Alberto Fernández designa a Vaca Narvaja embajador en China

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La designación de Sabino Vaca Narvaja como embajador en China se puede leer en clave de interna palaciega y también debería servir para comprender qué método utilizará Alberto Fernández al momento de definir los futuros cambios en el Gabinete Nacional.

Luis Kreckler cae en Beijing porque no supo interpretar los códigos políticos del Presidente y la peculiar manera de Felipe Solá para manejar formalmente la Cancillería. Alberto Fernández no tiene resentimiento personal con el embajador de carrera que regresará pronto a Buenos Aires. En cambio, Solá siempre pensó que Kreckler movía sus piezas para llegar al piso 13 del Palacio San Martín.

Vaca Narvaja pasó su infancia exilado en La Habana y juega al poder como José Capablanca, un ajedrecista cubano que reducía a sus adversarios con movimientos rápidos e inesperados. Licenciado en Ciencia Política y experto en China, Vaca Narvaja no fue antes embajador en Beijing porque Alberto Fernández pensó que era “demasiado joven” para esa posición diplomática.

Solá oía a Vaca Narvaja y jamás esterilizó la política de Gossip que desgastaba la figura del embajador de carrera que ocupó puestos claves en Brasil, Alemania y Suiza.

A Kreckler lo acusaron de pretender un piso nuevo en Beijing, haber organizado una mudanza familiar costosísima desde Berna a China, cierta molicie para tratar con la nomenclatura comunista y partir hacia una isla con duty free cuando se negociaba la vacuna con los empresarios asignados por Xi Jinping.

Esa información interna del Palacio San Martín llegó sin escalas a Olivos. Y el canciller sonrió con malicia cuando le preguntaron al respecto. Ni una oración a favor de Kreckler.

Luis Maria Kreckler con Liu Jingzhen, presidente de la compañía farmacéutica Sinopharm
Alberto Fernández no necesitó de las opiniones de Solá para comprobar que Kreckler no se ajustaba a sus necesidades políticas en China. Nunca le gustó que tardara tanto en llegar de Suiza a Beijing, y a su vez descubrió que Vaca Narvaja era astuto, diligente, callado y muy efectivo.

“No sé que rosca tiene en Beijing, ni con quien habla. Pero sabe cómo funciona la maquinaria, y cada vez que le pedí algo, lo resolvió”, opinó el jefe de Estado sobre Vaca Narvaja cuando ya era público que Kreckler había sido desplazado de la embajada en China.

Vaca Narvaja fue clave para lograr que Xi Jinping renovara un swap de 8.500 millones de dólares que está depositado en el Banco Central y había sido atado a los dos créditos stand-by firmados por Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Y antes de ese movimiento geopolítico ejecutado con celeridad por Beijing, el futuro embajador en China había logrado que Alberto Fernández y Xi intercambiaran cartas personales a través de la valija diplomática. Esa aproximación epistolar entre la Casa Rosada y Zhongnanhai fue un éxito diplomático de Vaca Narvaja.

La última movida de Vaca Narvaja sucedió la semana pasada cuando aún no había memorando de entendimiento entre la Argentina y la empresa Sinopharm. El memorando con Sinopharm por 30 millones de dosis de vacunas chinas fue empujado por Kreckler y firmado por el ministro Ginés González García, pero Vaca Narvaja aceleró los contactos y juntó a las partes.

Ese movimiento diplomático de Vaca Narvaja fue una instrucción directa de Alberto Fernández.

No hay dudas sobre la cercanía del futuro embajador en China con Cristina Fernández de Kirchner. Existen lazos familiares y afinidades políticas, pero Alberto Fernández rescata su conocimiento de la nomenclatura comunista y su predisposición para actuar rápido y con resultados institucionales a corto plazo.

En este sentido, el Presidente se apalanca en un concepto básico de Deng Xiaoping: “Gato blanco o gato negro, da igual; lo importante es que cace ratones”, dijo el líder de la modernidad china.

Alberto Fernández asume la pertenencia de Vaca Narvaja, pero ya comprendió que tiene escasos funcionarios en puestos claves que funcionen en medio de la pandemia y la interna en Palacio.

En este sentido, el jefe de Estado diseña un nuevo Gabinete con ministros que cumplan tres premisas básicas:

1. Lealtad al margen de las pertenencias internas en la coalición oficialista

2. Resistencia política ante los roces propios de una gestión con escasos éxitos que se encamina a un año electoral

3. Resultados acorde a las exigencias de Balcarce 50

“Cristina es Cristina”, repite tautológico y con doble significado Alberto Fernández cuando le preguntan cómo está su relación personal y política con la vicepresidente. Esto implica que habrá nuevos distanciamientos y próximas reconciliaciones ante las diferencias de concepto que ambos tienen respecto al ejercicio del poder en Balcarce 50.

El Presidente no sacrificará a ningún ministro o secretario que pertenece a su núcleo duro y exigirá las tres condiciones de su método de cambio de Gabinete -lealtad, resiliencia y resultados- cuando los nombres de los candidatos o los reclamos de renuncias lleguen vía Instituto Patria o sugeridos por su aliado político Sergio Massa.

CFK tiene una larga factura que Alberto Fernández no consentirá. Y el Presidente ya decidió la remoción de un ministro, evalúa a otros dos escasamente productivos, y tiene pensado ajustar cuentas con un viceministro que cargo contra su propia tropa. Todo ejecutado con el respeto del equilibrio de poder en la coalición oficialista.

Cuando se publique en el Boletín Oficial que Kreckler fue desplazado de la embajada en China, Alberto Fernández remitirá el pliego de Vaca Narvaja -artículo 5- a la Cámara de Senadores. Y semanas después se anunciará el cambio de Gabinete. Antes que llegue el otoño a la Argentina.

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