Adelanto exclusivo: el explosivo libro de Margarita Stolbizer sobre Cristina Elisabet Kirchner

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Es la principal enemiga de Cristina Kirchner y está a punto de abrir un nuevo frente de batalla con la ex presidente. Se trata de Margarita Stolbizer, quien en «Yo acuso», su inminente libro que audazmente evoca la famosa carta abierta de Émile Zola, presenta una exhaustiva investigación sobre los negocios del matrimonio Kirchner, a quienes la diputada nacional califica de «gran empresa familiar de la política delictiva».

«Yo acuso a quienes han sido responsables de robarnos dignidad y degradarnos como sociedad para instalar una cultura de la prebenda, de la dádiva, de la coima. Acuso muy particularmente a la ex Presidenta Cristina Elisabet Fernández de Kirchner, la principal responsable, junto con su marido fallecido, de haberle robado a los argentinos en el presente y por muchas décadas en el futuro la posibilidad de una democracia más sólida y una vida más justa», escribe Stolbizer en el prólogo de su libro, que edita Margen Izquierdo y distribuirá Planeta a partir de la próxima semana.

Según la líder del GEN, el libro, escrito en colaboración con su abogada y asesora, la doctora Silvina Martínez, tiene como objetivo probar el rol protagónico de Cristina Kirchner en su enriquecimiento ilícito.Stolbizer, quien esta semana presentó una ampliación de su denuncia contra la ex presidente por «ocultamiento de patrimonio», acusó en la Justicia a Cristina Kirchner por asociación ilícita en las causas Hotesur y Los Sauces, dos de los expedientes que más preocupan a la dos veces mandataria.

A continuación, un fragmento de «Yo acuso», centrado en los negociados en torno a los hoteles de la familia Kirchner.

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Capítulo 5

EL ESTADO SOY YO

No fue sino hasta 2010, a partir de la muerte de Néstor Kirchner, que se dio un punto de inflexión ineludible para entender el rol de Cristina Kirchner dentro del entramado de negocios ilícitos y corrupción estructural sobre el que se viene sosteniendo desde hace décadas el modus operandi del kirchnerismo.

Mientras Néstor Kirchner estuvo a cargo de la gran empresa familiar de la política delictiva y depredadora, la figura de Cristina parecía resguardada. El argumento más instalado en el debate público era que Cristina se mantenía ajena a todos los manejos espúreos de su marido y a la estructura de poder que éste había construido en Santa Cruz y luego replicado a escala nacional, desde Casa Rosada.

La estrategia de negocio kirchnerista para aprovechar el poder republicano en su propio beneficio tuvo etapas. El primer gran negocio que los Kirchner orquestaron en un principio desde su posición privilegiada en el Sur de Argentina fue el de la obra pública. No había mucho de innovador en esa estrategia corrupta: el enriquecimiento se basaba en cotizaciones de obras de infraestructura pública que luego se adjudicaban y pagaban con sobreprecios significativos y, a cambio, retornos de los empresarios beneficiados que fueron a parar a los bolsillos privados de «la familia presidencial».

Fue más adelante que la estrategia se empezó a diversificar en nuevas «unidades de negocios: el pago de subsidios; la importación de combustibles; los negocios con Venezuela; el juego; el tráfico de efedrina, un precursor químico usado para la elaboración de droga sintética; los negocios hoteleros y financieros dentro de lo que cabe recordar el caso de la imprenta Ciccone Calcográfica SA, luego llamada y expropiada como Compañía Sudamericana de Valores.

Yo fui la primera en denunciar la operación ilícita detrás de la imprenta, que no sólo alcanza al ex vicepresidente Amado Boudou, implicado en esa operatoria ilegal. También quedaron involucrados desde la Casa de la Moneda y el Banco Central hasta la Unidad de Información Financiera (UIF) y la AFIP, que fueron partícipes necesarios para la comisión de la maniobra delictiva que terminó com la apropiación ilegal de la fábrica de billetes.

La diversificación de la estrategia de inversión ilícita y enriquecimiento corrupto no supuso en absoluto la incorporación de más socios en condiciones de igualdad. Cada uno de estos negocios tuvo un jefe distinto pero todos tributaban a la cabeza de la organización, que no sólo era Néstor Kirchner sino el matrimonio presidencial. Es decir, Cristina Kirchner fue parte fundamental de esa sociedad ilícita, estaba entre sus principales beneficiados y además, compartía el liderazgo del negocio.

La sociedad entre Néstor y Cristina fue perfecta en ese sentido: la intimidad familiar, la política y los negocios confluían naturalmente. La ex Presidenta no es inocente ni estuvo ajena a los manejos de su marido ni en los años de poderío en Santa Cruz ni en la escalada territorial a nivel nacional.

Al morir Néstor, Cristina asumió el liderazgo de esa verdadera banda delictiva anclada en el clan Kirchner y puso en marcha una fenomenal estrategia comunicacional diseñada para enfatizar su luto y su dolor a lo largo de cuatro años.

El discurso grabado, altamente emotivo, con el cual Cristina se dirigió al país el lunes tras el sepelio de Néstor Kirchner, fue el paso fundacional de este plan. En un solo golpe comunicacional táctico logró dos golpes de efecto: transmitió la vulnerabilidad de su situación de viuda que debía seguir afrontando las delicadas responsabilidades que acarrea la Presidencia de la nación, lo que generaba empatía social por el contraste entre la debilidad de esa mujer y el tamaño de sus cargas, y al mismo tiempo, pronunció las palabras exactas con los gestos justos para dejar claro que asumía una posición de poder y de mando dentro de su propio partido.

El otro hecho fundamental dentro de este proceso de consolidación del poder de Cristina fue la designación de Amado Boudou como vicepresidente en junio de 2011. La decisión causó sorpresa hasta entre los propios. Boudou era un advenedizo en la política y su derrotero político no gozaba de la mejor imagen: había hecho negocios en cada una de las posiciones públicas que había ocupado. Sin embargo, se convirtió en el elegido de Cristina. No era casual: respaldaba su decisión otros logros de Boudou, su carácter de representante del los Kirchner en los nuevos negocios ilícitos que el matrimonio presidencial encaraba por esos días.

Con la designación de Boudou como compañero de fórmula quedó claro que la inocencia de Cristina en relación a las estrategias corruptas de Néstor Kichner era simplemente un malentendido. Cristina también era Néstor.

En esta cadena de develamiento del verdadero rol de Cristina en la corrupción estructural del kirchnerismo ha sido clave también la figura de Lázaro Báez. Báez es el hombre a quien la ex Presidenta reconoció como su socio, un empresario investigado por el delito de lavado de dinero en Argentina, Uruguay, Estados Unidos y Suiza. A partir de esa sociedad, se puso en evidencia que también Cristina estaba atrapada en la telaraña del lavado.

Hubo algo más que acrecentó la gravedad de esta estrategia delictiva: que contó con un relato construido en base a mentiras sostenidas a la opinión pública desde las máximas autoridades de la república y de una traición escandalosa a la voluntad popular. La maquinaria montada por Néstor y Cristina Kirchner tuvo como motor principal el enriquecimiento personal. La política al servicio del delito. Pero por delante antepusieron la hipocresía discursiva, «el relato» para montar como pantalla un compromiso fals con los derechos humanos, con los jóvenes que fueron utilizados como carnada de ingenuos.

La política en la que yo creo es otra cosa: debe ser un acto de servicio y no de aprovechamiento de la función pública y el poder para enriquecerse. Muchas veces me pregunto qué pasa por la cabeza de hombres y mujeres políticos que se dejan vencer por una voracidad económica escandalosa. ¿Cómo puede vencerlos la codicia al punto de traicionar la confianza de la sociedad?

El matrimonio Kirchner no dejó negocio sin hacer, no importa si se trataron de operaciones multimillonarias o negocios con tasas de retornos comparativamente menores, como fue el manejo para asegurar el alojamiento de los pilotos de Aerolíneas en el Hotel Alto Calafate.
El matrimonio presidencial hizo tanto dinero que ni varias generaciones de hijos y nietos podrán terminarán de gastar toda la riqueza mal habida que acumularon.

Uno de los hechos que mejor ilustra el abuso de poder que desplegó Cristina Fernández de Kirchner desde el ejercicio de su cargo al frente del estado nacional fue la contratación del Hotel Alto Calafate por parte de la empresa Aerolíneas Argentina para alojar su tripulación cada vez que viajaba a esa ciudad.

Ningún negocio ilícito merece justificación, mucho menos cuando hablamos del aprovechamiento de un cargo surgido de la elección y voluntad popular, para cometer delitos contra la administración pública en beneficio personal.

Pero cuando estamos frente a un hecho de una envergadura tan menor para quien ha amasado ya una fortuna de varios millones de dólares, me cabe no sólo una reflexión desde lo político o jurídico sino también desde lo filosófico y por supuesto, desde lo ético. Hubo en esa voluntad por quedarse con todo, incluso los negocios de menor cuantía, una dimensión patológica: la codicia imprimiendo su poder sobre la ética política. No hay otra explicación política frente a un negocio menor en términos económicos.

Este contrato entre la aerolínea de bandera y el Hotel Alto Calafate resulta un ejemplo claro de esa conducta viciada que he venido describiendo. Ese marco degradado de acción implicaba no dejar pasar ninguna oportunidad de enriquecimiento personal por menor que ésta fuera.

La relación entre Aerolíneas Argentinas y el Hotel Alto Calafate empezó antes de que el matrimonio Kirchner comprara el establecimiento hotelero a José Amil López en 2008 pero el vínculo se intensificó fuertemente a partir de ese año, una vez que fueron ellos a través de las empresas de sus socios, primero Lázaro Báez y luego Idea SA., quienes administraron el emprendimiento.

Desde ese año, el Alto Calafate recibió U$S 2.543.648 de la empresa estatal en concepto de pago por el uso de sus habitaciones, una contratación que se hizo de manera directa, sin concurso de precios en el que participaran otros proveedores o establecimientos ni mucho menos una licitación pública por parte de Aerolíneas Argentinas. El Hotel Alto Calafate fue el elegido sin disimulo alguno. La justificación de la elección no se basó en mejores precios sino en una «conveniencia» derivada de una «consulta», que no hemos podido comprobar, dentro de la propia tripulación en su condición de usuaria de los servicios.

El Hotel Alto Calafate está ubicado camino al aeropuerto, a 3,5 kilómetros del centro de la ciudad patagónica de El Calafate, que se encuentra sobre la margen sur del Lago Argentino, a 320 kilómetros de Río Gallegos. Es uno de los catorce hoteles de entre cuatro y cinco estrellas en esa bella localidad patagónica, cuya principal atracción turística es el Glaciar Perito Moreno. Con sus ciento tres habitaciones, opera todo el año.

Cuando compraron el hotel, los Kirchner encararon una serie de ampliaciones. Mandaron a construir una sala de conferencias con capacidad para seiciento cincuenta personas y un restaurante y una piscina climatizada que amplió los servicios del spa.

El hotel ofrece tarifas tanto en pesos como en dólares y recibe pasajeros que llegan a través de agencias con paquetes con excursiones incluidas y también turistas independientes que contratan sus servicios por Internet. Para hacer frente a la temporada baja, el Alto Calafate cuenta con una «tarifa residente» para los santacruceños y también desarrolla promociones regionales.

La arquitectura del hotel, con inmensos ventanales e increíbles vistas, es imponente. Sus habitaciones, desplegadas a lo largo de tres pisos, están diseñadas según un criterio contemporáneo, un mobiliario moderno y materiales de calidad. Hay cuatro categorías de habitación -doble, doble superior, triple y suite-. La suite tiene 40 metros cuadrados y cuenta con jacuzzi, minibar, un pequeño estar y un vestidor.

El spa y el health club tientan con el sauna, el gimnasio y la pileta climatizada, que opera todo el año y cuenta con una cascada para masajes y vistas de todo el entorno.

Para las comidas, los huéspedes disponen del Restaurante Barlovento. Entre los servicios que ofrece, se encuentran platos regionales desde la trucha patagónica hasta el cordero asado. Desde el mismo restaurante, hay visuales de todo el entorno, con el Lago Argentino y los picos nevados de las montañas que lo circundan como foco de ese escenario natural.

El 30 por ciento de la ocupación diaria del Hotel Alto Calafate es producto de la contratación directa de Aerolíneas Argentinas. Las normas de contrataciones públicas no son aplicables a la compañía. Todas las compras y contrataciones que realiza la aerolínea de bandera nacional se encuentran sujetas exclusivamente al cumplimiento de los procedimientos establecidos en su Manual de Compras Generales y Contratos.

Se contrataron 47.912 habitaciones para la estadía de la tripulación de Aerolíneas Argentinas, lo que resulta en un promedio de quince habitaciones diarias cuando la tripulación que se alojaba promedio era de seis personas

Ese manual establece que las contrataciones deberán realizarse a través de un «concurso cerrado» pero admite la posibilidad de realizar una contratación directa cuando «se esté realizando la renovación de un contrato anterior». El concurso cerrado consiste en la invitación a posibles proveedores para que presenten sus propuestas respecto de un determinado servicio, las cuales deberán responder a las especificaciones técnicas que requiere el sector usuario. Recibidas las propuestas, se procede a su análisis económico. Se aclara también que la oferta más conveniente para la empresa no significa necesariamente la de menor precio.

En el caso de los hoteles, el sector usuario al que se refiere el manual está compuesto por la tripulación de los aviones. Para justificar entonces la elección del Hotel Alto Calafate, las autoridades de la empresa Aerolíneas Argentinas se basaron en la opinión de sus pilotos y asistentes de vuelo.

En ese sentido, el trámite dejó asentadas tres opiniones que fueron las que determinaron la contratación del hotel de la ex presidenta. La Jefa de Área Cabotaje Regional de ARSA se inclinó por el Hotel Alto Calafate porque el Hotel Kosten Aike no tenía piscina mientras que el Hotel Xelene estaba localizado demasiado alejado de la ciudad. Por su parte, la Coordinadora de Recursos Humanos de ARSA manifestó que el Hotel Esplendor Calafate no era adecuado ya que su servicio de limpieza era deficiente. Para ella tanto el Hotel Alto Calafate como el Hotel Xelene resultaban aptos.

Finalmente, un representante de la Gerencia de Operaciones consideró que, además de no tener pileta, el Hotel Xelene era muy antiguo y algo ruidoso porque estaba ubicado en pleno centro de Calafate. Su recomendación fue que se contratara al Hotel Alto Calafate.

El primer concurso de precios mediante el cual fue seleccionado el Hotel Alto Calafate se hizo en febrero de 2007, cuando el Grupo Marsans todavía estaba al frente de Aerolíneas Argentinas. Se trató de un contrato en pesos por una cantidad de proporcional a la tripulación que se iba a alojar: ochenta habitaciones que se pagaron a razón de 372 pesos por noche.

En agosto de ese año se pagaron docientas diecisiete habitaciones más a un costo reducido, debido a que era temporada baja, a 172 pesos cada una. Quedaron asentados así dos pagos dentro de los registros de la empresa, uno por 29.814 pesos y otro por 38.665 pesos.

Se hizo un nuevo concurso de precios en enero de 2008 y se determinó seguir con la contratación del Alto Calafate. A pesar de que había pedido de compra vigente, se hizo un nuevo concurso de precios en octubre de 2009, donde el Hotel Alto Calafate volvió a ser el favorecido.

La operatoria de asignación de habitaciones cuando una tripulación aterrizaba y descansaba en El Calafate era clara. Para que la tripulación pudiera cumplir tanto con la programación de los vuelos como con los tiempos de descanso exigidos reglamentariamente, era indispensable contratar un hotel. Una vez liberado el personal del avión, el jefe de la base del aeropuerto le informaba mediante un mail al hotel contratado qué cantidad de habitaciones se necesitarían y quiénes serían los tripulantes que se estarían hospedando.

El último contrato entre la aerolínea y el hotel se firmó en septiembre de 2015 y estipula que las tripulaciones de los vuelos a El Calafate tienen las habitaciones pagadas hasta agosto de 2016.

Luego, el hotel emitía las facturas por los servicios provistos, indicando el nombre de los miembros de la tripulación que se habían alojado y la cantidad de habitaciones efectivamente ocupadas. Las facturas eran enviadas a la sucursal de Aerolíneas para su revisión final, un trabajo realizado por un gerente de base o un jefe de sucursal. Aerolíneas no recibía los listados de la tripulación que se alojaban en el Hotel Alto Calafate. Sólo recibía las facturas que emitía el hotel.

Lo cierto es que los montos que pagó Aerolíneas Argentinas SA resultan exorbitantes y superan ampliamente el presupuesto necesario para acomodar a todos los integrantes de la tripulación que descansaron allí. Desde el momento en que Mariano Recalde quedó al frente de la empresa, en julio de 2009 y hasta diciembre de 2015, se emitieron cheques por 4,7 millones de dólares y por 2,26 millones de pesos, unos 145.000 dólares al cambio actual.

Desde 2008 en adelante, se contrataron 47.912 habitaciones para la estadía de la tripulación de Aerolíneas Argentinas, lo que resulta en un promedio de quince habitaciones diarias cuando la tripulación que se alojaba promedio era de seis personas. Los montos finales fueron abonados en dólares a las tres empresas que se hicieron cargo de la administración del Hotel Alto Calafate a lo largo de ese período: Hotesur, Valle Mitre e Idea. Las 297 habitaciones que hasta ese momento había pagado Aerolíneas pasaron a ser 6552 en 2008, el año en que Néstor Kirchner compró el hotel. El total de dinero que la aerolínea le pagó al Hotel Alto Calafate fue de 912.124 dólares, la primera «cuota» de lo que sería una relación fructífera en los años siguientes.

En 2009, que fue el año a partir del cual Valle Mitre la empresa de Lázaro Báez se hizo cargo del manejo del hotel, Aerolíneas Argentinas pagó 646.703 dólares por 5456 noches. De ese total, 1984 se abonaron en temporada baja a 84,70 dólares la noche. El resto se pagó a 129,47 dólares la noche. Entre 2009 y 2012, Valle Mitre le cobró 2,213 millones de dólares por 20.696 noches de hotel a la aerolínea del estado.

A simple vista se advierte que la cantidad de habitaciones contratadas excedía la cantidad de personas de una tripulación que puede pasar la noche en el Hotel. A veces se contrataban hasta veinte habitaciones diarias; en otros casos se tomaron dice; en otras, ocho. Por otra parte, aparecieron facturas que no tenían ningún número de vuelo como referencia. Sólo se indicaba el apellido del huésped que se alojó en el Hotel Alto Calafate por varios días. He visto casos donde se facturó una estadía de hasta un mes. Está claro que no se trata de tripulantes que deben pasar la noche con motivo de la reglamentación vigente, tal como consigna la empresa.

Luego de desactivar los vínculos con Valle Mitre, los Kirchner siguieron manejando el hotel mediante Idea SA, que siguió facturándole las habitaciones a Aerolíneas Argentinas. En esta negociación que se desarrolló entre Aerolíneas Argentinas y el Hotel Alto Calafate, fue clave el papel que desempeñó Patricio Pereyra Arandía, ex director de Hotesur y actual apoderado de Idea SA, yerno de Alicia Kirchner y primo de un camarista de la Sala I que interviene en la causa.

Fue él quien le mandó una comunicación a las autoridades de la aerolínea, el 20 de septiembre de 2013, para notificarlas de que el hotel había cambiado de administrador. Aerolíneas Argentina inmediatamente anuló la orden anterior y emitio una nueva, manteniendo el monto y las condiciones.

El último contrato entre la aerolínea y el hotel se firmó en septiembre de 2015 y estipula que las tripulaciones de los vuelos a El Calafate tienen las habitaciones pagadas hasta agosto de 2016. Es decir, aún lejos de la presidencia y cuando el Estado ha dejado de pertenecerle, la ex presidenta se sigue enriqueciendo a costa del dinero de los contribuyentes.

¿Existieron realmente estos pasajeros alojados en el Hotel Alto Calafate? ¿Hubo tripulantes que pasaron varias semanas en el hotel? Si Aerolíneas pagó para que sus tripulantes se alojaran una noche con motivo de la reglamentación vigente, ¿por qué se facturaron semanas de alojamiento? ¿Por qué se contrataron más habitaciones por día que las que efectivamente se necesitaban? Hasta el momento, todas esas respuestas siguen pendientes.

Por el momento, se espera un llamado a indagatoria que permitirá obtener alguna información al respecto.

Esta no fue la única instancia en que Aerolíneas Argentinas contrató un hotel perteneciente a la ex presidenta. También en 2009 una investigación del diario Crítica de la Argentina reveló que la aerolínea ofrecía a sus pasajeros que volaban hacia Calafate un descuento de 30 por ciento si se alojaban en Los Sauces, un hotel boutique que fue diseñado hasta en sus detalles mínimos por Cristina Kirchner.

Los Sauces realmente fue pensado como una experiencia de lujo y sus cuarenta y dos suites, distribuidas en seis casas distintas, cuentan con televisores de plasma, sillones de dimensiones generosas y amplias vistas hacia el cerro Calafate. También cuenta con un spa, un clubhouse y dos restaurantes, el Quincho Las Brasas y Comarca. Así los clientes pueden optar por un cordero patagónico a las brasas a la vera del río si el clima lo permite o bien instalarse junto al hogar en la Comarca y saborear una picada de quesos ahumados y jabalí en escabeche.

Lázaro Báez, preso por lavado de dinero, era el propietario de la empresa que manejaba los hoteles de la familia Kirchner.

El lugar combina la calidez de las estancias patagónicas clásicas y materiales de alta calidad tanto en pisos y muros como en los detalles resueltos en cuero. Los huéspedes también disfrutan del increíble parque natural que rodea al edificio, donde puede observar sauces y rosa mosqueta además de un arroyo que atraviesa el terreno. Según la publicidad oficial del lugar, «Los Sauces Casa Patagónica invita a vivir una experiencia única en la Tierra de los Glaciares».

El hotel fue regenteado por el empresario Juan Carlos Relats desde 2006 hasta su muerte en 2013. La operación por la cual terminó administrando Los Sauces fue, inclusive, motivo de una denuncia y una posterior investigación que condujo el juez Julián Ercolini. Según Relats, había decidido ponerse al frente del emprendimiento tras un análisis de factibilidad que encargó y que lo convenció del potencial de negocio del hotel boutique. La investigación judicial finalmente fue archivada pero nunca se terminó de dilucidar si era cierta la sospecha de que el empresario había aceptado la gerencia del hotel, que por otra parte siempre le dio pérdidas, presionado por Néstor Kirchner.

Según el libro El dueño, de Luis Majul, el monto fijo que Relats debía pagar por mes al matrimonio Kirchner en concepto de alquiler de Los Sauces fue de 105 mil dólares. A cambio de esto, fue recompensado con la adjudicación de numerosos negocios con el Estado de los cuales el más importante fue la construcción de 44 kilómetros del último tramo de la autopista entre Córdoba y Rosario. Junto con la empresa IECSA, de Ángelo Calcaterra, cuñado de Mauricio Macri, ofertó casi 546 millones de pesos en una licitación que ganó sin competencia.

En igual sentido, en el 2015 advertí la contratación directa del Hotel Alto Calafate por parte del Ministerio de Industria por un evento de sólo dos días por el cual se pagaron doscientos mil pesos. La cartera, que en ese momento era manejada por Débora Giorgi, contrató el salón de eventos del hotel el 1 y 2 de noviembre de 2012 para ser usado en el marco del III Congreso Federal de la Industria.

Si bien ya se conocían los vínculos entre Aerolíneas y el hotel, hasta ese momento no se había hecho público que el hotel de la ex presidenta también había sido contratado por otros organismos del Estado, en este caso por el Ministerio de Industria. Las gestiones se hicieron a través de Valle Mitre, la tristemente célebre empresa de Báez que por entonces administraba el Hotel en representación de la familia Kirchner. Confrontada con esta información, la ministra Giorgi intentó explicar que la elección del hotel fue decidida por la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI), que también formó parte del evento.

Sin embargo, en su página web OMPI desmintió a Giorgi y afirmó categóricamente que la decisión de contratar el Hotel Alto Calafate fue d el Ministerio de Industria.

Entre los pagos realizados por el ministerio de Giorgi al hotel de la entonces presidenta también se halló un almuerzo por 25 mil pesos como así también gastos de alojamiento para veinte seis funcionarios y colaboradores que también viajaron al sur en esa oportunidad.

Esta causa, que es investigada por el juzgado de Sebastián Casanello, es otro ejemplo de la bancarrota moral que caracterizó el gobierno de Fernández de Kirchner. En mi denuncia hice hincapié en el hecho de que esta contratación había sido realizada sin licitación ni concurso de precios. Sin embargo, la verdadera causa del escándalo es la falta de ética de un funcionario público que por principio no debería entremezclar sus negocios particulares con el Estado.

A lo largo de estos últimos doce años de las sucesivas presidencias del matrimonio Kirchner, los límites entre lo público y lo privado se desdibujaron de manera garrafal y las evidencias están plasmadas claramente en las relaciones que se entablaron entre Alto Calafate, Aerolíneas Argentinas y el Ministerio de Industria. Estos son hasta aquí los casos que pudimos llegar a conocer. Pero las sospechas van más allá. Mi presunción no es optimista y apunta a una red de organismos y dependencias del estado que también entablaron este tipo de contrataciones con el hotel de Cristina Fernández de Kirchner.

A la hora de mirar las ganancias que la ex presidenta cosechó a partir de sus emprendimientos hoteleros en Calafate, se destacan dos hechos centrales. Por un lado, el hecho de que los montos fueron todos pagados en dólares, un dato central porque en ese momento regía en Argentina un cepo a la compra de dólares en la Argentina. Es decir que quien hacía estos pagos tenía acceso a un trato diferencial en el mercado de cambio que el resto de los argentinos no podía lograr.

Por otro lado, el otro tema a tener en cuenta fue el aumento drástico en los últimos años de la cantidad de vuelos de Aerolíneas Argentinas con destino a la El Calafate. Aerolíneas Argentinas llegó a contar con cuatro vuelos diarios desde la Ciudad de Buenos Aires hasta El Calafate. Durante el 2015 se sumaron inclusive más vuelos hacia ahí sin que haya habido ningún aumento ostensible de la demanda.

Se agregaron así tres vuelos diarios: Calafate-Córdoba, Calafate-Rosario y Calafate-Puerto Iguazú. También se establecieron tres vuelos diarios directo desde Buenos Aires y cuatro que conectan la ciudad patagónica con Rosario, Córdoba, Bariloche y Ushuaia.

Aerolíneas fijó el Corredor Federal Sur con base en la ciudad que la propia ex Presidenta nombró como «su lugar en el mundo», lo que sumó más vuelos a ese destino. Así El Calafate tuvo mayor frecuencia de vuelos que ciudades de mayor peso en la geografía federal de Argentina como Tucumán, Mar del Plata, Ushuaia, Bahía Blanca, Rosario y Río Gallegos, entre otras.

En 2008, el aumento en la cantidad de vuelos fue del 96 por ciento.

Más allá de los delitos que se le pueden imputar a la ex presidenta tales como malversación de fondos públicos, incumplimiento de los deberes de funcionario público y negociaciones incompatibles con la función pública, el aprovechamiento de un espacio de decisión para obtener una ventaja o un beneficio de tipo personal resulta lisa y llanamente en abuso de poder.

Su cometido principal como primera mandataria debió ser gobernar para mejorar la vida a todos los argentinos siempre respetando a las instituciones de la república. Sin embargo la evidencia demuestra que la ex presidenta dedicó recursos del Estado para mejorar su situación patrimonial y la de su familia. Tampoco puedo dejar de señalar el vacío ético y moral que esto ha significado para la nación más allá de los efectos negativos cuantificables en dinero y recursos del estado. Ese vacío puede constatarse en términos reales en un hecho: fue la misma Oficina Anticorrupción, la dependencia que debe «velar por la prevención e investigación» de los hechos de corrupción de los gobernantes y funcionarios, que aprobó la relación entre el Hotel Alto Calafate y Aerolíneas Argentinas. Un dictamen de marzo de 2009, firmado por el entonces titular Julio Vitobello, afirmó que no había ninguna violación a la Ley de Ética Pública. Está claro: se trató de la expulsión de toda dimensión y pudor ético y moral inclusive de los organismos en los que esos valores debían ser el eje.

En esta instancia es importante recordar que Cristina Fernández de Kirchner y su gobierno hicieron lo imposible por evitar la constitución de una Comisión Nacional de Ética Pública.
La Ley de Ética Pública de 1999 dispuso la creación de la Comisión Nacional de Ética Pública, la cual debía estar integrada por personas de antecedentes intachables y prestigio público.

Como su nombre lo indica, su trabajo era recibir denuncias relacionadas con las conductas de funcionarios y gobernantes que violen la ética pública.

El doble discurso de la ex presidenta quedó evidenciado nuevamente cuando pidió la creación de una ley de ética pública para periodistas. En un discurso en La Plata, en agosto de 2012 Cristina Kirchner cargó contra los periodistas y opinó que debería existir una comisión que obligue a los periodistas a presentar su patrimonio tal como debe hacerlo un político. Sin embargo, la entonces presidenta no hizo nada para implementar una medida similar en el ámbito gubernamental, violando un mandato específico que la mandaba a hacerlo.

La función de la Comisión Nacional de Etica Pública era actuar como una autoridad de aplicación de lo que mandaba la Ley de Ética Pública, sancionada en su momento por el gobierno de la Alianza en septiembre de 1999. Esta comisión fue concebida como un organismo independiente que actuaría bajo la órbita del Congreso para aplicar la letra de la ley y se pensaba integrarla con once miembros en representación de la Corte Suprema, el Poder Ejecutivo, la Procuración General y las cámaras legislativas.

Pero Cristina Kirchner no estaba interesada en un control ético sobre sus actos de gobierno.

En 2013 finalmente el kirchnerismo decidió dejar sin efecto su creación y modificó también otras normas de la misma ley, dejando sin efecto muchos de los requisitos que existían, por ejemplo, dentro de las declaraciones juradas de los funcionarios. El retroceso ético de estos doce años se ha hecho evidente en la reforma de leyes que deberían haber gravitado en el ordenamiento de la conducta de los funcionarios y por supuesto también en el uso y abuso de los espacios de poder y decisión para obtener por tal vía beneficios personales y un evidente enriquecimiento patrimonial imposible de justificar desde una perspectiva legal.

Mientras que la Argentina fue gobernada por el matrimonio Kirchner, se consolidó el manejo de los recursos públicos, del Estado, como propios y el aprovechamiento de negocios y de información privilegiada. Se volvieron inexistentes los límites de lo posible.

Los Kirchner actuaron siempre actuaron como si la ley no les fuera aplicable, como si el ejercicio de las máximas funciones derivadas del poder popular pudiera ser para ellos un cheque en blanco que todo lo permitía. Se creyeron dueños de un poder que no encontraba en la ley ninguna limitación. Estos comportamientos también contribuyeron para instalar esa fuerte idea de impunidad que marcaría la gestión. Esa impunidad de la que creyeron gozarían para siempre les permitió eludir la ley y la acción de una justicia que, imaginaron, nunca los alcanzaría. Creyeron encarnar el poder absoluto. La corrupción también ha sido el resultado de esa convicción.

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