Cristina, Máximo Kirchner y Massa manejarán la agenda política y los espacios de poder en el Congreso

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Alberto Fernández pensaba construir su gabinete nacional con una regla política tácita: no designaría como ministro a ningún exministro de Cristina Fernández de Kirchner. Sin embargo, el pragmatismo genético del peronismo ya ejecutó su primera excepción al imperativo categórico del presidente electo: es muy probable que Agustín Rossi, exministro de Defensa de Cristina Fernández, jure el 10 de diciembre como ministro de Defensa de Alberto Fernández. La excepción a la norma tácita tiene nombre y apellido: Máximo Kirchner.

Rossi es aún jefe de bloque en Diputados y aspiraba a mantener ese espacio de poder. Pero Máximo Kirchner pretende el liderazgo de la bancada oficialistas en la Cámara baja, y reclamó esa palanca legislativa que concede juego propio y exhibe la verdadera correlación de fuerzas en el Frente de Todos.

Fernández tomó un café con Rossi para plantear este dilema de poder. Y Rossi que es un cuadro político sabe que no se le puede decir que no a un presidente, aunque todavía no haya asumido en el Salón Blanco de la Casa Rosada. Entonces, si no hay cambios de último momento, Rossi jurará ministro de Defensa y Máximo Kirchner será el jefe de bloque más joven en la historia de la democracia: sucede a José Luis Manzano, que llegó a ese cargo por decisión de Carlos Menem.

Máximo Kirchner hará tándem político con Sergio Massa, que será presidente de la Cámara Baja. Massa tienen muy buena relación personal con Cristian Ritondo, próximo jefe de banca del PRO en Diputados, y su intención es acordar una agenda parlamentaria que satisfaga por igual al oficialismo y la oposición.

Se trata de repartir las tareas y que cada uno cumpla su rol institucional y proyecte sus ambiciones políticas hacia adelante. Fernández necesita que el bloque este ordenado (Máximo), que la oposición no trabe su estrategia legislativa (Massa) y que ambos actúen en armonía hasta que se acerque el 2023:

Máximo y Massa quieren suceder a Fernández y el peso político de ese sueño gravita sobre las relaciones partidarias que interactúan en el mismo escenario de poder.

Fernández tendrá una ventaja respecto a Macri en Diputados. El presidente electo tiene excelente relación con Massa y Kirchner, un hecho político y personal que el actual presidente no detenta. Emilio Monzó, titular de la Cámara Baja, y Nicolás Massot, jefe del bloque oficialista, estaban fríos con Macri y ese clima no contribuye en la ecuación de sumar para una votación que está reñida.

Massa conoce los secretos del quid pro quo (el toma y daca peronista), y la Cámara Baja posee suficientes recursos administrativos para aceitar una maquinaria parlamentaria que inicia de cero: el oficialismo será oposición y la oposición oficialista, en un tiempo de incertidumbre y múltiples jugadas en tiempo real.

La legitimidad del triunfo electoral facilitará la gestión de la agenda parlamentaria de Fernández. Y ya se exhibe un ánimo de cooperación en Cambiemos para que los proyectos del Poder Ejecutivo fluyan en los dos recintos legislativos. Sin embargo, no habrá cheque en blanco de Macri como líder de la oposición al Frente de Todos.

Los bloques opositores en Diputados y el Senado apoyaran el Presupuesto Nacional 2020, la ley de Góndola y la ampliación del Gabinete Nacional, así como los ascensos militares, la promoción de los diplomáticos de carrera y la designación de los denominados embajadores políticos.

Pero Macri no avala que el Parlamento se transforme en una escribanía del presidente Fernández. Y por eso ya descartó que se vote a libro cerrado ciertos proyectos que otorgan muchísima margen de maniobra al Poder Ejecutivo y entierran precisas facultades que la Constitución Nacional concedió al Poder Legislativo.

En este contexto, Fernández y su troika parlamentaria -Fernández de Kirchner, Máximo y Massa- deberán extremar su capacidad de negociación cuando se debata una eventual la ley de Emergencia Económica, un peculiar instrumento jurídico que permite extrema flexibilidad política para mover desde el Poder Ejecutivo asignaciones presupuestarias que sólo se podría hacer a través de una ley.

Cuando jure el próximo 10 de diciembre, Cristina será récord político en la democracia argentina. En 36 habrá sido diputada nacional, senadora nacional, Presidente de las Nación por ocho años, Vicepresidente de la Nación y en consecuencia titular de la Cámara de Senadores. Ningún político, desde Raúl Alfonsín, ocupó todos estos espacios de poder.

A diferencia de Máximo y Massa, Cristina no podrá articular la agenda parlamentaria de Fernández con un bloque unificado. Si todo continúan como hasta ahora, en Senadores habrá dos bloques peronistas: uno leal al kirchnerismo, y otro que responderá a las intenciones y necesidades políticas de los gobernadores justicialistas.

Un puñado de gobernadores peronistas aún recuerdan cómo CFK administraba las partidas coparticipables desde Balcarce 50, y no desean que sus senadores nacionales terminen en una sola bancada liderada por Anabel Fernández Sagasti u Oscar Parrilli, dos legisladores que responden a las órdenes directas de la futura vicepresidente.

La resistencia a una eventual unificación fue tan intensa que, en principio, el presidente electo dio por perdida esta batalla interna. Entonces habrá dos bloques, que coordinaran políticas en general, pero que se diferenciaran al momento de empujar proyectos asignados a determinadas provincias. Todos jugaran al lado de Fernández, y cada uno mantendrá sus alineamientos partidarios: 17 o 18 senadores junto a Cristina, y otros tanto con la liga de gobernadores que encabeza Juan Manzur.

Cristina llegará al Senado y tiene previsto designar a Carlos Zannini como secretario administrativo de la Cámara Alta. Zannini fue secretario Legal y Técnico de Fernández de Kirchner y después estuvo preso por su presunta participación en el encubrimiento de los terroristas que atacaron a la AMIA.

Junto a Zannini llegará Carlos Parrilli, que fue elegido senador por la provincia de Neuquén. Parrilli fue secretario general de la Presidencia y jefe de los espías civiles en la AFI, antes de ocuparse del Instituto Patria.

Desde el próximo 10 de diciembre, en la Cámara Alta, Cristina repetirá un esquema de poder que sirvió en sus ocho años de mandato presidencial: tendrá muy cerca a Zannini y a Parrilli, que podría ser designado Presidente Provisional del Senado, ocupando el segundo lugar en la sucesión presidencial. Detrás de CFK.

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