“Es un proceso que se realiza sobre algunos desarrollos tecnológicos. En nuestro caso hay algunos productos que estamos realizando con el sorgo colorado que podrían ser patentables”, dijo la científica y señaló que, eventualmente, esa posibilidad sería evaluada por el CONICET y la UTN.
La investigación surgió “por gente allegada que es celíaca”. Se pensó “en hacer una cerveza para ellos”, pero el universo a la que se puede destinar la producción alimentaria es cuantitativamente importante. Se estima que, en el país, una de cada cien personas es celíaca y sólo uno de cada diez enfermos lo sabe. Los celíacos no toleran el gluten, una proteína que está presente en los cereales trigo, avena, cebada y centeno (TACC).
El ente que mostró mayor interés en el desarrollo de estos avances son la Estación Experimental del INTA de Las Breñas, Chaco, por el valor agregado le otorga al cultivo, y el Centro Celíaco Chaco, que intenta promover la tarea pero hasta ahora “no hay interesados en invertir” en la producción de alimentos para la población celíaca.
Benítez dijo que hay una empresa rosarina que trabaja con sorgo blanco, a la que están asesorando, y remarcó la importancia de que haya “personas o empresas a las que les interese realmente invertir en el Chaco en la producción de alimentos a base de sorgo colorado como para generar una industria”.
A partir de esta investigación, el sorgo colorado pasó a ser un producto revalorado porque “sirve para la producción de harina y cerveza para celíacos y también para alimentos que pueden consumir pacientes diabéticos”.
En principio la investigación fue sobre harina y cerveza para celíacos, después se sumó al potencial universo de consumidores diabéticos y añadieron que en el sorgo colorado “también hay propiedades antioxidantes, especialmente aquella que evita el envejecimiento de la piel”.
“Seguimos investigando, siempre hay algo más por saber y desarrollar”, afirmó la investigadora del Laboratorio de Química Teórica y Experimental de la UTN de Resistencia a la vez que forma parte el Instituto de Química Básica Aplicada del Nordeste (IQUIBA-NEA), espacios de investigación que articulan con el CONICET.
En este proyecto trabajó junto a Benítez un grupo de ingenieros químicos graduados de la Facultad Resistencia de la Universidad Tecnológica Nacional; entre ellos Jimena Martínez Amezaga, Nicolás Petelski, Laura Gómez Pamies, Rosario Acquisgrana y los alumnos becarios Gonzalo Vidondo y María José Cobas.
Fuente: Telam