Amín no tiene cita especial pero toma clases de violín

0
447
Foto: La Gaceta

Desde que llegó al penal de Villa Urquiza no fue un interno fácil de tratar a pesar de que fue alojado en el pabellón de máxima seguridad. Por la patología delirante que presentaba, Pablo Amín, desde el primer día, comenzó a interpretar que tanto los guardiacárceles como el resto de los internos conspiraban en su contra. Solía gritar que todo el mundo quería arrebatarle «el secreto del éxito».

Nadie encontraba la forma de controlar la conducta del joven homicida. En aquel momento, los abogados defensores Roberto Flores y Martín Zottoli consiguieron que Amín fuera trasladado al sector de la cocina, en razón de su experiencia en el oficio de cocinero. En esa área de la prisión gozaba del beneficio de poder moverse con mayor libertad.

A pesar de tener semejante privilegio, Amín volvió a caer dominado por los síntomas de la paranoia. Creyó que algunos de sus compañeros de la cocina le envenenaban la comida que preparaba. Como en las películas, antes de comer un bocado, Amín le servía a otros internos y luego comía él. Obviamente, la comida nunca estuvo envenenada, pero en su delirio que siempre iba en aumento lo llevó en una ocasión a atacar con un cuchillo a otro interno al sospechar que le había puesto veneno a la comida. De inmediato, las autoridades del penal le revocaron el beneficio y lo trasladaron al pabellón de máxima seguridad.

Malos recuerdos

En otra ocasión, ya dentro del pabellón de máxima seguridad, durante una visita de los letrados Flores y Zottoli, Amín confundió a uno de ellos con un amigo de la infancia con quien aparentemente había discutido en la niñez. Llamándolo por su nombre (un tal Raúl), le pedía disculpas entre lágrimas. El psiquiatra Italo Corrado ha mantenido varias entrevistas con Amín después de la fatídica madrugada del 28 de octubre de 2007, cuando masacró a María Marta Arias (Ver «Una dura condena»…).En una de esas charlas, Amín dijo que su intención era aprender a tocar el violín. El especialista aconsejó que se le permitiera tomar clases. Los abogados lograron que se autorice el pedido y, desde hace un mes y medio, Amín toma clases de música dentro de su celda. Una vez por semana, llega un profesor con su violín para dictarle a una clase de una hora, siempre bajo la supervisión de los guadiacárceles.

Fuente: La Gaceta

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here