Con el guiño de Hugo Moyano, la CGT convocará a una movilización contra el Gobierno

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Juan Carlos Schmid lo dice sin rodeos:

–Vamos a marchar para mostrar nuestro rechazo a la política económica y a la ofensiva sobre los sindicatos. Esto no da para más– arenga desde la mesa de un café del centro porteño.

Las críticas del jefe de la CGT caen inmisericordes sobre Mauricio Macri.

–Del atril para acá se volvió todo más difícil con el Presidente– reflexiona, apelando a una metonimia.

Es que «el atril» representa aquel fatídico acto de marzo donde la dirigencia sindical evitó la convocatoria a un paro, lo que llevó a un grupo de trabajadores, en señal de protesta, a robar el simbólico mueble del escenario.

A los ojos de Schmid, desde entonces empeoraron las condiciones económicas. No sólo vislumbra una inflación renuente a dejar el centro de la escena sino que ve cómo la misma horada el poder adquisitivo.

La CGT ni siquiera logró un gesto oficial en el Consejo del Salario. Por el contrario, el Gobierno laudó estableciendo un incremento de la remuneración mínima en etapas, que alcanzará los 10 mil pesos recién en un año, prácticamente a tono con la propuesta empresaria.

Para los sindicalistas la discusión también es macro. Está planteada sobre una línea directriz del Gobierno. Una línea que es caratulada como «antisindical» por la cúpula cegetista.

«Macri habla de la mafia de los juicios laborales y en Córdoba, sus aliados, restringen el derecho de huelga declarando el transporte como servicio esencial. Como si fuera poco, alientan las intervenciones de los gremios», desmenuza Schmid.

A la reciente intervención del sindicato de los canillitas le precedieron la de los portuarios, los vigiladores privados y los azucareros. Para la CGT ya no se trata de hechos aislados sino de una afrenta que podría profundizarse tras las elecciones.

–Vienen por todo– se queja el jefe cegetista.

–¿No se puede interpretar la protesta como una reacción corporativa ante las intervenciones?

–No, porque es parte de una política global, que deteriora el salario, que busca la revisión de los convenios colectivos para firmar a la baja, que aumenta la pobreza y que multiplica los despidos, como lo estamos viendo día a día. Y frente a eso tenemos que decir basta.

Lo de Schmid no es un arrebato. La decisión de mostrarle los dientes al Gobierno fue consensuada con los otros dos integrantes de la conducción tripartita de la CGT.
Héctor Daer lo confirmó desde Uruguay, donde se encuentra participando de una actividad gremial. «Estamos en un momento muy crítico y de eso dan cuenta los trabajadores. Por eso vamos a convocar a una marcha», avisó por su celular.

En sintonía se muestra Carlos Acuña, el tercer miembro del cuerpo colegiado que mueve los hilos en la central obrera. Su endurecimiento es exactamente el mismo que manifiesta su referente Luis Barrionuevo.

La fecha y el lugar de la protesta saldría el jueves de la próxima semana, durante la reunión del Consejo Directivo de la CGT. El sector más combativo promueve movilizarse hacia la Casa Rosada para que no haya dudas sobre quién es el destinatario del malhumor social.

Entre los duros están los sindicatos de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte, que fundirían su anunciada protesta con la que cocina a fuego lento la CGT.
Para profundizar la puja con el Gobierno, Schmid también consiguió el guiño de Hugo Moyano. El camionero tiene una fuerte influencia en la central obrera, y su gremio, una encomiable capacidad de movilización.

Algunos viejos zorros de Azopardo miran con recelo al ex jefe cegetista y a su hijo Pablo. Creen que ambos fogonean el conflicto únicamente ante la dificultad de su gremio para cerrar un acuerdo paritario. Pero la suerte ya está echada.

Si se impone el sector moderado, donde militan algunos gremios de buena sintonía con el Gobierno, como los llamados «Gordos» e «independientes», las críticas a Macri no se escucharán en Plaza de Mayo sino en la tradicional marcha de antorchas hacia la CGT, programada para el miércoles 26, en el marco de otro aniversario de la muerte de Evita.
De ser así, las columnas partirán desde la Aduana Nacional, donde está emplazado el Monumento a Perón. Curiosamente esa escultura la inauguró Macri durante la campaña presidencial.

Aquél día Moyano dijo presente junto al entonces jefe de gobierno porteño para simbolizar su ruptura con el kirchnerismo. Ahora, su grito de guerra, paradójicamente podría ser funcional a Cristina Kirchner.

En ese debate interno están sumergidos los tres jefes de la CGT. No es que renieguen de su filiación peronista: Acuña juega políticamente con Sergio Massa, mientras que Schmid y Daer muestran preferencias por Florencio Randazzo. Pero ninguno milita con la ex mandataria, a quien aún le hacen reproches públicos.

«Si avanzamos con una medida de fuerza nos van a decir que trabajamos para Cristina. Y si no hacemos nada nos van a decir que somos cómplices del gobierno, como sucedió el día del atril», plantean la encrucijada.

–¿Y cómo se sale de ese intríngulis político?

–Con el mal menor– contesta lacónico Schmid.

–¿Y cuál es para usted el mal menor?

El sindicalista da el último sorbo a su cortado, levanta las cejas, y con su voz aguardentosa remata:

–El mal menor es ir al frente. Es dejar la especulación política de lado y hacer una medida de fuerza para repudiar esta política económica.

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