“Nunca pensamos que nuestro hogar iba a ser un búnker de resguardo de la locura que estamos viviendo”, dice Carlos Alfredo Elías, más conocido como CAE, mientras recibe -virtualmente- a Teleshow en el estudio que armó en su casa. “Algo se rompió en la Matrix.
Hay gente que hacía la misma rutina desde hace años y hoy se ve ante un vacío existencial. Qué cagazo encontrarse con uno mismo…”, reflexiona el Zoolander del rock, como le gusta definirse a sí mismo.
Tras un año de giras y mucho trabajo con el musical Madagascar, en el que interpreta al león Alex, y sus shows de rocklover, CAE tuvo que quedarse, como gran parte del mundo, en casa. “En abril tendría que haber estado en Ecuador. Agradezco al cielo no haberme subido a ese avión y estar acá con mi familia”.
Ahora, desde el aislamiento social, preventivo y obligatorio que comparte junto a su mujer y su hija, el cantante se sube a un escenario que improvisó puertas adentro, toma la guitarra, y hace el cover de “Una canción de despedida”, que se asocia, inevitablemente, con la nostalgia de la época ante la imposibilidad de estar cerca.
—Acabás de sacar un corte nuevo e hiciste un vivo que subiste a YouTube. El contexto no te paralizó.
—Para los que somos cabeza de un grupo de trabajo fue muy difícil cortar todo, por razones que al principio no se entendían. Me enojé con la situación. Tener que decirle a un montón de gente que no se iba a laburar, no es lindo. Después vas tratando de catalizar y de ponerte productivo. Terminamos de mezclar “Vulnerable”, una canción de amor nueva que estrenamos hace muy pocos días en YouTube, y monté un escenario que había hecho para cuando mis nenes eran chiquitos. Ahora que con la pandemia y la cuarentena están todos haciendo vivos, produje con tres teléfonos celulares un especial de media hora que ya lo vieron más de 10 mil personas en todas las plataformas y redes sociales. En tiempos difíciles algunos arman trincheras; en cambio, yo decidí armar un escenario para compartir las canciones que cantamos siempre. De eso se trata.
—Acompañás a la gente, pero también sirve para uno mismo.
—Sí. Además, con mis colaboradores, amigos y mi hijo, que es mi director musical, nos sentimos más juntos compartiendo una idea. La inercia del laburo me enfoca, es mi eje, y relacionarme con la gente está buenísimo. Fueron varios días de producción, mi hija hizo las cámaras y el video me tocó editarlo a mí. Aunque lo grabé a las tres de la tarde, tenía bastante cara de dormido, entonces estuve buscando planos lindos en los que no se notara tanto (risas). Fue una experiencia divertida. Lo vieron algunas empresas y me pidieron que lo haga en exclusiva para ellos.
—Lo monetizás, en este momento tan complejo.
—Nuestro rubro fue el primero en cortar. Las reuniones se terminaron y nuestra industria va a ser muy castigada: vamos a ser de los últimos en ser reincorporados. Yo hago muchos eventos y, además de las empresas, la gente me empezó a pedir que me meta en los cumpleaños virtuales. La familia se reúne vía Zoom y me dicen: “Che, Cae, ¿no entrás a cantar el feliz cumpleaños?”, o: “Lo que hiciste el otro día en YouTube, ¿lo podés hacer para el festejo de mi vieja?”. A mí me parece divertido para seguir manteniendo el vínculo con la gente y, obviamente, es una manera diferente de generar cosas para pagar la tarjeta (risas).
—¿Te angustia lo económico o confiás en esa capacidad de encontrarle la vuelta?
—Al principio me angustió. Es parte de un proceso nuevo y hay que adaptarse. También trato de dejar un mensaje súperpositivo. Cumplí 50 años hace muy poco y viví, como gran parte de los contemporáneos, en una crisis constante. Cuando no era económica, era social. Es remarla. No te digo que sea un lugar cómodo pero estás más acostumbrado a reinventarte, pensar, crear. Esto es un verdadero desafío de reinvención. Vivimos en una gran era de comunicación, es una gran ventaja. Me considero un positivo, no boludamente optimista, pero siempre es un 50 y un 50: la podés pasar bien o mal.
—¿Cómo están llevando la cuarentena en familia?
—Si bien nosotros somos muy unidos, hay charlas de sobremesa que hace tiempo no se daban. Esta cuarentena obligó, entre comillas, a que hablemos más en familia, y eso está bueno.
—¿Hay momentos de no aguantar más y querer estar solo? ¿Podés hacerte tus espacios?
—Me meto en mi estudio de casa a mezclar una canción o a hacer el video, que son procesos casi artesanales y es como meditar. El cerebro y las neuronas van generando conexiones que te mantienen con un ánimo arriba. Los comunicadores y los artistas tenemos la responsabilidad de relacionarnos con la gente de una manera positiva. Mi mensaje siempre es: “No te quedes mirando el techo, ¡move, move!”.
—De la vida precuarentena, ¿qué es lo que más extrañás?
—Caminar, correr, salir a entrenar. En mi casa soy medio vago en ese sentido. Me empujan un poco más mis chicas, no sabía que entrenaban tanto (risas). Pusimos una cama elástica en el living y a las siete de la tarde hay un punchi, punchi, punchi, y todos saltando, es bastante gracioso. También extraño… Voy a caer en lugares comunes: extraño a mi hijo, por más que charlemos seguido, también a mis amigos, los shows. Mi cuarentena empezó una semana antes porque había hecho un evento con muchas personas que habían viajado y había tenido un contacto muy cara a cara.
—¿Se te está haciendo muy largo el aislamiento?
—Todos los días tenemos una información nueva que borra lo anterior; vamos a ciegas. Trato de mantenerme positivo. No tuve días de estar tipo náufrago como Tom Hanks, con barba, hablándole a Wilson. Tengo un lugar verde con un perro que es hermoso y puedo salir a dar una vuelta.
—Tener una casa en la que podés encontrar tus espacios y un lugar verde para caminar no deja de ser un privilegio pese a lo que se está viviendo.
—Soy un tipo muy agradecido. Hace unos años, en el 2000, pasé una muy dura en un viaje a España con una promesa de ser una megaestrella en Europa que resultó ser una estafa y quebré en Argentina. Todas estas situaciones no es que me son familiares, pero ya viví etapas jodidas. Es un desafío para la creatividad y para darte cuenta de los lazos reales. Aprendí a valorar montones de cosas después de eso. Volví a mi país por la puerta chiquita, quebrado y sin ganas de cantar. Me fui a Mar del Plata a resetear mi vida y cuando llegué allá me afanaron el auto. Trabajaba en una radio y caminaba todos los días 39 cuadras hasta mi trabajo para ahorrarme unos mangos. Era invierno y había ese viento de Mar del Plata que te borra las cejas. Me replanteé muchas cosas de mi vida y, cuando volvió el laburo y empecé a girar por toda la Argentina, fui muy agradecido. Pasé de tocar en el estadio de Vélez y Viña del Mar a cantar para 80 tipos. El agradecimiento y pedir para todos es un buen negocio, siempre te vuelve. Es así. Soy el Claudio María Domínguez del rock, señoras y señores.
—El haber pasado por tantas y que ahora, que venís de llenar shows y con un montón de proyectos en curso, te toque ésta, me imagino que por un lado debe generar frustración y por el otro la certeza de que se sale adelante.
—Hay una palabra que está de moda y que mi hijo la tiene tatuada en su brazo: resiliencia. A mí, que soy de otra generación, también me gusta decir “tener los cojones de acero inoxidable o el pecho a prueba de balas” (risas). Lo vivido te da recursos, a veces pifiados, otras veces acertados. Insultás al cielo, a tu religión o a quien sea, y después te ponés a laburar. Es mi realidad, y es el mensaje que busco transmitir en mis espectáculos, mis relaciones, las entrevistas. Cuando termina un show siempre digo que nos conocemos de los 90 y tenemos un vínculo desde aquella época, pero hoy, con todo lo que hemos pasado, somos nuestra mejor versión. Esto también va a pasar, y cuando nos volvamos a encontrar, en mayo o en junio, vamos a sentir que somos nuestra mejor versión.
—En el mientras tanto, ¿qué tareas del hogar te tocan?
—Nunca lavé tantos platos (risas). En esta cuarentena empezamos a tener real conciencia de todo el laburo que se hace adentro de una casa. Al menos a mí, que paso gran tiempo afuera, me cayó la ficha.
—¿A cuál de las tareas le escapás?
—Todo lo que sea limpieza con mucho laburo físico. Hay una generación de hombres que entra al baño y se saca la ropa y queda ahí. Nos estamos deconstruyendo y reeducando. También es evitar un roce con tu pareja y con tu hija. Los hombres somos muy de la toalla en la cama. Esta cuarentena, de manera un poco graciosa, hizo que muchos veamos todo el laburo de la casa que generalmente lo delegamos en otra persona y que sucede por obra y gracia del Espíritu Santo.
—Venías con un disco presentando los cortes nuevos. ¿Estás escribiendo en esta cuarentena?
—Cosas nuevas, no. Toco todo el día, canto canciones que me gustan. Escribí algunas reflexiones que tienen que ver con este momento. El disco lo estamos haciendo: tengo seis canciones nuevas más y me faltan cuatro para poder terminarlo. Pero siempre estoy con la viola cantando canciones mías y de otros, y aparecen melodías, las grabas con el teléfono y quedan ahí. Después resulta que le ponés letra y a lo mejor es una canción.