«Con sólo tocar su manto, quedaré curada»

0
1641

Por Facundo Gallego. Especial para LA BANDA DIARIO

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (9,18-26)

Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: «Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá». Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.

Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: «Con sólo tocar su manto, quedaré curada». Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: «Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado». Y desde ese instante la mujer quedó curada.

Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: «Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme». Y se reían de él. Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.

Palabra del Señor

Comentario

A lo largo de los capítulos octavo y noveno del Evangelio de san Mateo, se nos narra cómo Jesús hizo diez milagros. En esta oportunidad, asistimos a dos de ellos: la curación de la hemorroísa, y la resurrección de la hija del Jefe de la sinagoga.

Tenemos que resaltar la fe del archisinagogo y de la mujer hemorroísa. Él, una fe letrada: un judío no podía ser jefe de la sinagoga si no sabía la Ley y los Profetas (el Antiguo Testamento de hoy). Ella, una señora que había sido expulsada de la sociedad, por ser considerada pecadora y olvidada de Dios. Los enfermos no podían acercarse a los demás judíos por esta razón.

Ambos recurren a Jesús de una manera particular: el jefe de la sinagoga seguramente había oído hablar del Señor, y por su formación no debió haber tardado en reconocer al Mesías, al Hijo de Dios vivo.

La humilde mujer, que seguramente había también oído cosas maravillosas que se decían de Jesús, concluyó: “con sólo tocar su manto, quedaré curada”. De Jesús salía una fuerza y una atracción impresionantes: era el Dios-con-nosotros.

Así, por la fe del magistrado, la pequeña recobró la vida. Y la mujer hemorroísa, por su fe, alcanzó la sanación, la purificación, la esperanza en su vida.

Es momento de pedir a Jesús que imponga su mano sobre nuestro corazón, que lo resucite, que lo llene de amor, fe y esperanza. Pero no olvidemos tampoco que la fe se vive en lo pequeño. A veces podemos tocar el manto de Jesús en nuestra vida cotidiana, como quien hace una caricia a un ser querido al pasar a su lado. Para eso, la oración ferviente es importante, pero también lo son las jaculatorias. Ellas son oraciones muy breves, que salen del corazón y se incrustan como una flecha en el corazón de Jesús.

La jaculatoria más conocida es: “Jesús, ten compasión de mí”. Pero podemos agregar otras: “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”. “Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”. “Señor, enséñame a orar”. “Señor, salva mi vida”. “Jesús misericordioso, ten piedad de nosotros y del mundo entero”… Muchas frases de amor a Dios y a la Virgen María, incluso pequeños fragmentos de la Sagrada Escritura. Todas estas jaculatorias nos pueden ayudar a tocar el manto de Jesús en el camino.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here