«Como ovejas en medio de lobos»

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POR FACUNDO GALLEGO, ESPECIAL PARA LA BANDA DIARIO

Viernes XIV del Tiempo Ordinario

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (10,16-24)

Jesús dijo a sus discípulos:

«Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.

El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.

Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes que llegue el Hijo del hombre».

Palabra del Señor 

Comentario

Los cristianos somos discípulos-misioneros, que nos sentamos a los pies del maestro para aprender, y salimos a caminar el mundo para predicar la fe con palabras y obras. Y como las primeras misiones que Jesús mismo enviaba, así también ocurre muchas veces en nuestras realidades cotidianas.

Jesús nos envía como ovejas en medio de lobos: como mansos predicadores de la paz de Dios a un mundo que se ha olvidado de Dios por completo. A veces, nuestra inclinación al pecado nos convierte en lobos disfrazados de corderos, y hay que tener mucho cuidado para no lastimar a nadie. Los cristianos tenemos que tener un trato suave con la Palabra y con los hermanos, para que Cristo brille en el mundo.

El consejo del Señor es este: sean prudentes como la serpiente y sencillos como la paloma. Esto es decir: no pierdan nunca la cabeza ni caigan en la desesperación. A veces, nuestros propios familiares o amigos dudarán de nosotros, creerán que nuestra cabeza ha sido lavada por la malévola Iglesia, o que solamente hablamos desde el miedo y la esclavitud. Otras veces, sentiremos la tristeza de no haber sido escuchados, aun sabiendo que es al mismo Dios al que buscan ignorar. Y, la mayoría de las oportunidades, terminaremos siendo acallados o expulsados de círculos a causa de nuestra fe.

Pero el Señor nos consuela: el Espíritu será el que hable por nosotros, y aún las adversidades más terribles, como la soledad o el desprecio de los más allegados, se convertirán en oportunidades perfectas para seguir proclamando la Buena Noticia.

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