Jair Bolsonaro y Fernando Haddad ya hicieron todo lo posible por sumar los votos necesarios para llegar a Planalto. Este domingo es el turno de los 147 millones de brasileños, que eligen entre el ultraderechista y el progresista, tras distintas propuestas de cierre de campaña.
Bolsonaro, favorito en las encuestas, buscó desde su casa en Río de Janeiro convencer a sus seguidores a través de las redes sociales mientras que Haddad, delfín de Lula da Silva, pidió el voto desde una favela de San Pablo.
Las últimas encuestas reflejan una ventaja de Bolsonaro sobre Haddad.
«Es emocionante sentir la esperanza de los brasileños. Lamento no poder estar más cerca por mi limitación médica, después de sufrir un intento de asesinato», escribió en Twitter, en alusión a la cuchillada que un hombre le dio en un acto.
«Recuerden que aún no se ganó nada y fuerza hasta el fin», apuntó el líder del Partido Social Liberal (PSL), que durante toda la campaña generó fuertes polémicas por declaraciones que hasta organismos de derechos humanos consideraron racistas, machistas u homofóbicas.
En las redes sociales, entonces, reiteró una de sus propuestas: liberar la venta de armas a civiles y promover la autodefensa frente a una delincuencia que causa cerca de 60 mil muertes por año. La inseguridad es una de las mayores preocupaciones de los brasileños.
Por su parte, el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), con el respaldo de Lula y Dilma Rousseff, cerró su campaña en la ciudad donde gobernó como alcalde. Desde San Pablo alentó: «La lucha es dura, pero por una victoria de la verdadera democracia».
Sorpresivamente, Joaquim Barbosa, exmagistrado que investigó uno de los primeros casos de corrupción del PT, respaldó pública al delfín de ese partido: «Por primera vez en 32 años de democracia un candidato me inspira miedo y por eso votaré por Haddad».
Así las cosas, los brasileños eligen entre un excapitán de la reserva del Ejército que prometió reformar la economía del país y un militante de la izquierda que llamó a recuperar las conquistas sociales de los gobiernos de Lula y Dilma, en una elección polarizada como nunca antes.