Andrés Ibarra reunió a sus íntimos durante la semana, unas horas después del anuncio formal de los cambios de gabinete, el martes pasado. Esa mañana, la Casa Rosada oficializó el reemplazo de José Cano, la mudanza de Oscar Aguad a Defensa y la absorción del Ministerio de Comunicaciones por parte de Modernización, maniobra que el ministro conocía desde hacía dos semanas, que engrosa sus atribuciones y que genera el recelo de un sector del gabinete. «Es un desafío enorme. No pensé que me iba a llegar en este momento», les dijo a sus colaboradores, según confiaron algunos de ellos.
Ibarra ingresó en Socma a los 22 años. Cuatro años después, Mauricio Macri se convirtió en su jefe. Hizo todo el recorrido dentro del holding de la familia presidencial: la constructora, el correo, la concesión de autopistas y el rubro automotriz. Nunca más se separó del Presidente: lo siguió en Boca Juniors -club del que es fanático- primero y en su incursión política más tarde, durante los ochos años que gobernó la ciudad de Buenos Aires.
Al ministro, que desde hace unos días está abocado a la organización de la herencia de Aguad, le cuesta disimular el regodeo por sus nuevas funciones. Su mujer, Carla Piccolomini, también funcionaria estatal, es candidata a diputada nacional en la provincia de Buenos Aires, en el puesto 13. Su ingreso al Congreso depende como ningún otro postulante de la performance de la boleta de Cambiemos.
De estricto perfil bajo, el funcionario dedicó gran parte de su gestión el año pasado a la reestructuración de la Administración central, de la que podó unos 20.000 empleados, rol por el que recibió críticas de propios y extraños. Ahora, Ibarra suma la regulación de las comunicaciones a través del Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM), un organismo vital por la relación con los medios y las empresas de telecomunicaciones que el macrismo heredó del kirchnerismo bajo otro nombre. La redacción de la nueva Ley de Medios -la edición K fue vetada por la Casa Rosada apenas Macri desembarcó en ella- es parte de la herencia. Igual que la fusión entre Cablevisión y Telecom.
Más allá del ENACOM y de la estructura ministerial, el ministro deberá lidiar con otras dos empresas: ARSAT y Correo Argentino. La segunda es una de las que más lo inquieta: tiene 17.000 empleados, un déficit para nada despreciable, una facturación anual de unos 4.000 pesos anuales y el manejo de la logística de las elecciones legislativas de este año. Jorge Irigoin, presidente del correo, coincidió con su nuevo jefe en el viejo correo durante la concesión de Franco Macri, en los ’90, aunque no es parte de su círculo social más estrecho. El ministro de Modernización -el ministerio seguirá bajo el mismo nombre- absorbe el ente en pleno pleito judicial entre el holding de la familia presidencial y el Estado.
Ibarra sabía de los cambios desde hacía un par de semanas. Hace unos días tuvo varias reuniones con algunos de los funcionarios que desde el lunes próximo dependerán de él. Rodrigo de Loredo, presidente de ARSAT, fue uno de ellos. Lo mismo que Héctor Huici, secretario de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones. Los dos tienen asegurada la continuidad. Por el contrario, la Secretaría de Promoción de Inversiones, a cargo de Clarisa Estol, sería disuelta: la funcionaria se muda con Aguad a Defensa.
Entre sus íntimos, el ministro detesta que lo cataloguen bajo el mote de «superministro».
Dice que genera resquemores internos, en especial por su cercanía con Macri. «Debe ser un premio por su gestión», le aseguró irónico a Infobae uno de los ministros más encumbrados del gabinete, crítico de la gestión de Modernización. Ibarra tiene la venia del Presidente. A su lado cuentan que conoce como pocos las mañas de Macri. «Si Mauricio le pide que recorte 50.000 empleados -cuentan como ejemplo-, Andrés sabe que con 20.000 lo complace».