.
Fuente: infobae