Cerco a la libertad de expresión: el cierre del emblemático diario Nepszabadsag

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Pasaron varios meses desde el cierre del emblemático Nepszabadsag (Libertad del Pueblo), el principal diario crítico de Hungría, y el editor Andras Desi todavía siente frustración e impotencia. «Fue un golpe en toda regla contra la libertad de prensa», asegura con el último ejemplar en sus manos.

El periódico, considerado el último «baluarte de la prensa independiente» de la Hungría gobernada por el líder nacionalista xenófobo Viktor Orban, desapareció del mapa mediático a fines de 2016, en vísperas de un año de campaña electoral.

El grupo austríaco Mediaworks, ex propietario del diario -y de más de la mitad de los medios locales y regionales del país-, alegó razones económicas. Un mes después fue comprado por una empresa con estrechas relaciones con el partido gubernamental Fidesz, que liquidó el diario.

Desi, que dio más de 26 años de su vida a este periódico, asegura en una entrevista con Télam que «Nepszbadsag no sólo era el diario más importante de Hungría, era una plataforma intelectual, de debate, era parte de la herencia cultura nacional húngara, y acabaron con todo lo que eso significa para la libertad de expresión».

«Fue un shock aquel sábado, el 8 de octubre, no estaba en casa, y un amigo, un colega, me llamó y me dijo por teléfono: ‘András, escuchá, tengo malas noticias’. Entonces, pregunté: ‘¿Quién ha muerto?’. Y él me dijo: ‘Nepszabadsag está muerto'», cuenta el periodista húngaro, recordando el día en que se consumó la «operación» para acallar al principal diario de oposición de Hungría.

«En el primer momento no entendí la magnitud de la historia, pero en unos pocos minutos comprendí que Nepszabadsag se había acabado, que habían ejecutado el diario y nunca más volvería a publicarse», añade Desi, quien trabajó como corresponsal en Francia y Alemania.

El editor y analista político cuenta que la edición online y en papel del diario desapareció de un día para el otro, y que los trabajadores fueron «suspendidos» y sin siquiera tener acceso a sus emails.

«Fue un escándalo, hubo protestas, estuvimos como rehenes durante semanas, pero no había nada que hacer y aceptamos la compensación», explica.

En su opinión, el cierre del periódico fue un claro mensaje para la prensa crítica con el gobierno de Orban: «Mejor que vayan con cuidado, porque no se sabe quién puede ser el siguiente».

Ante los hechos que revelan una estrategia política, el gobierno del partido nacionalista conservador Fidesz insiste en que la desaparición del periódico responde exclusivamente a razones comerciales.

«Los diarios cierran todo el tiempo, cada día en Europa Occidental y en Estados Unidos», argumenta ante Télam el portavoz gubernamental, Zoltan Kovacs.

«No creo que cerrar un diario que produce 5 billones de florines húngaros en pérdidas debería ser un problema para la libertad de prensa. Siempre ha sido, como en otros casos, una decisión de mercado», subraya.

Tras el caso de Nepszabadsag, las autoridades húngaras fueron detrás de Gergely Brückner, un periodista que había destapado una dudosa operación financiera del gobierno: la compra por parte del Estado del MKB, un banco de capital alemán que ocultaba enormes pérdidas.

El Banco Central demandó al autor del artículo por revelar «secretos de mercado», pero la Justicia finalmente le dio la razón al periodista, que fue presionado por la policía y no quiso revelar sus fuentes. Este escándalo marcó otro paso atrás para la libertad de prensa en el país.

«Escribí sobre una carta que el presidente del Banco Central envió al ministro de Estado. Era algo muy importante, porque decía públicamente que era muy buen negocio comprar este banco a los alemanes, pero entre ellos escribían que el banco necesitaba mucho dinero», dice Brückner.

«En un país normal estarían orgullosos que alguien escribiera para salvar el dinero de los contribuyentes, pero aquí, el Banco Central, que tiene que mantener la transparencia del sector financiero, pelea contra mí, contra la prensa independiente que trata de hacer lo mismo, salvar el dinero de los ciudadanos», destaca este experto en finanzas.

Desde que Orban regresó al poder en 2010, Hungría fue cayendo en el índice de Libertad de expresión que elabora la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF), hasta situarse en el puesto 71 en 2017 entre 180 países, uno de los peores de la Unión Europea, sólo detrás de Bulgaria y Grecia.

Los empresarios del entorno de Fidesz se convirtieron en los mayores magnates de la prensa, cercando el espacio de las voces críticas.

«Orban le dijo a los hombres ricos cercanos al gobierno: vamos a comprar medios. Realmente empezaron a hacerlo, y paso a paso compraron muchos medios diferentes. Los diarios locales en las zonas rurales, el segundo mayor canal de televisión, el segundo mayor portal del Internet», sostiene Gergerly.

Un ejemplo es el de Maria Schmidt, una rica mujer de negocios conocida por su cercanía al primer ministro, que compró el semanario económico Figyelo, para el que trabajaba este periodista cuando escribió el artículo que implicaba a Orban.

A raíz de la nueva línea editorial, Gergerly, quien se dedica al periodismo de investigación, abandonó la publicación para trabajar en Index, el principal portal de Internet del país.

El Estado húngaro se convirtió entonces en el principal patrocinador de los medios privados.

«Básicamente en los medios húngaros hay un solo modelo de negocios. Si eres amigable con el gobierno, si no lo atacas ni lo criticas, puedes tener publicidad gubernamental. El Estado es el principal patrocinador en los medios húngaros», apunta Desi, quien también forma parte de RSF.

«Por eso, se puede decir que en Hungría hay métodos legales y financieros para controlar a los medios», sentencia.

Zoltan Kiszelly, politólogo y asesor del gobierno de Fidesz, admite que la adquisición de medios es una política clave para el primer ministro húngaro, quien busca la reelección en 2018 diseminando el miedo a los refugiados y un discurso anti-europeo.

«Orban tuvo la visión de que las cuatro mayores industrias debían estar de forma mayoritaria en manos húngaras. Y estas cuatro industrias son energía, bancos y aseguradoras, comercio, y los medios», dice Kiszelly.

«Y por supuesto que el gobierno está apoyando a los capitalistas húngaros que están comprando medios», manifiesta el consultor político húngaro, quien frecuentemente aparece en los canales afines al gobierno justificando la política nacionalista y xenófoba de Fidesz.

Fuente: Telam

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