Aborto: el peligroso doble juego de Macri

Polémica

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¿Macri es el presidente liberal y democrático que decidió habilitar la discusión legislativa sobre la despenalización del aborto cuando otros líderes políticos no se atrevieron? ¿O es el líder de un partido cuyos diputados votarán por inmensa mayoría, como en ningún otro bloque, para que se cumpla la voluntad de la iglesia? ¿Es sensato para un líder generar una expectativa que luego se frustra por voluntad de los legisladores propios? El desenlace de la votación sobre la despenalización del aborto está destinado aportar nuevos elementos en un debate que es permanente en cualquier país democrático. Ese debate trata sobre la verdadera naturaleza de su Presidente.

Los líderes políticos suelen ser personalidades complejas, y eso tal vez es uno de los condimentos que los transforma en quienes son, porque ese rasgo les permite dirigirse a públicos diversos. Si el aborto es aprobado, por más que Macri no lo haya apoyado públicamente, nadie podrá quitarle el mérito por el coraje de haber abierto el debate sobre un tema tan controversial. En cambio, si el aborto es rechazado, especialmente en la Cámara Baja y por la actitud mayoritaria del oficialismo, la actitud del Presidente podría ser mirada desde una perspectiva distinta.

Desde que regresó la democracia, cada uno de los presidentes importantes incorporó algún elemento relevante en términos de ampliación de derechos.Raúl Alfonsín, por ejemplo, impulsó el juicio a los ex comandantes y la aprobación de la ley de divorcio vincular. Carlos Menem dinamitó para siempre el rol de los militares como amenaza a la democracia –algo que había marcado la historia del país desde su nacimiento– y eliminó el servicio militar obligatorio. El matrimonio Kirchner dio nuevo impulso a los juicios a los militares y aprobó la ley de matrimonio igualitario. Así las cosas, un país donde, en 1983, los habitantes no podían divorciarse cuando dejaban de amarse se transformó en otro donde pueden casarse entre sí las personas del mismo sexo.

En sus treinta meses de Gobierno, Mauricio Macri no realizó ningún aporte significativo en este derrotero, hasta que en febrero de este año anunció que había decidido abrir el debate legislativo sobre la despenalización del aborto. Ese gesto gratificó a muchos de sus simpatizantes, los que pertenecen al sector más liberal y democrático de la fuerza gobernante, que no son pocos.

Cambiemos, como se sabe, se nutre de distintas corrientes históricas. Una de ellas es claramente conservadora y proclerical, y se expresa en dirigentes que acompañan a Macri desde su desembarco en la política. Los principales exponentes de ese pensamiento son la vicepresidente Gabriela Michetti, el presidente del bloque del Pro en el Senado Federico Pinedo, el de Diputados Nicolas Massot y el ex ministro de Educación, Esteban Bullrich. A ellos se ha sumado, en los últimos tiempos, la titular de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, con un discurso donde no se reconoce la dirigente democrática y liberal que fue en sus comienzos.

Si Macri se hubiera congelado a sí mismo en las ideas de esos dirigentes jamás hubiera llegado al poder. Como todo político triunfador, ha sido un hombre que supo cambiar. El ejemplo más ilustrativo de eso fue su posición frente al matrimonio igualitario.

—La homosexualidad es una enfermedad, no es una persona ciento por ciento sana —había dicho Macri en 1997 en una entrevista publicada por el diario Página/12.

En noviembre de 2009, una jueza porteña había decidido habilitar que una pareja gay se casara. El cardenal Jorge Bergoglio presionaba por entonces a Macri para que apelara esa decisión. Pero este decidió grabar un mensaje que decía:

«Tuve un debate interno, sopesando mi formación y mi historia con mi búsqueda de las mejores costumbres y las mejores libertades para la sociedad . Y siento que es un paso importante, porque hay que aprender a vivir en libertad, sin vulnerar los derechos de los otros. El mundo va en esta dirección, así que estoy contento. Y espero que sean felices».

Ese tipo de actitudes le sumó a Macri un sector social nuevo, de tradición liberal y alfonsinista, que lo fue adoptando a medida que realizaba obras públicas en barrios populares, confrontaba con el Papa y con el kirchnerismo a la vez, y mantenía los niveles de gasto social de los períodos anteriores. Ese sector aplaudió la decisión de febrero.

El problema, ahora, es que el aborto puede ser rechazado en la Cámara de Diputados, y si uno mira con frialdad quiénes votan una cosa y quiénes la otra, lo que se ve es que en ningún otro bloque la posición pro clerical es tan mayoritaria como en Cambiemos. La relación de fuerzas en contra de la despenalización es casi de 2 contra 1 en ese bloque. Ningún espacio aporta tantos votos en el sentido que pide la iglesia como el oficialismo.

Dentro del Pro, ha habido diputados que militaron con mucha valentía a favor del proyecto de despenalización. Pero Silvia Lospenato y Daniel Lipovetsky están a punto de ser derrotados por Carrió, Massot y Michetti.

El comportamiento de Macri es poco usual. En todos los avances que se produjeron anteriormente, los presidentes jugaron un rol decisivo. Alfonsín impulsó activamente el divorcio, Menem la eliminación del servicio militar y los Kirchner el matrimonio igualitario.

¿Y Macri? ¿Su rol consiste apenas en decir que está a favor de la vida? Sus partidarios sostienen que es un gesto democrático que contrasta con el verticalismo kirchnerista. Es una visión poco memoriosa. Durante el debate sobre el matrimonio igualitario también hubo libertad de acción para los legisladores. Eso no quiere decir que el Ejecutivo haya sido neutral.

Así las cosas, si Diputados archiva el proyecto habrá dos miradas sobre Macri. Unos dirán que cumplió el rol histórico de abrir un debate. Otros destacarán que es el jefe de un partido cuyos diputados votaron en contra de que Argentina se ponga al nivel de las democracias más estables y desarrolladas del mundo. Dentro de la corriente liberal que nutre a Cambiemos, algunos quedarán conformes y otros dañados. ¿Será un buen momento para abrir un nuevo flanco, para permitir que la base más conservadora de Cambiemos se muestre tan dominante, para desanimar votantes en duda o a personalidades tan cercanas como las que se han expresado en estos días a favor de la despenalización y en contra del aborto clandestino? Adolfo Rubinstein es el médico que Macri eligió para proteger la vida de los argentinos. ¿No sería coherente que lo escuche más que a Michetti y Carrió, que no fueron designadas en ese área?

Encima, el bloque del Frente para la Victoria será el que más votos aporte para la despenalización. Hasta la madrugada de mañana jueves, Macri será el presidente que reabrió el debate cerrado por Cristina. Desde entonces, dependiendo del resultado de la votación, las cosas habrán cambiado.

Una vez más, como muchas otras, el Presidente aparece atrapado entre lo que es, lo que quiere ser, lo que le demanda la sociedad, lo que fue. Será interesante ver qué salida la encuentra a ese laberinto donde todas las opciones tienen un costo, aunque una de ellas lo pagan las 45 mil mujeres por año que, según el ministro de Salud, son atendidas en hospitales porque son obligadas a someterse a abortos clandestinos.

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