La revolución de Boca en Santiago del Estero se puede entender desde el hecho que hace 27 años que no visita esta provincia. O, mejor aún, que fue en 1971 cuando se enfrentó ante Central Córdoba por última vez. Por eso la euforia y la desesperación por ver a sus ídolos aunque sea de lejos, de costado o de arriba de un árbol. Eso genera el equipo de Miguel Ángel Russo en el interior.
Desde muy temprano, cerca de las 8 de la mañana, ya se percibía que la ciudad no era la misma de siempre. Que el vallado alrededor del hotel Carlos V, ubicado en pleno corazón del centro y en diagonal a la plaza Libertad (la más famosa de Santiago) anunciaba lo que finalmente se daría unas horas después: de a poco empezó a llegar la multitud y la gente comenzó a agolparse detrás de las vallas y, ahí sí, a esperar. Una, dos, tres, cuatro y hasta cinco horas para recibir a los futbolistas. Y no sólo eso, sino que además en el aeropuerto Vicecomodoro Ángel de la Paz Aragonés también hubo vigilia y posterior caravana siguiendo al micro.
Los hinchas de Boca rodearon el hotel donde se hospeda el plantel y esperaron largas horas.
Aproximadamente 2.500 personas esperaron desde las 17.30 de este sábado en la puerta del hotel, mientras que otras 4.000 y monedas se fueron sumando a medida que llegó la caravana y que fue cayendo la noche. La locura por Boca seguirá este domingo en el Alfredo Terrera, estadio que tiene capacidad para 16.000 hinchas aunque seguramente se sobrepase ese número. Y la cuenta es simple: durante la semana se agotaron las entradas en cuestión de horas, si de hecho hubo gente que pasó la noche durmiendo en la vereda.
Nicolás Migliavacca/ Olé