Vivimos en la época de la polémica. Basta con mirar un poco la televisión, los portales, las redes sociales para comprender el grado de susceptibilidad con el que la sociedad se envuelve; una susceptibilidad que se victimiza y genera un mercado de la polémica.
Diego Torres, al igual que muchos referentes del mundo artístico y del entretenimiento, está, por así decirlo, atrapado: todo lo que digan va a generar bullicio, un ruido más parecido al mejunje de voces que habita en los shopping que al de un aula en pleno debate pedagógico.
Él lo sabe y hoy, sentado en un sillón minimalista, con las piernas cruzadas y una cadencia pausada, lo dice sin ningún problema: «Hay una parte muy polémica que vivimos en nuestro país donde cualquier cosa que decís la utilizan para un lado o para el otro. Eso es parte del momento crispado que a veces se vive».
Sucedió cuando fue al programa de Mirtha Legrand y prefirió no aceptar el pedido de aplaudir el encuentro de Mauricio Macri con los gobernadores. También cuando comentó que «un populismo desfigurado te lleva a un mal destino». Sabe que, diga lo que diga, siempre aparecerá ese rebote inevitable. Por eso se esfuerza en dejar claro que es «independiente políticamente, digo lo que pienso y respeto al que piense diferente». ¿Cómo convivir con eso? «Es importante aportar un poquito de calma, de autocrítica, de poder debatir, dialogar en vez de querer imponerle al otro lo que uno piensa como lo único verdadero y que vale la pena», dice en esta charla con Teleshow.
El motivo por el cual está en Argentina es el de su último trabajo cinematográfico. Se llama Casi leyendas y es «una historia que te emociona, que tiene profundidad y también momentos de comedia y de risa. Tiene un gran equilibrio», comenta este actor que, si bien todos lo recuerdan por aquel emblemático papel en La furia (1994) detrás de unos barrotes sofocantes, debutó con Profesor punk (1988) con un Jorge Porcel travestido de baterista fanático de los Sex Pistols. En Casi leyendas forma grupo con Diego Peretti y el excéntrico Santiago Segura al mando de Gabriel Nesci como director.
«Me encanta la curva emotiva de mi personaje y de la historia», confiesa e inevitablemente la charla vira hacia el cine argentino, ese islote de arte nacional entre tanto mar televisivo: «Ha ido evolucionando, se ha ido renovando con nuevos directores y nuevos actores. El cine, como la música y la literatura, es parte de nuestra cultura, entonces lo tenemos que cuidar», explica resaltando la capacidad que tienen las películas de retratar a la sociedad, de hablar más del universo cotidiano que el de las celebridades, porque, por sobre todas las cosas, «sin el público no somos nada».
De no ser por este lanzamiento, estaría de gira en algún lugar del mundo -esta semana dio un show gratuito para 30 mil personas en Tigre– o en Miami, donde vive con su esposa Débora Bello y su hija Nina. La música parece tenerlo atado. Escribe, compone, investiga, agarra la guitarra, toca el piano, busca esa cosa extraña que llaman inspiración, va al estudio, se junta con músicos… fruto de esta voracidad hoy está nominado como Mejor álbum pop latino en los Grammy mundiales. Pero también se da espacio, como un pulpo de cien tentáculos, para estar en todos lados a la vez. «A mi tarea en la vida personal como padre le dedico mucho tiempo y la disfruto mucho… llevarla al colegio, ir a buscarla, bañarla, andar en bicicleta, jugar nadar… todas esas cosas que uno no se quiere perder».
Sin embargo, no todo es mágico: «Es muy difícil llevar una pareja adelante, yo creo que he tenido la suerte de encontrar una gran mujer, una gran compañera que entiende mi profesión y yo entiendo la de ella. Los dos estamos muy contentos y apasionados con criar a nuestra hija». Si bien hay «crisis e idas y vueltas como toda pareja», él sabe que «ese es el motor que mueve mi vida; si eso está bien, lo demás seguramente va a estar bien».
Cuando Diego Torres habla todos hacemos silencio, no sólo porque está dando una entrevista; también sucede en el off de record. Lo que pasa es que habla alguien que -vaya uno a saber las formas que adquiere el carisma- tiene un magnetismo inusitado, ese que envuelve a los grandes popstars del mundo. Habla y sonríe, hace una pausa, retoma la frase con más sinceridad aún, y vuelve al cine, a la música… a su vida profesional: «En un momento me dediqué más a la música porque tenía que salir de gira, pero estoy muy activado con mi oficio de actor. Me siento tan actor como músico… necesito manifestarme en ambos lugares».
«Yo aprendí a convivir con este lado público desde chiquito», comenta volviendo al inicio, el del mundo de la polémica, de las susceptibilidades, del rebote porque sabe y así lo dice: «Me siento un exponente». Y desde ese lugar de referente, ¿cómo se ve el mundo? «Como sociedad estamos creciendo -opina sobre la actualidad del país-, somos un país joven.
Tenemos que cuidar la democracia, tenemos que aprender a vivir en ella. Tenemos que mejorar el sistema que gobierna más allá del que gobierne, sea de un lado o del otro. Tenemos que tener un sistema judicial, ejecutivo, de leyes que se respete, que funcione. Todos estamos pidiendo lo mismo: mejor administración, menos corrupción, que la justicia funcione, que el que cometa un delito vaya preso. Esas cosas claves que no cambian más allá de tu opinión política».