Conocé la historia de los ingenios bandeños

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Foto ilustrativa.

Por el profesor de Historia Martín Carmona (tesorero, de la Asociación Civil Santiagueña de Investigadores de Historia). Especial para LA BANDA DIARIO

Durante la segunda mitad del siglo XIX la provincia de Santiago del Estero buscó insertarse en el modelo capitalista y de producción ligado a la actividad agropecuaria que se desarrollaba a nivel nacional. Si bien la escala de impacto fue menor, el cultivo de granos y en especial maíz y trigo tuvieron un desempeño estimable, aunque todas las esperanzas fueron colocadas en la naciente industria azucarera que despegó tras la instalación del imponente ingenio Contreras de San Germes, en cercanías a la ciudad Capital. Pero no fue el único.

Del otro lado del río Dulce y en tierras del departamento Banda surgieron importantes núcleos productivos con capitales disponibles para invertir en el crecimiento industrial.

Integrantes de la elite gobernante, propietarios de grandes establecimientos agrícolas como los Silva Hermanos, Juan Mac Lean, Vicente y Maximio Ruíz, Absalón Rojas, Francisco Wiaggio, los hermanos Marcos y otros tantos volcaron sus recursos para modernizar sus propiedades, con anuencia del Estado provincial que los beneficiaba en un claro juego retributivo donde el crecimiento de la actividad agrícola fortalecía la posición política de la elite.

Un complejo azucarero industrial se proyectaba en el departamento Banda en manos de Silva Hermanos – firma comercial liderada por Sofanor, futuro gobernador de la provincia – quienes lograron adquirir en Francia un ingenio azucarero “llave en mano” (con su respectiva instalación y puesta en funcionamiento) con una capacidad de molienda de unos 200 mil kilos diarios rindiendo casi 13 mil kilos de azúcar refinada y alrededor de 30 barriles de aguardiente. Pues, así como lo lee, los ingenios santiagueños tenían una importante capacidad de producción de bebidas espirituosas, especialmente aguardiente que iba directamente al mercado interno regional, siendo ésta bebida popular en el norte argentino. El ingenio Nueva Trinidad de Silva Hermanos – ubicado a unos once kilómetros de la actual ciudad de La Banda, en dirección a la ciudad de Clodomira – no era el único asentado y funcionando en territorio bandeño.

Juan Mac Lean, un irlandés afincado en la provincia y propietario de un banco en la ciudad, había adquirido tierras en el sitio El Rincón, antigua porción de estancia que estaba en manos de Fernando Rojas allá por 1825. En efecto, Mac lean había montado una importante finca en El Rincón donde hizo instalar su ingenio azucarero traído desde la fábrica Fawcett Preston y Cía. en Inglaterra, con una capacidad importante para producir aguardiente. Era un moderno establecimiento que contaba hasta con línea telefónica, configurando un paisaje moderno que contrastaba con los frondosos bosques de quebrachos ubicados detrás de las instalaciones del ingenio Rincón.

Un circuito de extensas acequias alimentaba a estos establecimientos industriales, en torno a los cuales proliferaban otros no industrializados que concentraban una destacada producción cañera para abastecer a los ingenios.

La década de 1880 fue de las más proliferas para este sector productivo y para el departamento Banda, que logró afianzar una posición agrícola central en el espacio mesopotámico provincial. Fueron años de tierras feraces, grandes capitales beneficiados por el favor político y de abundante mano de obra barata, que garantizaban pingües ganancias. Pero la ilusión de la industria azucarera pronto alcanzó su cenit y un conjunto de condiciones se impusieron sobre la naciente actividad para darle un golpe fulminante.

El poder industrial de Tucumán, la diferencia tarifaria de fletes ferroviarios, el crecimiento de la actividad en el litoral argentino y la caída de precios a nivel internacional detonaron la potencialidad de la industria azucarera local y gradualmente su cultivo fue abandonado hasta que en los primeros años del siglo XX cerró sus puertas el último ingenio santiagueño.

Hace escasos años podían encontrarse aún las ruinas de algunas paredes y restos de la chimenea del ingenio Nueva Trinidad, en el paraje homónimo a tres kilómetros de Señora Pujio, rebautizado en homenaje tácito al emprendimiento, paraje que antiguamente se conocía como Gringo-huasi.

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