Darío Benedetto, el goleador de los 10 millones que empuja a Boca hacia el campeonato

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“Benedetto es un delantero notable y un goleador notable”. La definición de Guillermo Barros Schelotto sobre la figura de este Boca puntero esconde dos mensajes en uno. A la faceta de goleador la describen sus números: 20 goles en 27 partidos (0.74 de promedio), 18 tantos en 22 juegos en este torneo (0.82 y cada vez más cerca de la cifra de Palermo) y en 12 ocasiones hizo el 1 a 0 del equipo.

¿Más? Cada vez que hizo un gol en el campeonato, Boca sumó. Un nueve decisivo que se consolidó en el equipo más allá de sus lesiones (tuvo tres musculares en el segundo semestre de 2016) y luego de un verano de sequía en el que, como él confesó, llegó a creer que perdería el puesto con Walter Bou. Fanático de Boca y con el sueño de su vida -ser campeón en este club- por delante, ya se ganó el reconocimiento de los hinchas, que lo ovacionaron después del 3 a 0 ante Independiente.

¿Por qué Guillermo habla también de ese jugador notable? Porque cuando llegó a club para jugar las semifinales de la Copa Libertadores ante Independiente del Valle, Pipa debió modificar su ADN. Se paró como un falso extremo porque el nueve de aquel equipo era Carlos Tevez. No funcionó allí. Y entonces en el 4-2-3-1 que construyó el Mellizo para que el Apache estuviese cómodo, lejos de los centrales rivales, Benedetto fue quien se bancó jugar de espaldas al arco.

“En América de México el esquema era distinto yo tenía otro nueve al lado para pelear contra los defensores. Ahora la referencia del equipo soy yo”, le contó a Clarín hace un mes, cuando sus gritos en la red, con esos festejos simulando aumentar el tamaño de su nariz, ya eran algo común. Ya en el inamovible Boca del 4-3-3 de Guillermo, Pipa se calzó la 9 y nunca más la dejó. Aunque sus goles cuentan otra cosa. Hizo sólo 4 goles de cabeza.

Es decir: los centros hacia él no son algo común. Y en el repaso hay gritos como ante Quilmes desde 30 metros o los tantos frente a Newell´s y Huracán en los que él se inventó el gol sin necesidad de un pase certero de un compañero. “Es un jugador que puede jugar de espaldas al arco y también de frente. Tiene una muy buena técnica y entiende cómo debe moverse para jugar con un compañero al lado”, lo elogió Barros Schelotto cuando tuvo que hablar de él.

Pero puertas adentro también destacan otras dos virtudes. Una tiene que ver con su personalidad, porque pese a que sus 27 años cuentan que está cerca de la madurez para el futbolista, su arribo al club de sus amores pudo asemejarse a aquello que ocurrió con Daniel Osvaldo. Pero él rápido marcó su postura: “No quiero que la gente encariñe porque soy hincha de Boca; quiero que lo hagan por mis goles y por lo que puedo darle al club”. Su ascendencia en el grupo fue constante y ahora se ganó el respeto de todos.

Es una voz autorizada en cada charla con los referentes y un símbolo de este equipo líder. En esa personalidad también estuvo mantenerse calmo cuando los cuestionamientos aparecían en el día a día. El otro tilde que cosechó tiene que ver con su técnica. Es que es un delantero que en cada práctica y partido demuestra variantes que generan asombro. Su segundo gol ante Independiente fue el primero que hizo con la pierna izquierda, pero en sus variantes con derecha hay tantos con sutileza, otros con remates fuertes, esquinados, de primera, con control y en algunos hasta de lujo, como su taco ante Quilmes.

Capaz de recriminarle a todo su equipo que le den una pelota (como frente a Huracán) o de juntar en el festejo a Centurión (con baile incluido), el goleador que nació en Sarandí y que tiene tatuado el escudo de Boca en el abdomen fue tajante: «Quiero ser campeón con Boca. No me importa otra cosa que eso. Es mi sueño, mi objetivo y voy a hacer todo lo posible para conseguirlo». Eso les dice a sus compañeros en la arenga previa a cada juego. Sus goles, en cantidades, demuestran que habla en serio.

Matías Bustos Milla/Clarín

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