En la búsqueda de respuestas ante la llegada de la COVID-19, el mundo de la ciencia estableció que la única forma de prevenir la enfermedad, sin una cura efectiva, era con una serie de medidas preventivas, entre ellas el uso del barbijo.
De hecho, el director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, Robert Redfield, al testificar ante un subcomité del Senado de Estados Unidos, sugirió que las mascarillas pueden ser incluso más efectivas que una vacuna para limitar la propagación de la COVID-19. «Son la herramienta de salud pública más importante y poderosa que tenemos», dijo.
Previamente, en otro encuentro público, Redfield le pidió a la comunidad que siga 4 simples pasos a fin de derrotar al coronavirus. «Les pido que hagan 4 cosas simples: usar una máscara, mantener distancia social, lavarse las manos y ser inteligente con las multitudes. Si hacemos esas 4 cosas, este brote se acabará», afirmó, y agregó: «Pero, si no hacemos eso, esta podría ser la peor caída desde la perspectiva de la salud pública que hemos tenido».
«El virus se transmite a través de gotitas microscópicas que emitimos cuando hablamos o de la nariz al respirar. La función del barbijo es impedir que esas gotitas se emitan y alcancen a una persona o que caigan sobre una superficie. Es muy importante su uso correcto para cuidar al otro», explicó a Infobae la médica infectóloga Cristina Freuler, jefa del Departamento de Medicina Interna del Hospital Alemán.
En este sentido, una investigación publicada en The New England Journal of Medicine, reveló que la mascarilla es uno de los pilares del control de la pandemia de la COVID-19, y que el enmascaramiento facial universal puede ayudar a reducir la gravedad de la enfermedad y garantizar que una mayor proporción de nuevas infecciones sean asintomáticas. Si se confirma esta hipótesis, el enmascaramiento universal podría convertirse en una forma de «variolación», un procedimiento que se aplicaba antes de la invención de la vacuna que generaría inmunidad y, por lo tanto, retrasará la propagación del virus en la espera de una vacuna.
El escrito hace énfasis en que una razón importante para el enmascaramiento facial en toda la población se hizo evidente en marzo, cuando comenzaron a circular informes que describen las altas tasas de diseminación viral del SARS-
CoV-2 por la nariz y la boca de los pacientes que eran presintomáticos o asintomáticos y lo describían como una forma posible de prevenir la transmisión de personas infectadas asintomáticas.
La evidencia pasada relacionada con otros virus respiratorios indicó que también puede proteger al usuario de la infección, al bloquear la entrada de partículas virales en nariz y boca. Por otro lado, las investigaciones realizadas en todo el mundo, especialmente en países asiáticos que se acostumbraron al enmascaramiento durante la pandemia de SARS de 2003, han sugerido que existe una fuerte relación entre el enmascaramiento público y el control de la pandemia.
El Tribuno