Alberto Fernández evalúa una profunda reestructuración de la Agencia Federal de Inteligencia

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(Gustavo Gavotti)

Alberto Fernández considera que la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) no cumple los estándares internacionales para recolectar y analizar la información necesaria y clave que debe llegar en tiempo real al despacho presidencial. Fernández evalúa desde un cierre de la AFI hasta una profunda reestructuración que contemple ajustar sus funciones analíticas y de campo a la agenda geopolítica que el candidato a presidente desea ejecutar si derrota a Mauricio Macri en los comicios del 27 de octubre.

En ambas hipótesis de trabajo -desmantelamiento o reestructuración-, Fernández pretende hacer un arqueo de caja de la utilización de los fondos reservados durante los últimos cuatro años, y abrir un período de transición hasta resolver el destino final de la AFI. Para esta transición, el candidato presidencial tiene “in pectore” a dos candidatos que participaron del gobierno de Néstor Kirchner.

La AFI está manejada por Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, que reportan directamente a Macri y Marcos Peña, jefe de Gabinete.

Fernández cree que debe nombrar a un experto en inteligencia que entienda el poder y la política, y a que a su vez sea de estricta confianza personal. Pero considera que Macri cometió un error al designar al frente de la AFI a dos conocidos que no tenían suficiente nivel para manejar ese resorte clave de la seguridad y la inteligencia del país. Por el contrario, Macri siempre confió en Arribas y Majdalani, quienes forjaron una profunda relación con los servicios de inteligencia de Occidente y Oriente.

Si el candidato presidencial del Frente de Todos decide la eliminación del AFI, sus actuales funciones serán repartidas entre distintos organismos y ministerios que integran el Poder Ejecutivo. En cambio, si Fernández sólo ejecuta una profunda reestructuración, el organigrama de la Agencia sufrirá modificaciones acorde a las hipótesis de conflicto que defina el eventual sucesor de Macri.

Con todo, y al margen de las intenciones políticas del candidato opositor, la AFI tiene una agenda propia que excede la coyuntura electoral. El narcotráfico, las amenazas terroristas, el control fronterizo, el agua como bien escaso, los intercambios de inteligencia con los países de la región y las potencias globales, el contrabando de armas, el control sobre la venta ilegal de uranio sucio, loa ataques cibernéticos y el tráfico de armas son hechos complejos y geopolíticos que condicionan la toma de decisiones en pleno Siglo XXI.

Fernández asume esta circunstancia institucional y no suprimirá esa faceta de la Agencia vinculada a la recolección de información y a los análisis de inteligencia destinados al Presidente y ciertos funcionarios de su staff más cercano. En rigor, a Fernández le preocupa que históricamente se hayan utilizado ciertos fondos reservados para operar en algunos sectores de la Justicia.

En este sentido, el candidato presidencial se muestra dispuesto a terminar con esas presuntas operaciones ilegales, y evalúa pedir la colaboración de un amigo personal que sufrió la persecución de una facción oscura de los servicios de inteligencia durante el gobierno de Néstor Kirchner.

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