Abel Pintos, el ídolo de multitudes que huye de la fama y se aloja en casas de familia

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«He vivido mucho y festejo todo lo vivido. Pero constantemente tengo la mira puesta en todos los sitios donde siento que deseo fortalecerme en lo personal y en lo profesional», confiesa Abel Pintos.

Triunfa en el mundo, sus colegas lo respetan y sus millones de fans lo adoran. Pero él no anda por la vida con guardaespaldas ni se esconde detrás de gafas oscuras. Por el contrario, suele mostrarse cargando la bolsa de las compras en el mercado de su barrio de Pilar, y tiene la costumbre de alojarse en casas de familia cuando la capacidad hotelera del pueblo que visita está agotada. Y es que si algo caracteriza al autor de «El Adivino», nacido en Bahía Blanca el 11 de mayo de 1984, es el hecho de nunca haber perdido su equilibrio emocional.

«Respeto todo lo que me constituye, pero es cierto que trabajo diariamente para que todo esté en armonía. No me gusta que el ego esté exacerbado, ni que esté la humildad. Trato de estar lo más atento posible a mis sensaciones», explica Abel, quien practica yoga, ama la lectura y prefiere hacer sus giras en micro en lugar de viajar en avión privado.

Después de recorrer el sur de nuestro país y Chile en el marco de la gira La Familia Festeja Fuerte, cuyo disco homónimo se grabó en vivo en diciembre de 2017 durante los dos shows que brindó en el estadio de River Plate, Abel se tomó unos días de descanso para poder disfrutar de su cumpleaños número 35 al lado de sus afectos. Esos mismos a los que, a lo largo de su carrera, siempre prefirió guardar para su intimidad.

Abel se crió en Ingeniero White junto a su padre, Raúl, de profesión comerciante; su madre, Susana, ama de casa; y sus hermanos, Andrés, peluquero canino, y Ariel, su productor desde hace décadas. Y dice que sueña con formar una familia, aunque no en el corto plazo. Pero nunca presentó una pareja ni se promocionó a través de ningún escándalo sentimental.

«Cuando un artista no cuenta porque sí con quién estuvo la noche anterior, se crea cierta curiosidad. Es como ir de invitado a una casa, estar en el comedor y querer saber cómo es el cuarto o el baño… Yo confío en el respeto que siento por el público y en el respeto que el público siente por mí. A ambos nos interesa la música. No más cosas», advierte el cantante, quien seguramente tendrá con quién brindar hoy por su cumpleaños.

La semana que próxima Abel volverá al ruedo para asistir a la entrega de los Premios Gardel 2019, que se realizará el 14 de mayo en el Auditorio Ángel Bustelo, en Mendoza. Ganador de tres galardones de Oro (2013, 2014 y 2017), en esta oportunidad el cantante está nominado en las categorías mejor álbum artista masculino pop y mejor videoclip largo por «La familia festeja fuerte», y grabación del año, mejor canción de dueto y mejor videoclip corto por su colaboración con Eruca Sativa en «Amor Ausente».

Luego de este compromiso, Abel viajará al exterior para seguir con su apretada agenda de presentaciones. Y es que su «familia», tal como define a su público, en los últimos tiempos ha ampliado considerablemente sus fronteras. Sin embargo, en cada lugar que visita, el cantante logra la misma conexión con su gente.

«Desde hace muchos años en los conciertos, con 200 personas o 60 mil, se genera un estado de complicidad, un clima especial. Por eso los llamo familia; no es un adjetivo de carácter oportuno -aclara Pintos-. Tampoco es porque venga gente de todas las edades, sino por el trato que tenemos, que le damos a la música, sobre todo en vivo, cargada de amor».

Más de 20 años pasaron ya desde aquel 25 de enero de 1998, en el que con su cabeza llena de rulos subía al escenario Atahualpa Yupanqui dispuesto a no dejar pasar su oportunidad en el Festival de Cosquín. Desde entonces muchas cosas cambiaron para Abel.

Hace rato que se olvidó de aquella melena para lucir su cabeza rapada, a veces con barba, ahora con bigote. Ya hace una década que viró del folclore al género melódico y el pop, que lo recibió con los brazos abiertos y le permitió abrir nuevos mercados. Y desde hace mucho dejó de ser una promesa para convertirse en un número uno a nivel internacional. Sin embargo, el Flaco nunca cambió. En cualquier caso sigue siendo el mismo de siempre.

¿Por qué lleva en su cuello tatuada la palabra «Gratitud»? «Durante muchos años estuve cerca, pero nunca dentro del concepto. Y en los últimos tiempos, por una situación muy delicada, me di cuenta de que al final de todo el dolor, pasaba más tiempo agradecido por las maneras de poder contener o de abordar el dolor que sintiéndome dolido. Así que me siento en un piso de gratitud significativo», cuenta Abel, definiendo su esencia en una sola palabra.

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