Hace apenas siete meses, Cristina Kirchner anunciaba la sorpresiva candidatura presidencial de Alberto Fernández. El martes pasado, el ex jefe de Gabinete recibía el bastón de mando en manos de Mauricio Macri. Desde entonces, en sólo cinco días, a Alberto Fernández le cambió radicalmente la vida. Y dice que aspira a cambiarla la vida a los argentinos.
El primer mandatario se levantó temprano el martes y llegó al Congreso manejando su auto particular. Toda una señal de alguien que quiere presentarse como un presidente descontracturado, al mejor estilo Néstor Kirchner. Su siguiente paso en esa sintonía fue saludar a la vicepresidenta saliente, Gabriela Michetti, y empujar él mismo la silla de ruedas para llevarla al recinto, donde se estaba por realizar la Asamblea Legislativa en la que iba a jurar como jefe del Estado.
Otro gesto distinto en un país crispado fue el abrazo que Fernández se dio con Macri, instantes antes de que éste le traspasara el mando. “Te deseo mucha suerte. Que Dios te acompañe”, le dijo el Presidente saliente al entrante.
Lo que siguió fue puro vértigo: una hora de su primer discurso como Presidente, los abrazos, los besos, los saludos de las delegaciones internacionales, la entrada al despacho presidencial (con fotos junto con su pareja y su hijo), la jura de los ministros (con permanentes alusiones a la incomodidad que le generaba la banda presidencial, que se le desacomodaba a cada rato) y la posterior aparición junto con Cristina Kirchner, al final de la tarde, para cerrar el festival musical en la Plaza de Mayo. Allí, ya con cara de cansado, habló nuevamente ante la multitud que aguantó y celebró en medio del extremo calor de ese martes.
El primer día de actividad presidencial no bajó la intensidad: Alberto Fernández recibió a su par de Cuba, Miguel Díaz Canel; viajó a La Plata en helicóptero para la jura del gobernador bonaerense, Axel Kicillof, y a la tarde se trasladó a Santa Fe para asistir a la asunción del gobernador Omar Perotti.
Al día siguiente, estuvo en la Casa Rosada con una delegación de Estados Unidos presidida por el subsecretario interino del Departamento de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Michael Kozak, y… el ritmo de encuentros, contactos y actividades no se detuvo.
Quizá hayan sido los cinco días más intensos de su vida. Es que no siempre uno termina convertido en presidente de la Nación, como le sucedió a Alberto Fernández a sólo siete meses desde que fue elegido como candidato por su vicepresidenta.