Barby Franco sorprendió con su imponente colección de carteras y eligió a su preferida: «Me encantan»

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Barby Franco viene de mostrar su impresionante vestidor. Pero la modelo confesó que lo que más le gustan son las carteras y que tiene una preferida. ¿Una pisa? No tiene que ver con una marca en particular.

“Si me preguntás qué me vuelve loca, te puedo decir que son las carteras. De chica, yo podía estar en jean y zapatillas, pero siempre me veías con un bolsito a mano, cosido por mi mamá, con algún brillito. Me encantan y Fernando siempre me regala alguna, pero para mí los regalos tienen que tener un valor sentimental. Me gustan las Louis Vuitton, pero también amo una cartera chiquita, de mimbre, que me regaló mi mamá, con todo el amor del mundo, después de ahorrar durante dos meses. Por eso te digo, me encanta el lujo, pero tengo muy claro dónde está lo realmente importante y siempre les doy a las cosas el valor que tienen que tener. Muchos me dicen «¡Ay, mirá hasta dónde llegaste.» y yo me pregunto: ¿Adónde llegué? Solamente estoy recorriendo un camino con respeto y trabajo y cumpliendo mis sueños», reveló Barby en una nota con Hola Argentina.

Sobre su relación con Fernando Burlando, recordó: “En realidad, todo cambió desde que me llamaron para ser la azafata en su programa El último pasajero. Fue, de verdad, un antes y un después en mi vida. Trabajaba fijo, hacía presencias en boliches, me pagaban bien y, además, ahí lo conocí a Burlando. Yo tenía 22 años y él 47, pero la diferencia de edad nunca se notó. Él había ido a jugar al programa con su hija Delfina y ahí nos vimos y nos enamoramos a primera vista. Él me invitó a comer al Alvear Palace y yo no tenía idea dónde quedaba. Con las chicas del barrio nos tuvimos que fijar en la guía telefónica para buscarlo. Me acuerdo que él estaba de traje, un potro, y yo caí con zapatillas, short y remera… Fue un papelón. Esa noche le conté mil historias, estuvimos cinco horas hablando y después cada uno a su casa. Yo pensé: «Este tipo no me llama más». Y me llamó. Desde entonces no nos separamos más. Hoy tenemos una relación muy loca, donde él me educó un montón y yo, a mi manera y en lo que pude, también”.

En cuanto a sus inicios como modelo, Barby Franco contó que “a los 14 hice el curso en la escuela de Anamá Ferreyra porque mamá decía que tenía que ser más femenina. Yo en aquella época era tremenda, jugaba al fútbol en el barrio, quería probarme en Boca. Después del curso empecé a ir a castings, mientras seguía laburando. A los 15, por ejemplo, ganaba plata polarizando autos. Después de participar de un importante evento de desfiles me pagaron 800 pesos. Tenía 16 y me acuerdo que llegué a casa e invité a todos mis amigos de la manzana y armamos frente a la placita del barrio un tremendo asado, con parlantes en la vereda. Ese día no me lo olvido más: los 800 pesos más inolvidables”.

«Me impresiona ver cómo la vida me sorprende a cada paso. Yo crecí mirando el mundo mágico creado por Cris Morena. Veía sus programas y flasheaba que vivía en un castillo, pero abría los ojos y estaba en una casilla en la Villa 21. Pero nunca lo sufrí, yo amaba esa casita de techos de chapa, era mi mejor lugar en el mundo, allí fue muy feliz. Entonces, también fantaseaba con salir en la tele, hacerme famosa y otras tantas cosas. A los 9 años me hice adulta, tuve que hacerlo porque si no se pudría todo. Mamá nunca me lo pidió, pero a esa edad, sola me di cuenta de que si no salía a laburar, no tenía leche al día siguiente. Así que me puse a hacer changas y lo primero que hice fue repartir volantes. Me pagaban dos mangos, pero para nosotros era oro”, cerró Barby, alentando a no renunciar a los sueños.

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