Cristina Fernández de Kirchner acaba de realizar una jugada extrema y de efectos finales inciertos. Quizá esto último sea en sí mismo parte de la movida: en estas horas, desde su entorno alimentan otra vez dudas sobre la candidatura presidencial. Si el objetivo fue proteger a su hija Florencia, parece claro que el efecto es el contrario: la colocó bajo el foco nacional en medio de su delicado cuadro judicial. En cambio, el video que difundió antes de viajar a Cuba asomó ajustado a lo que sería el objetivo central, es decir, una pieza política y un eslabón fuerte en la estrategia para desacreditar las causas por corrupción.
La misma hechura del video habla de una decisión elaborada. Tiene edición, no de alta complejidad pero prolija. El audio está a cargo de la ex presidente, con subtitulado y mientras corren imágenes de la vida familiar y social de Florencia Kirchner. Son casi cinco minutos en los que habla de la salud de su hija –en rigor, después trascendió la referencia a un linfedema- y su estadía en Cuba, donde sería tratada en principio.
El texto leído por la ex presidente está en línea con su eje central de defensa, que busca colocar todas las investigaciones y causas como parte de una maniobra política, judicial y mediática. Pero esta vez lo hace con un giro dramático, que atribuye la situación de Florencia a una persecución «feroz» y que concluye pidiendo que «se metan» con ella pero no con su hija. El efecto, al margen de sus filas o de sus seguidores, fue la generación de un vendaval de versiones -fuera incluso de las esperables en la franja más tóxica de las redes sociales-, que a la hipótesis de la no competencia electoral agregaban hervores de especulaciones sobre un «exilio».
El punto, fuera de tales reflejos, es que se exhiben dos cuadros: la situación personal de Florencia Kirchner –empezando por su estado de salud, del que además se sabe poco- y el hecho producido por la ex presidente. Esto último está a la vista: el hecho producido es político, razón por lo cual suma –¿o rompe?- una estrategia que venía de registrar su primera alteración sensible con la apuesta perdida en Neuquén.
En líneas generales, la ex presidente había decidido mantener su bajo perfil –abandonado apenas en sus citaciones a tribunales-, pero combinándolo con una agenda intensa en sus oficinas y con gestos y declaraciones de algunos de sus invitados que –no es nuevo en el folclore político- generaban dudas sobre CFK 2019.
La ampliación del listado de dirigentes visitantes –con algunos retornos significativos- fue promocionada como un síntoma de afirmación de su liderazgo y, al mismo tiempo, como el síntoma de una posición política de moderación y hasta de reflexión más o menos autocrítica. El acercamiento de Felipe Solá y el regreso de Alberto Fernández sumaron a ese objetivo. Otros, en cambio, fueron ponderados por los aportes de estructura para la disputa nacional, como Hugo Moyano, aunque en el plano del combate y no de la imagen.
Fue una estrategia consistente. Otro ejemplo: Axel Kicillof se mostró especialmente cuidadoso al recibir a los representantes del FMI, hace un mes, con cara seria y mensaje medido: habló de una inevitable renegociación del acuerdo firmado por el Gobierno pero evitó señales de ruptura.
Hay notas que cada tanto desentonan con esa partitura, aunque no sorprendan. ¿Dicen lo que no podría decirse? Por lo pronto, son acompañadas por el silencio y algún enojo reservado por la desubicación. Tal es el caso de Roberto Feletti, que retomó la idea –temporal, dijo- del cepo cambiario en caso de volver al gobierno. Y del intendente Francisco Paco Durañona, que advirtió sobre el objetivo de copar la Corte Suprema para garantizar sus planes sobre los medios y la propia Justicia.
De manera menos visible, los esfuerzos del kirchnerismo estuvieron puestos en el armado interno, por expresa indicación de la ex presidente: la idea, concretada en varios distritos, fue acordar con los gobernadores del PJ para allanar reelecciones a cambio de peso legislativo propio. Una salida de compromiso para varios jefes provinciales que adelantaron comicios locales y dejaron interrogantes para la competencia nacional.
Sin embargo, el impacto de esos pasos no terminaba de volcar la situación. La ex presidente no estaría modificando sensiblemente su proyección en las encuestas -piso firme pero también techo resistente- a pesar del enorme desgaste del Gobierno. Y además, la posible candidatura de Roberto Lavagna habría revitalizado las expectativas en el PJ Federal –aún con malestares internos por el rechazo del ex ministro a las primarias- cuando parecía ineludible el fichaje de muchos en el Instituto Patria.
En el círculo más próximo a la ex presidente –y no necesariamente como relación de causa y consecuencia- venía creciendo la idea de jugar fuerte en Neuquén para dar un doble golpe de efecto: lanzar de hecho el proyecto presidencial y mostrar un resultado exitoso de la unidad peronista hegemonizada por el kirchnerismo.
La candidatura de Ramón Rioseco ya estaba generando impacto nacional: el pronóstico de una pelea ajustada con Omar Gutiérrez entusiasmaba al kirchnerismo y provocaba preocupación en el macrismo –camino al tercer lugar-, además de inquietud en ámbitos empresariales. Con esa expectativa en ascenso, la ex presidente decidió incluso aceptar la idea de una foto con el candidato y grabó un mensaje de apoyo.
La repercusión de la caída frente al gobernador neuquino fue un eco inevitable del volumen de la apuesta. No pudo celebrarse el lanzamiento de la campaña CFK 2019. Y en el plano de las internas, el otro dato fue que el peronismo kirchnerista retrocedió respecto de 2015.
Con un agregado: el peronismo fue dividido en 2017 y el resultado de hace una semana muestra que en política las sumas no son matemáticas: hubo una pérdida global de más de diez puntos. En parte, habrían emigrado hacia Gutiérrez, como habría ocurrido también y en mayor medida con una franja de votantes de Cambiemos. Un tema aparte para el laboratorio electoral.
Si el caso neuquino exhibió una alteración del medido plan inicial de la ex presidente, tratando de acumular políticamente y con moderado perfil público, el video sobre Florencia Kirchner estaría mostrando una jugada a fondo en el frente judicial. No es el único dato de la ofensiva de estos días contra las causas por corrupción, pero expone sin vueltas el lugar que ocupa en su escala política y personal.