A cinco años del fin de la violencia de ETA, la paz es un camino irreversible

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Al cumplirse este jueves cinco años del anuncio del cese definitivo de la actividad armada de ETA, los poderes políticos siguen reclamando el desarme unilateral del grupo separatista mientras la sociedad vasca avanza de forma irreversible hacia la paz y la reconciliación.

La violencia que golpeó el País Vasco, en el norte de España, terminó hace exactamente un lustro, pero pasarán décadas hasta que cicatricen las heridas de un conflicto que dejó 914 muertos, de los que 850 fueron causados por ETA.

El 20 de octubre de 2011, ETA, cuyas siglas significan «Euskadi ta Askatasuna» (Patria Vasca y Libertad), dejaba atrás 43 años de lucha armada por la creación de un País Vasco independiente de España y Francia.

La organización separatista vasca nacida el 31 de julio de 1959 en el seno de un grupo de jóvenes nacionalistas forjados en la lucha contra la dictadura de Francisco Franco, anunciaba su final, aunque no su disolución ni la entrega de sus armas.

Era también el momento culmine del gobierno del socialista José Luis Rodriguez Zapatero, quien protagonizó el último intento frustrado de negociación para alcanzar un acuerdo para conseguir el fin de la violencia de ETA.

Su sucesor, el conservador Mariano Rajoy, vencedor de los comicios celebrados tan solo un mes después del cese de la violencia, exige desde entonces a ETA que se rinda y entregue su arsenal.

Pero el grupo separatista reclama un proceso de negociación que incluya una solución para los «exiliados» y para sus más de 300 presos, que vaya más allá de acabar con la política de dispersión penitenciaria que los mantiene alejados del País Vasco.

Ante la parálisis en este ámbito, el secretario general del Paz y Convivencia del gobierno vasco, Jonan Fernández, instó este jueves a ETA a adoptar un «compromiso unilateral» de ir dando pasos hacia el desarme y «no perder oportunidades para un final ordenado de la violencia».

Arnaldo Otegi, considerado el líder del brazo político de ETA, escribió por su parte en Twitter que se cumplen cinco años desde que se abrió «una gran oportunidad», que «los enemigos de la paz empezaron a tratar de sabotear».

Las fuerzas de seguridad españolas creen que ETA mantiene una estructura estable de unos 20 miembros y que aún controla un arsenal con 150 armas.

Hace justamente una semana, la policía francesa halló un escondite en el norte de París con armas que el grupo separatista supuestamente pretendía utilizar para escenificar una entrega negociada con el gobierno francés, pero también está vía de negociación está bloqueada.

Pero mientras los partidos políticos españoles siguen alcanzar los consenso básicos para gestionar el desarme de ETA y consolidar la convivencia pacífica -hoy no fueron capaces de acordar un texto conjunto en el Parlamento-, la sociedad civil avanza por su propia cuenta.

Acabado el terror, los vascos rápidamente encontraron mecanismos para tender puentes hacia la reconciliación. No es cuestión de pasar página, sino de construir un futuro de convivencia pacífica.

Entre 2011 y 2012 se produjeron decenas de encuentros entre disidentes de ETA y víctimas directas y familiares de víctimas, en los que los ex etarras buscaban obtener el perdón, lo que supuso todo un hito en el largo camino de reconciliación.

Incluso antes de que ETA dejara de matar ya se habían llevado a cabo numerosas iniciativas de las que participan personas que distintos partidos políticos y ámbitos, uno de ellos fue Lokarri, una red de diálogo que organizó la conferencia internacional de paz del Palacio de Aiete, que instó a ETA a abandonar la violencia tres días antes de su anuncio histórico.

La plataforma se disolvió, pero sus integrantes formaron el Foro Social Permanente para seguir el proceso de desarme, que se reunirá el próximo sábado y que espera ser escuchado por ETA.

Paul Ríos, ex coordinador de Lokarri y miembro del Foro, señaló en una entrevista publicada este jueves por el Diario Vasco que cinco años después del cese de la violencia «el balance es positivo, aunque haya algunos problemas».

«Uno de los principales objetivos, que era que la violencia de ETA terminara definitivamente, se ha conseguido y es total y absoluto. También ha habido avances importantes en el terreno de la convivencia y del reconocimiento a todas las víctimas (…) La situación se ha asentado bien en la sociedad vasca y, aunque ya no es la principal preocupación ciudadana, hay que hacer un esfuerzo en cerrarlo de la mejor manera posible».

Paul citó proyectos como Eraikiz (Construyendo), que el pasado mes de septiembre reunió a un grupo de víctimas de ETA, los GAL -grupo parapolicial utilizado en la guerra sucia contra los separatistas- y de abusos policiales que elaboraron un manifiesto que propone que todos los partidos rechacen la violencia de hoy y en el pasado, que se reconozca a todas las víctimas sin discriminaciones y que se reactive un ponencia de paz del Parlamento vasco.

«Resulta que la paz era esto: que ETA deje de amenazar, coaccionar, amedrentar y asesinar. Cuanto antes lo asumamos, mejor. ¿Tantos años de dolor y sufrimiento para esto? Pues sí», escribió el sociólogo y profesor de la Universidad del País Vasco Imanol Zubero, una frase que quedó para la historia tras el anuncio de hace cinco años y que dio título a un libro presentado días atrás.

ETA sigue ahí y «puede terminar desarmada por la vía de los hechos o que transcurra tanto tiempo que a la sociedad vasca no le importe si se desarma o no. Si el desarme pierde valor y no sirve para impulsar otros avances, pues, ¿para qué el desarme? Estamos en ese punto crítico», advierte Paul Ríos, investigador social en el centro Agirre Lehendakaria Center y quien ha vivido en primera línea el anuncio escenificado cinco años atrás por ETA.

Fuente: Telam

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