A un año de la Canonización de Mama Antula, el cardenal Bokalic recordó la histórica jornada

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Este martes 11 de febrero, la Iglesia de Saniago del Estero, del país y del mundo entero recuerda el Primer Aniversario de la Canonización de María Antonia de San José, más conocida como Mama Antula.

Al respecto el Cardenal Primado de la Argentina, Arzobispo Vicente Bokalic CM realizó una extensa reflexión en torno a este acontecimiento que marcó a toda la provincia y resaltó el legado de la primer santa argentina.

En ese contexto monseñor Bokalic afirmó, «Este regalo -en relación a la canonización de Mama Antula- nos compromete a trabajar por una sociedad más fraterna, justa, humana, reconciliada».

A continuación compartimos el mensaje completo del Arzobispo Primado de Argentina:

Con inmenso gozo hacemos memoria de aquel día en la Basílica de San Pedro cuando el
Papa Francisco proclamó el decreto de canonización de María Antonia de San José y se
desplegó el retrato de la nueva santa en una de las columnas principales de la Basílica.
Cuanta alegría, cuanta admiración, gratitud, emoción y muchos sentimientos más al
participar de esta magna celebración que quedará en la memoria de toda la Iglesia y en
particular de nuestro Santiago querido. Más aún, este regalo de Dios, permanecerá en la
memoria de toda Iglesia, pues María Antonia de San José, ya no sólo es de Santiago, sino
que nuestra Mama Antula, es universal.

Es más, su vida y su misión trasciende los límites de la Iglesia. Su misión reflejaba su
caridad para la santificación del prójimo y para la salvación de las almas. Deseaba llenar
de amor de Dios los corazones para transformar la sociedad de aquel momento según el
Evangelio, misión que sigue inspirando y motivando en estos tiempos nuevos, tan
distintos de aquellos.

Han pasado más de doscientos años y su ejemplo continúa dando luz, atrayendo e
impulsando a vivir hoy lo que ella vivió con pasión en su tiempo. Prueba de ello es la
extensión de conocimiento y devoción de santa Mama Antula en muchas comunidades
eclesiales de nuestra Patria. Es una inmensa alegría verla reflejada en una imagen, un
cuadro o simplemente una estampita en lugares muy lejanos de Santiago. María Antonia
de San José se va metiendo en el corazón de nuestro pueblo creyente y cristiano.

Amada por mayores y jóvenes, su vida despierta interés en muchísimos ámbitos, eclesiales y civiles. Podríamos hacer referencia en este aspecto como ejemplo que, por iniciativa de
la Pastoral Misionera, la cual elevó oportunamente una solicitud a la Santa Sede, Mama
Antula ha sido nombrada mediante decreto del Dicasterio del Culto Divino y la Disciplina
de los Sacramentos, Patrona Argentina de las Misiones.

Por otro lado, la misma Universidad Nacional de Santiago del Estero, el 28 de septiembre del 2023 la declaró Doctora honoris Causa, por su aporte a la literatura y cultura de la época. En este sentido son cada vez más los ámbitos que buscan conocerla para adoptarla como patrona, inspiradora, modelo de discípula misionera de Jesús.

Como señalamos anteriormente, la obra de esta extraordinaria mujer, “celosa misionera
al servicio del Evangelio” trascendió el ámbito eclesial. Desde su condición de mujer
laica, conocedora de la espiritualidad ignaciana, llamando a la conversión y ofreciendo
los Ejercicios Espirituales, convirtió a muchos ciudadanos en levadura de una sociedad
más justa, más humana, más fraterna. Su vida y su inmensa obra son pruebas evidentes
de que el Evangelio de Jesús “humaniza y transforma las personas y la sociedad” para
vivir con dignidad su ser de creatura e hijos de Dios.

Esto nos llama e interpela a fin de saber y comprender su vida, el contexto histórico de
aquel entonces, su valentía frente a las diversas adversidades, su amor a Dios y al pueblo,
su incansable caminar en nuestra Patria. La experiencia del amor de Dios la impulsaba a
salir, buscar, invitar, acompañar, crear ambientes en los que se sientan acogidos todos,
con preferencia especial por los pobres.

Los Ejercicios Espirituales eran el ámbito donde se conocía y experimentaba el amor de
Dios: que ama a todos, sin excepción. Eran espacios de oración, de silencio, de escucha,
de conversión y transformación de vidas. Lugares de encuentro con el Dios de la Vida y
con los hermanos. Pasaron miles y miles de personas por los encuentros: hombres y
mujeres de toda condición social.

A Mama Antula sólo le animaba hacer conocer el amor de Dios. Quería llegar hasta el fin
del mundo para dar a conocer este amor, tantas veces desconocido y muchas veces
negado. Hoy diríamos que su pasión por la Misión evangelizadora animaba todos sus
días, sus sueños, iniciativas y realizaciones, sus proyectos, su existir en condiciones nada
propicias para tamaña empresa. En su encuentro personal con el Señor, en la oración
continua y perseverante encontraba la fortaleza frente a tantos obstáculos por todas partes, con autoridades civiles-políticas como así también eclesiásticas

Así son los santos de todas las épocas: sus testimonios iluminan y se actualizan en
distintas épocas y situaciones históricas. Cada santo es un regalo de Dios para su tiempo:
en la Iglesia y en la sociedad. El que suscita la santidad es Dios -porque Él es Santo- y
participa de la santidad a sus hijos. La santidad es obra de Dios, pero debe contar con la
colaboración humana. No se impone, se propone en la común vocación a la santidad de
todos los cristianos.

Esa memorable mañana, del 11 febrero, en la celebración eucarística en Roma el Papa
Francisco comentando el Evangelio (cf. Mc 1,40-45) que se refería a un enfermo de lepra
y que Jesús tocó y sanó, concluyó su homilía haciendo referencia a la nueva Santa para
toda la Iglesia: “Hermanos y hermanas, Dios nos ama así, y si nos dejamos tocar por Él,
también nosotros, con la fuerza de su Espíritu, podremos convertirnos en testigos del amor
que salva. Lo enseñó santa María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como “Mama
Antula”.

“Tocada” por Jesús gracias a los Ejercicios Espirituales, en un contexto marcado por la
miseria material y moral, se desgastó en primera persona, en medio de mil dificultades,
para que muchos otros pudieran vivir su misma experiencia.

De esta manera involucró a un sinfín de personas y fundó obras que perduran hasta
nuestros días. Pacífica de corazón, iba “armada” con una gran cruz de madera, una imagen
de la Dolorosa y un pequeño crucifijo al cuello que llevaba prendida una imagen del Niño
Jesús. Lo llamaba “Manuelito”, el “pequeño Dios con nosotros”. “Tocada” y “sanada”
por el “pequeño Dios de los pequeños”, al que anunció durante toda su vida, sin cansarse,
porque estaba convencida —como le gustaba repetir— de que «la paciencia es buena,
pero mejor es la perseverancia». Que su ejemplo y su intercesión nos ayuden a crecer en
la caridad según el corazón de Dios.”

Y en aquel pueblito de nuestro Santiago, Silipica: un lugarcito pobre, en medio del monte,
desde los pobres y humildes Dios comenzó esta obra extraordinaria. Dios hace cosas
grandiosas y maravillosas.

En Santiago nos gusta recordar, hacer memoria y fiesta volviendo a las fuentes,
destacando momentos fundantes de nuestro ser provinciano y trasmitiendo todo ello a
las nuevas generaciones. Nos da una identidad particular: un pueblo que se alegra y recrea
en el Encuentro. La canonización “regalo de Dios” conmovió toda la sociedad
santiagueña. No sólo a los que pertenecemos a la Iglesia Católica sino a todos los que
pertenecemos y habitamos esta tierra empobrecida, humilde, pero con un pueblo que vive
y expresa valores humanos y cristianos. Los valores del Reino de Dios que debemos
cuidar y trasmitir.

Recordemos, celebremos, demos gracias a Dios por este “inmenso regalo” alegrémonos
porque tenemos un modelo e intercesora que acompaña nuestra marcha. Este “regalo “nos
compromete a trabajar por una sociedad más fraterna, justa, humana, reconciliada, donde
todos se puedan sentar a la mesa compartiendo los dones que nos regaló la Providencia
del Dios de la Vida.

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