Cuento “Lapacho” de Gustavo Piérola

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Fotos: Jorge Emir Llugdar

Cuenta la historia, que cuando andaban olfateando el norte argentino, por allá por el norte chaqueño, en épocas felices de Tobas, Mocovíes, Wichis, Pilagás, Chiriguanos y otros, hubo grandes rebeliones que fueron por muchos años el dolor de cabeza de los colonizadores. Tal resistencia, dependía en gran parte de las historias de cada nación, de sus culturas, de los legados dejados por los antepasados y también de sus líderes, sus Caciques.

Esta es parte de la historia de una de esas naciones, una de las más pequeñas, que habitaba al norte del Chaco Formoseño, a orillas del Río Pilcomayo, los Chulupíes. Era menor, comparada con  mayoritarios pueblos, como los Tobas, los Mocovíes y  Wichis.

Su Cacique, hijo, nieto y bisnieto de Caciques, Tegaxá era un hombre muy duro, enérgico y fundamentalmente muy aguerrido a la hora de defender su pueblo.

Aunque dirigía una comunidad  menor, era uno de los principales oradores en las reuniones y asambleas de Caciques de las diferentes naciones, cuando se trataban temas de interés e importancia para todos, como en esos momentos, ante la cercanía del terrible hombre blanco.

Tegaxá, tuvo diez hijos, mejor dicho, hijas, en realidad nueve hijas y un varoncito. Tegaxá tuvo que esperar casi 20 años para gozar la llegada de aquel añorado descendiente que heredaría el trono.

Durante todos esos años, quedaba parado frente a la choza de Raspaj, la partera, esperando con un pequeño arco y flechas construidos muy estéticamente con sus propias manos, en madera de Pitanguí, para regalar a su esperado hijo que no llegaba.

Su mujer Leichiré sentía alegría y tristeza con el nacimiento de cada niña. Alegría porque la nación garantizaba su continuidad procreadora y tristeza, porque Tegaxá, luego de besar a cada una de ellas y presentarlas a su pueblo se retiraba solo y cabizbajo a meditar en la piedra ancestral de las meditaciones, en las orillas mismas del Pilcomayo, así lo hicieron durante siglos sus antepasados.

Así fueron naciendo Eliaj, Ulian, Tinaá, Moneé, Selaá, Laqoó, Retiej, Colué y Metiáa.

Tegaxá, ya no quería saber más nada de partos y de mujeres, y andaba a las disparadas, escapándose de su mujer cuando ésta tenía ganas de aumentar la familia, era su nueva costumbre inventar reuniones de todo tipo para llegar tarde y cansado a su casa.

El pequeño arco y flechas, habían quedado en lo de Loperej, el brujo, para ver si éste podía hacer algunos pachichís y el macho aparecía.Una noche, había llegado a su choza bastante en pedo, luego de una festichola que habían organizado sus guerreros festejando un acuerdo limítrofe con los Chorotes. La cuestión, un conflicto en una zona no muy delimitada para la caza de avestruces, mulitas y carpinchos.

La culpable de su estado, una bebida típica de la zona, una mezcla de semillas de ciertos árboles del monte descubierta por los Carayás, que añejada  en  cubas de barro durante unos meses, se hacía irresistible, tanto que posteriormente, fue motivo de frecuentes malos tratos, torturas y desapariciones   por parte de los españoles para averiguar la fórmula.

Finalmente, la Ginée, la semilla principal de esta centenaria bomba, la descubrieron los Portugueses, siguiendo muy de cerca una banda de Carayás en pedo, allá por el Mato Groso.

Siglos después, los Brasileros la patentaron, el Gine-Bra, junto con otras como el Cachá-za, bebidas éstas que dieron origen a todo lo que significaron las tradiciones y culturas brasileras, desde el zamba hasta los carnavales mismos.

Ahí nomás, cuando Tegaxá llegó a su choza, Leichiré lo estaba esperando sabiendo en el estado que llegaría.

De esta pasión etílica, a los meses, llegó el décimo  hijo de Tegaxá y Leichiré.

Y fue hijo nomás, cuando Raspaj la partera, vio esas bolas, comenzó a bailar, a danzar y a cantar en un dialecto que solo los médicos y brujos conocían.

Tegaxá, como de costumbre, con el pequeño arco y flecha,  se paseaba nervioso entre un Jacarandá y una enorme Tipa, cuando escuchó  semejante alboroto se dio cuenta inmediatamente que había algo diferente, que algo había cambiado, que ese baile solo era utilizado en los momentos de gran alegría y se unió a ese baile ancestral, convencido que no vería nuevamente una Puajj (Vagina), que había llegado su heredero.

Hubo fiestas y muchas fiestas, se cosecharon todos los árboles de los montes que tenían esas semillas maravillosas, desde las copas de los árboles, los Carayás se quejaban angustiados por semejante depredación al medio ambiente. Fueron llegando Caciques con sus familias, de todas las naciones,  cercanas y no tanto, semanas y semanas de gran algarabía para dar la bienvenida al nuevo heredero de la nación Chulupí.

El nombre elegido, Pachúu, que en su idioma quiere decir, “muy macho”.

Y así paso el tiempo, Tegaxá le dedicaba horas y horas del día para enseñarle a Pachuú las artes de la caza, la pesca, la siembra, fundamentalmente del Ginée, y la construcción de arcos y flechas para defender a su pueblo.

Fueron pasando los años, y Tegaxá empezó a notar que algo no andaba bien en su hijo,  le prestaba poca atención a sus enseñanzas, no participaba de las reuniones del Grupo Guerrero Juvenil, y dedicaba mucho tiempo a los Talleres de Artesanías y Costura donde iban sus hermanas.

Leichiré, su madre, ya había notado hace tiempo estas rarezas pero no lo comentaba con su esposo para no preocuparlo. Pachúu, en edad juvenil, se había criado entre tantas mujeres que se le habían pegado ciertas mañas propias del sexo. Sus hermanas vivían hablando, coqueteando y disputándose algún que otro guerrero del Grupo Juvenil, Pachúu se metía en las charlas y poco a poco le fue gustando el tema.La nación toda, ya sabía de la cuestión, pero nadie se atrevía a hacer ningún tipo de gesto o comentario estando cerca Tegaxá , aquel Cacique bravo y guía del pueblo.

A Pachúu, los compañeritos de la escuela de Guerra, pasaron a llamarlo, Pachóo cuyo significado era “más o menos”.

Era la gran tradición Chulupí, que al cumplir los 18 años, el Gran Cacique, le presente al heredero las candidatas para acompañarlo durante su futuro reinado. Leichiré, había sido elegida de esta manera.Pachóo, debía elegir la que él decidiera, pero éstas debían ser todas aspirantes vírgenes. Para lo cual todas debían pasar previamente por la Tactoj, o Bruja Ginecóloga, quien comprobaba el estado de cada una.

Eran cientos de jóvenes criaturas, que ansiosas, se presentaron al obligatorio control, pasaron el examen solo dos. Aiaiá (la más fiera) y Coolmí (la mordedora)El informe de Tactoj, fue una verdadera preocupación para toda la nación, y la comprobación de porqué los grupos juveniles de caza se demoraban tanto en el monte y volvían con pocos animales.

La tradición estipulaba, que las candidatas debían ser presentadas al futuro Cacique por el mejor Guerrero del momento, y de esta manera Pachóo debía elegir  su futura pareja.

Cuando Piyáo, el Guerrero, llega con las dos únicas jovencitas, Pachóo queda petrificado, sus ojos comenzaron a brillar como quien se enamora a primera vista, queda como perdido, su boca abierta mostraba una perfecta dentadura.

Tegaxá , ya esbozaba una amplia sonrisa de conformidad y fundamentalmente de tranquilidad ante tantas dudas, cuando vio la cara de su hijo.Cuando quiso preguntarle cual de las dos era su elegida, comprobó que aquel brillo, aquella mirada estaban clavados en el joven y esbelto Guerrero.

Piyáo, era el más fuerte y aguerrido guerrero de la nación, habiendo ganado muchos torneos,  competencias y olimpíadas internaciones en la extensa región del Chaco.

Una de sus especialidades y aptitudes mayores, era la cacería del Chancho Salvaje, pero de atrás, y esta costumbre ya lo había encariñado bastante, dejando de lado muchas fáciles y variadas Puajj, que se le presentaban a diario y parece que a Pachóo lo había confundido con Chancho algunas veces.

Tegaxá, no tardó en darse cuenta de lo que estaba pasando y en comprobar inmediatamente cuales eran las rarezas de su hijo. Inmediatamente desarmó la ancestral ceremonia; las vírgenes rajaron ante la angustia y bronca de quien habría sido su suegro. Toda la pueblada, ante semejante situación, se fue retirando rápidamente, sin hacer ningún tipo de comentarios, por su puesto, hasta llegar a sus chozas.

Piyáo, fue llevado preso por la deshonra y Pachóo se retiró con su madre y hermanas a llorar a su vivienda.

Tegaxá , se internó nuevamente en la espesura del monte hasta llegar a la piedra de las meditaciones y allí llorar y dialogar con el sol, la luna, las estrellas y fundamentalmente con sus principales asesores, sus antepasados. Con él llevaba aquel pequeño arco y flecha que con tanta ansiedad y amor había construido.

Ya llevaba una semana de meditación sin comer ni beber, cuando se abalanzó una feroz tormenta y entre rayos y truenos pudo escuchar el mensaje y castigo de sus dioses, “ te advertimos, debías entender nuestro mensaje en el nombre de tus hijas”, seguidamente le dieron las indicaciones de lo que debería hacer. Sobresaltado, pensó un instante lo que le estaban diciendo, y con mucho dolor, saltó de la piedra, tomó el pequeño arco y las flechas, las rompió en mil pedazos, las arrojó a las aguas caudalosas del Pilcomayo y se dirigió de vuelta para su pueblo. Tenía que cumplir en forma urgente su legado.

Irrumpió en su choza, tomó a Pachóo quitándoselo del suave regazo de su madre y le dio la orden de abandonar para siempre su familia y su pueblo.

Pachóo, lleno de lágrimas, tomó todas sus pertenencias, una muñeca hecha en Curupí y una lanza que le dio su madre para defenderse. Hacia el espeso monte fue, sin mirar atrás, madre y hermanas lloraban, sabiendo que jamás lo volverían a ver.

El exiliado y frustrado heredero del trono de los Chulépíes solo pensaba en su amado. A Piyáo, lo esperaba la muerte, por la traición a su jefe y a su pueblo, debía morir en la estaca comido por los bichos del monte. Su miembro viril debía ser cortado previamente, expuesto en la plaza pública. Su culpa, haberse equivocado de cuevas.

La ceremonia para la muerte debía hacerse a las tres lunas y delante de toda la nación.

Pachóo, no aguantó su aislado sufrimiento, aprovechó las penumbras de la noche montesina y fue a salvar a su querido. La lanza que le había regalado su madre, terminó en el cuerpo de quien cuidaba al prisionero.

Juntos, se perdieron en la espesura de esas verdes comarcas, que tanto conocían en aquellas cacerías de chanchos, pero esta vez, en la búsqueda de una felicidad definitiva, lejos de sus incomprensibles hermanos.

Y así caminaron meses y meses, hasta encontrar el lugar soñado, donde su amor no sea cuestionado por ningún ser vivo.

A orillas de un hermoso arroyo, el Guaycurú, muy al norte, fue donde establecieron la tranquilidad de una futura vida juntos.

Pero en la nación Chulupí, como en las demás, cuando existe una traición, la ofensa se extiende a todas  las naciones hermanas.

Así, una vez más, estos pueblos se unieron en un objetivo en común, no era el riesgo cercano del temible y asesino hombre blanco, sino limpiar la imagen y el desprestigio de uno de los Caciques.

La voz corrió por montes y montañas, por praderas y lagos, poco a poco, la búsqueda se generalizó y durante meses y meses, guerreros de todas partes, habían tomado el desafío de encontrar a los traidores.

Una mañana, Pachóo realizaba las tareas de su género, juntaba leña, miel, y flores, muchas flores para su hogar. Piyáo, había salido por la noche a cazar algún bicho para alimentar a su amada. Pachóo le había prohibido la caza de Chanchos Salvajes.

Sin darse cuenta, muy metida en sus tareas domésticas, no pudo percibir que desde una loma cercana, estaba siendo observada por una veintena de guerreros Tapietes que se habían unido a la búsqueda. Tegaxá, había prometido parte de sus tierras a quienes los encuentren, la ofensa había sido muy grave.

Pero la orden era también que él, como Cacique en jefe del dolido pueblo, con sus propias manos ejecutaría la venganza.

Y así fue buscado, a los días, estaba en el lugar al frente de un pequeño ejército de guerreros. Sabía que Piyáo , era el mejor guerrero y debía ser precavido.

En ese momento, Pachóo y Piyáo dormían una pacífica siesta debajo de un enorme Quebracho, hasta que la voz de Tegaxá, los despierta abruptamente.

La sorpresiva escena no los inquietó, como si esperaban hace ya tiempo ese momento. Ante la mirada sobresaltada del Cacique y de todos  los guerreros, Pachóo tomó una pequeña cuba de barro, hecha con sus manos, como las que hacía en el Grupo de Artesanas, y ambos bebieron su contenido, no querían entregarse, ya lo habían decidido mucho antes, sus vidas terminarían juntas.

Las semillas de un arbusto llamado Arceé y las hojas de Nicóo, una planta de la zona, juntas hacen un veneno mortal que hace siglos ya era utilizado por sus ancestros en la cacerías de Pumas y Yaguaretés.

Tegaxá, inmediatamente supo de que se trataba y los dejó morir lentamente, abrazados con el mismo y juvenil brillo en sus ojos, que cuando se conocieron en aquella primera cacería.

Piyáo , fue llevado y estaqueado como la tradición lo imponía, en un monte cercano.

Pachóo, fue enterrado a orillas de ese hermoso arroyo, entre sus flores y su felicidad.

Con el tiempo, cuenta la leyenda, que en el lugar, sobre su cuerpo, nació un árbol, nuevo en la región, que luego se expandió por bosques y bosques, que se cubría con miles y miles de flores rosadas, no podrían ser de otro color.

Cuenta la historia también, que al árbol le pusieron el nombre de aquella sufrida víctima de la incomprensión humana, su única culpa, un profundo amor incomprendido.

En su homenaje, las generaciones y generaciones que siguieron esa leyenda de pasión y muerte, llamaron a ese preciado  árbol, “PACHÓ”

Con los años, también llegó la barbarie colonial, las nuevas y extrañas civilizaciones, hasta que llegó el bendito ser Argentino, con todas sus malas costumbres, una de ellas, aparte de haber tenido terribles Caciques Turcos, ponerle a todos los nombres femeninos  el “LA” adelante y sin ningún respeto a estas legendarias leyendas le modificó el nombre a esta impresionante belleza montés, siendo llamado en la actualidad “LAPACHO”.-

Foto: La Banda Diario
Fotos: Jorge Emir Llugdar

Fuente: https://dehumanos.wordpress.com/

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