Cuando Cristina reinaba en Balcarce 50, el orden mundial y regional tenía como actores principales a Barack Obama, Vladimir Putin, Xi Jinping, Mahmud Ahmadineyad, Ángela Merkel, el Papa Francisco, Hugo Chávez, José Mújica, Evo Morales, Lula da Silva y los hermanos Fidel y Raúl Castro. Mientras que ISIS se expandía en Medio Oriente, estallaba la burbuja de Wall Street y el G20 iniciaba su programa estabilizador alrededor del planeta.
CFK tiene una concepción binaria de la agenda global y su perspectiva política del mundo se alinea al compás de sus prejuicios ideológicos y su escaso conocimiento de la historia contemporánea. Cristina traza una línea gruesa entre malos y buenos, y poco le importa si Argentina integra el área de influencia de Estados Unidos o si Irán es un régimen que niega el Holocausto y plantea la desaparición del Estado de Israel.
La inspiración dogmática de CFK, que en sus dos primeros mandatos colocó al país lejos de los centros de poder, ahora está en jaque por un coyuntura internacional que tiene poco que ver con la época fulgurante de la familia Kirchner. Ese mundo ya no existe mas: se lo tragó la historia y la irrupción de nuevos jugadores globales.
Cristina ya no podrá preguntar por «Pepe» Mújica, que se jubiló y cultiva su huerta ecológica. Fidel se murió y Raúl pasó a retiro. Lula está preso y Dilma acorralada por los recuerdos. Chávez también falleció, y Evo trata de preservar el poder a como dé lugar. Francisco ya no brilla como antes, Obama escribe memorias junto a su esposa Michelle, Mahmud Ahmadineyad ya es historia, Putin se ha perpetuado en el Kremlin, Merkel termina a fin de año su brillante carrera como Canciller y Xi ahora apoya el libre comercio y se queja de las guerras comerciales que inicia Trump.
Si Cristina regresara a Balcarce 50, en política exterior sufrirá el síndrome de «Goodbye Lenin». Su probable ministro de Relaciones Exteriores, Eduardo Valdez, deberá explicar a CFK que Maduro no es tan inteligente como Chávez, que Trump no es tan diplomático como Obama y que Xi se siente cómodo con Macri, que cumple los compromisos bilaterales y no aburre con discursos de salón plagados de lugares comunes.
Mientras Cristina desfilaba por Tribunales, la región empezó a debatir la flexibilización del Mercosur, se creo el Grupo Lima para encontrar una salida política y diplomática a la crisis de Venezuela, Washington tiene una posición pragmática para América Latina, la derecha se hizo cargo del Palacio de Moneda en Chile y Gran Bretaña aceptó una política humanitaria para rescatar del olvido a los combatientes de Malvinas que habían perdido su identidad durante la guerra del Atlántico Sur.
Cristina sólo podrá contar con Morales, Maduro, la agonía de la Revolución Cubana, López Obrador en México, Erdogan en Turquía, Francisco a regañadientes, Putin, Xi con su paciencia oriental e Irán. Un puñado de probables aliados que jugaran con CFK por la importancia regional de la Argentina.
Afuera de la cancha
Si CFK preserva su concepción binaria sobre la política exterior, la agenda global de la Argentina sufriría un abrupto y complejo cambio de paradigma. Se enfriará la posibilidad de un acuerdo Mercosur-Unión Europea, Jair Bolsonaro será considerado una pieza menor, el Grupo Lima soportará los embates del gobierno kirchnerista para proteger a Maduro, Trump de hecho será nombrado persona non grata, el Papa visitará a la Argentina, Putin avanzará fuerte sobre Vaca Muerta, los chinos podrán construir las represas en Santa Cruz y el Fondo Monetario Internacional (FMI) hará malabares para cobrar los 57 mil millones de dólares que le prestó a la administración de Macri.
Cristina jugará fuerte para apoyar a Maduro, y se sumará a un frente diplomático que lidera Tabaré Vázquez, López Obrador y la Unión Europea. En este sentido, Argentina pasara de reclamar una salida democrática para resolver la crisis humanitaria, a sostener que el régimen populista es un target de Trump para controlar la región y apropiarse del petróleo venezolano.
Y respecto a la investigación de la AMIA, también habrá un cambio de paso. En Estados Unidos, Italia e Israel hay una pesquisa abierta que trata de vincular una posible venta triangulada de uranio nacional con el Memorandum que CFK firmó con el régimen fundamentalista de Irán.
La investigación internacional deslindó la responsabilidad del empresario italiano Fabio Mascialino en esta operación de tráfico ilegal, pero aún busca evidencias que anuden la responsabilidad del gobierno chavista, el Memo con Irán y la decisión de Cristina de enterrar la investigación del ataque a la AMIA.
Julio Montes, ex embajador de Venezuela en Bolivia y Cuba, es una pieza clave del rompecabezas, pese a que murió hace algunos años. Desde la perspectiva geopolítica de CFK, no hay ningún negocio oscuro detrás del Memo que firmó con Mahmud Ahmadineyad. Y en este contexto, si regresa a Balcarce 50, la información de Estados Unidos, Italia e Israel jamás llegará a los tribunales porteños.
Desde 2016 a la fecha, los protagonistas principales de la agenda global cambiaron. Y si aún queda algún jefe de Estado que Cristina se cruzó en la ONU o en el G20 –Putin o Xi-, el orden mundial ya no es lo que era. Hay guerra comercial entre Estados Unidos y China, Venezuela sufre una profunda crisis humanitaria y la Argentina regreso al FMI, por citar algunos hechos puntuales. Goodbye Lenin no tiene final feliz.