«Esto no funciona, ya basta», dijo a Reuters. «Toda mi comida está podrida. ¿Por qué? Porque no tenemos electricidad». El hombre comentó que su familia no quería que saliera a la calle por miedo a que lo llevaran a la cárcel. «Que me lleven», dijo.
Un periodista de Reuters confirmó la existencia de cacerolazos y pequeños grupos que protestaban pacíficamente en la calle en otras zonas de La Habana.
Los informes en las redes sociales también mostraron pequeñas protestas en toda la capital de Cuba, y en algunas provincias, desde el jueves por la tarde hasta la madrugada del viernes.
Protestas cada vez más frecuentes en Cuba
Las comunicaciones por Internet, por teléfono móvil y fijo, parecieron caer en toda La Habana poco antes de las 21:00 hora local y permanecieron así por seis horas. No estaba claro por qué se habían caído las comunicaciones. El gobierno cubano no respondió inmediatamente a una solicitud de comentarios sobre la situación.
Las protestas en las calles de la Cuba comunista son muy poco frecuentes. El 11 de julio del año pasado, concentraciones antigubernamentales, las mayores desde la revolución del exlíder cubano Fidel Castro en 1959, sacudieron a la isla.
La policía detuvo a más de 1.000 personas, según estimaciones de grupos de derechos humanos, y cientos de manifestantes siguen en la cárcel, según cifras oficiales.
El gobierno cubano afirma que las personas que encarceló fueron juzgadas justamente y declaradas culpables de vandalismo, agresión y, en algunos casos, sedición. Sin embargo, los grupos de derechos humanos afirman que fueron sometidos a juicios falsos y encarcelados injustamente por ejercer su derecho a la libertad de expresión y de protesta.
El regreso de la electricidad, en cuotas
Las autoridades habían anunciado más temprano el jueves avances en el restablecimiento de la electricidad en La Habana, donde las luces volvieron a encenderse en diferentes barrios. Sin embargo, algunas partes de la ciudad, las provincias periféricas y vastas zonas del oeste de Cuba seguían a oscuras.
Las temperaturas sofocantes y los abundantes mosquitos -combinados con la amenaza del dengue– tenían los nervios a flor de piel.
«Es todo una mentira, no consiguen nada. Todavía no tenemos luz y nadie nos dice por qué», dijo Tiare Rodríguez, de 54 años, residente del barrio 10 de Octubre de La Habana. Se había unido a un pequeño grupo que golpeaba ollas y se movía por la calle, con demasiado calor para permanecer en su casa.
«Nuestra comida se está desperdiciando, la leche de nuestros hijos se ha perdido. ¿Quién la repondrá?», preguntó. «Nadie».
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