«Tendré que elegir, pero mi objetivo es el arco”, aseguró Agustín Rossi hace ya casi una década. Tenía apenas 17 años y estaba a punto de tomar una decisión fundamental para su vida: si seguir jugando al básquet o dedicarse de lleno a atajar en Chacarita y aspirar a ser el guardián de la Primera División.
De pibe, cuando aún no tenía resuelto su futuro deportivo, Rossi practicaba ambos deportes. Era una de las grandes promesas entre los postes del Funebrero y, además, el pivote del club Tres de Febrero, de San Martín. «El técnico siempre supo que hacía las dos cosas. Entrenaba fútbol y después me iba corriendo para básquet”, confesó.
La pelota naranja la picó hasta 2013, momento en el que decidió ponerse los guantes y el buzo, y no sacárselos más. Su pasado en el parqué fue fundamental para que perfeccionara su juego con las manos y hoy sea la gran figura de Boca, que viene de festejar en el Superclásico ante River.
La importancia del básquet en la carrera de Agustín Rossi
“El básquet me ayudó para el fútbol: cómo salir a cortar los centros y cómo atrapar una pelota aérea, porque sé lo que es el roce abajo del aro; explicar cómo cambiar las marcas si el rival hace cortinas, el agarre de la pelota y los desvíos”, indicó el N°1 xeneize el año pasado en El Gráfico.
Meses después de convertirse en flamante refuerzo azul y oro, allá por mediados de 2017, el Largo, como lo conocen sus amigos, participó de la presentación oficial del plantel de básquet de Boca y se sintió uno más. Con su 1.93 metros de altura, se animó a sacudir el aro en varias ocasiones y hasta le jugó un mano a mano a tres tiros a Lucas Pérez, por entonces figura y base del xeneize.
TyC Sports
