Abel Pintos: Historia en tiempo real

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Abel Pintos tiene 28, y más de la mitad de su vida transcurrió entre canciones, discos y escenarios. Son 15 años los que pasaron desde que el pibe de Ingeniero White apareció para ser automáticamente catalogado como «promesa», «nueva camada» y «renovación» del folklore argentino, y en el medio también fueron pasando discos hasta llegar a Sueño dorado, el octavo de su carrera. Cambió su voz, su estilo, su look y aunque no es un veterano, cómo serlo a esa edad, el aplomo y su inquieta realidad de artista desmienten al calendario con un CD más DVD que es una aventura en tiempos de producciones discográficas ajustadas y convencionales.

«Es el primer DVD, y como tal queríamos salir de la cosa preestablecida que marca juntar muchísima gente en un estadio, meter una superproducción de pantallas, luces y mostrarlo en formato de show. Entonces decidimos ir a un lugar inmenso y natural, utilizar sólo la luz del día y el paisaje como única escenografía. Elegimos la Ciudad Sagrada de los indios Quilmes, en Tucumán, y con la mística de ese lugar nos propusimos grabar un concierto en tiempo real, sin público, con la gente que se sienta en su casa a verlo como destinatario y nadie que diga ‘uy, cómo no estuve en ese recital donde fue tanta gente'», detalla Pintos días antes de su show de presentación en Córdoba.

Play. El sol apenas salido en esa zona bellamente desértica baña todo con una luz que parece venir del primer amanecer de la historia, efecto especial que se percibe solamente en los lugares que albergan ruinas de civilizaciones pasadas. Y del mismo modo que es inevitable observar cómo se engarzan los sonidos en el contraste de lo electroacústico (la manzanita de la Mac convive con el charango y el tiple), el registro devuelve desde la pantalla la idea de una ceremonia íntima en la inmensidad de un paraje inhóspito, apenas modificado por la presencia humana desde que sus pobladores originarios fueran explusados del Valle Calchaquí, hace cerca de 350 años.

«No hay nadie, pero hagamos de cuenta que hoy hay más de 20 mil personas ahí, porque esa es la cantidad de copias vendidas hasta ahora de Sueño Dorado. Disco de oro en menos de una semana. Es íntimo pero no tanto ¿eh?», comenta sin un rastro de vanidad ni orgullo, lisa y llanamente feliz de que ese pack que contiene recreaciones de sus propios temas, más una hermosa versión de Cactus, de Gustavo Cerati, elegido corte de difusión. Los primeros pasos de la gira, que arrancó en Rosario con tres shows agotados, confirma que la multitud está y es real, aunque no aparezca en el DVD grabado en un lugar histórico para repasar su propia historia.

La idea de reversionar era, confiesa ahora, volver a conectar con esas canciones, no solamente hacerlas con un arreglo distinto sino entenderlas desde otro lugar.

-Es prácticamente un disco de electrónica o pop ¿Dónde te ves en 15 años?
-Yo me veo siempre buscando o mejor dicho en la formación de lo que uno termina teniendo por estilo en la música. Este disco empezó siendo acústico de guitarras, después decidimos agregar un cuarteto cuerdas, y un día se me ocurrió que tenía que tener texturas acústicas con instrumentos autóctonos, sustentado por una base de música electrónica, un género con el que estoy coqueteando desde Revolución, el disco anterior, y por lo tanto que estoy descubriendo incluso como público desde no hace mucho tiempo. Así que sería imposible saber qué pasará en otros 15 años.

Puede que esa sea la clave. Pintos es lo suficientemente sabio como para conectarse con la música tanto desde el lugar de compositor o intérprete como desde el que ocupa el público. «Es cierto, siempre necesité incorporar cosas a mis discos desde la emoción: tenía que poner cada cosa en ese lugar porque me emocionaba como público. Eso me lleva a disfrutar mucho y a aprender también. Para Sueño dorado, en el estudio estaba Juan Blas Caballero trabajando samplers y yo al lado me la pasé escuchando cientos de discos de música electrónica, viendo no sé cuántos videos de músicos que componen con fragmentos de otras canciones, empapándome en el tema. Es muy feliz para mí poder hacerlo así».

De Londres a los valles calchaquíes puede haber una distancia muy corta. En ese buceo de aguas profundas por la música electrónica, Abel rescató para sí a Zero 7, un combo inglés de trip hop y ambient al que hoy que reconoce clave como referencia para Sueño dorado. «Fue una gran influencia en cuanto a lo que queríamos lograr: un sonido muy cuidado, sin sobrecargar agudos ni graves y una mixtura natural entre electrónico y los instrumentos acústicos y eléctricos. ¿Raro? No, somos un país nutrido de tradiciones de todo el mundo, sería complicado hacer un folklore excluyendo cualquier otra influencia. Además hoy prendés una computadora, escribís en Twitter y te leen en ese mismo momento en cualquier parte del mundo. La conexión es maravillosa».

-¿Y la conexión con Cerati?
-A Cerati le gusta mucho la música folklórica, tengo entendido. Las dos o tres cosas que hizo en esa dirección son hermosas. Pero más allá de los puntos en común o los cruces, Gustavo es un compositor enorme, un tipo ineludible para los que escribimos canciones y también admiramos a otros compositores. Tiene un repertorio de canciones preciosas al que los artistas van a seguir acudiendo por su estética y el gusto tan particular que maneja. Para mí, que soy fan y hablo sin ningún tipo de objetividad, es sublime. Igual creo que hay que hacerlo bien, si tomás Cuando pase el temblor, por ejemplo, que es un híbrido tan bien logrado, y lo llevás a carnavalito puro, por ahí perdería lo esencial que tiene de encuentro entre el pop y el folklore. O quizás no. En una de esa viene una banda, hace un carnavalito puro de Cuando pase el temblor, nos vuela la peluca y te llamo para decirte que dejemos de opinar pavadas.

Fuente: La Voz del Interior

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