Todos los años electorales en los Estados Unidos aumenta la cantidad de gente que se nacionaliza. Pero en 2015, según el Departamento de Migración, las cifras han superado el promedio: 11% en comparación con el año anterior, y 14% si se consideran los últimos seis meses. Las proyecciones oficiales son de un 20% más en total durante 2016.
Aquellos que están en condiciones de nacionalizarse se apuran para llegar a tiempo y elegir presidente en noviembre. O, sobre todo, para evitar que el magnate gane, en el caso de que logre la nominación del Partido Republicano.
«Hemos visto esos números oficiales, pero en la práctica, de manera directa, observamos un incremento mucho mayor; un incremento sustancial, sino dramático», dijo Felipe Benítez, miembro de Mi Familia Vota, una organización que promueve la participación cívica de los latinos —entre sus actividades se destacan los talleres para facilitar la nacionalización— y funciona en seis estados —California, Texas, Florida, Arizona, Nevada y Colorado—, más una sede en Washington, DC.
Benítez dio un ejemplo: «El año pasado, a estas alturas, en el taller de ciudadanía de Orlando, Florida, en un buen día atendíamos entre 50 y 100 personas. Este año hemos tenido eventos a los que asistieron 300 personas que quieren llenar su solicitud».
—¿Cómo se explica el aumento?
—El comentario de los participantes que más resalta es «Queremos hacerlo porque no queremos esta ola de ataques de Trump». Pero no sólo de Trump: también de otros candidatos republicanos, aclaran algunos. Trump ha sido el que ha hablado más fuerte, pero también Ted Cruz, y en su momento Marco Rubio: debatían a ver quién deportaba más gente. El partido no rechazó ni contuvo esa retórica.
Un aspecto llamativo de esta corrida es que no sólo las personas con 3 o 5 años (según sus requisitos particulares) de residentes legales se presentan para la nacionalización. «También personas que tienen 10, 15, 20 o 25 años de ser residente, que no habían pensado seriamente en nacionalizarse antes, se han dado cuenta de que es ahora o nunca», observó el representante de Mi Familia Vota. «Esa retórica de odio se ha transformado en acción positiva.
La experiencia de Douglas Interiano, fundador y director ejecutivo de Proyecto Inmigrante, es similar: «Hace diez años hacemos estos talleres gratuitos de ciudadanía y nunca habíamos visto un aumento de participación como ahora. Con Barack Obama hubo un cierto incremento, ¡pero aquí hablamos de un aumento del 50 por ciento!»
La organización de Texas dedicada a la educación y la ayuda legal en temas de inmigración y nacionalización solía ofrecer talleres para 100 personas y los consideraba un éxito si asistían 70. «Hoy a los talleres llegan 200 o 300, y en algunas ocasiones hasta 500 personas», dijo Interiano.
«¿Por qué usted se está haciendo ciudadano estadounidense?», se pregunta en el formulario de inscripción a los talleres. «La mayoría, estimo que un 70% de las personas, dice que tiene un miedo enorme a que el Sr. Trump gane las elecciones. Es un dato muy fuerte que la misma comunidad nos da en los eventos».
—¿Miedo a qué?
—A que les quiten la residencia. Saben que un naturalizado no puede ser deportado, a menos que haya una desnaturalización.
El discurso ha tenido un efecto paradójico. «¡Yo digo que es lo mejor que nos ha pasado en los últimos diez años! —evaluó. «Hoy sí se puede decir que el gigante ha despertado, y vamos a ver los resultados en las urnas».
—Antes de mayo se puede llegar al millón de solicitudes, 200.000 más que los promedios de los últimos años.
—Nuestras cifras son más altas. Nosotros solemos hacer ciudadanos estadounidenses a 1.000 personas durante el año. Esta vez hemos llegado a esa cifra muchísimo antes: a comienzos de abril, ya estamos en 1.100, ¡tanta ha sido la demanda!
—¿Cómo hicieron con la logística?
—Una red de organizaciones. De nuestra parte brindamos asesoría legal con abogados, trabajamos con los consulados de México y de El Salvador, Honduras y Perú, que son los que tenemos en esta área. Y también trabajamos con los terciarios comunitarios, las universidades, los líderes religiosos… Es un esfuerzo sin precedentes. Y se dio motivado por la atmósfera de este país en este momento.
Llegó a Chicago, Illinois, hace 17 años, desde Ecuador; tenía 12 y su madre la trajo porque casi toda esa rama de la familia había emigrado allí desde la década de 1960. «Nosotros fuimos por un proceso que entonces, cuando yo era una niña, pensé que era de lo más normal: uno iba a la embajada, pedía el permiso, esperaba, lo recibía y se venía al país». Pero en la escuela media conoció otras realidades. Una compañera de México le preguntó un día que no ha podido olvidar:
—¿Cómo cruzaste?
—¿Cómo que cómo crucé? —le respondió, sin entender.
«Le comenté a mi mamá. Le pregunté que qué quería decir eso de cruzar la frontera. Así comencé a entender. Qué es cruzar la frontera. Qué es ser deportado. Cuáles son los factores de fomento y de desaliento que fuerzan a una persona a emigrar», explicó.
Ella coordina programas de nacionalización en la Coalición de Illinois por los Derechos de los Inmigrantes y los Refugiados (ICIRR). Siempre tuvo conciencia de la importancia de adoptar la ciudadanía y votar, pero este año la movió algo más que dar el ejemplo a las personas a las que ayuda en los trámites:
—La retórica anti-inmigrante es triste. No podemos quedarnos callados. Hacernos ciudadanos y salir a votar es una de las mejores maneras de protestar, de decir «No, esto no es aceptable».
—En los talleres, ¿se nota la influencia de esa retórica?
—Les preguntamos a las personas que se registran por qué se quieren hacer ciudadanas. Antes veíamos respuestas genéricas, pero ahora es un poco más personal: quieren salir a votar para que cierto candidato no gane… La gente se está naturalizando para alzar su voz y decir «Ya basta con esta retórica anti-inmigrante falsa».
«Hay tantas cosas que son mitos…» Enumeró: «No hay tal cosa como un paso a la ciudadanía para una persona indocumentada: se puede decir a alguien que espere detrás de una línea porque no hay una línea. No es fácil decir ‘Regrésate a tu país’, cuando a veces hay personas que están siendo perseguidas y tal vez regresarían a su muerte. No es fácil decir ‘Deja que tus hijos que son ciudadanos se queden en los Estados Unidos y tú vive en otro país’ porque esos no son nuestros valores familiares. Todas esas cosas le están echando gasolina al fuego. Son razones por las que muchos quieren salir a votar: no sólo por ejercer un derecho sino porque hay algo que hoy está mal en los Estados Unidos».
Jaime Lucio y familia
Cuando en 1986 el presidente republicano Ronald Reagan promulgó la ley Simpson-Rodino, Jaime Lucio fue uno de los 2,7 millones de inmigrantes sin documentos que tomaron esa amnistía y legalizaron su estatus, de manera tal que pronto consiguió su residencia autorizada, la famosaGreen Card. Pero si bien alguna vez en los veinte años que vivió integrado legalmente al país pensó en nacionalizarse, no fue hasta este año que se decidió a llegar hasta el final del proceso.
—¿Qué lo decidió?
—Muchas cosas. Entre ellas, la más importante es que estamos en año de elección y hay candidatos que nos humillan, tratan de sacarnos del país y hablan muchas cosas que no son ciertas… Es una injusticia. Gente mala y gente buena en todas partes hay, y yo considero que la mayoría de los mexicanos vinimos aquí a trabajar, y eso también es poner nuestro granito de arena para hacer crecer el país.
Como ciudadano, reconoció este hombre de 56 años que vive y trabaja en Texas, se obtienen «más fuerza, más derechos». Uno muy importante para él: pedir visas de residencia para su esposa, Alma Anabelle y sus hijas —Montserrat, de 17 años, y Anabelle, de 10— que viven en México. Pero el derecho que considera «entre los más importantes» es el de votar.
—¿En qué radica la importancia del voto?
—De esa forma se puede inclinar la balanza hacia la justicia, hacia los inmigrantes, que se está hablando tan mal de los inmigrantes, y más de los latinos. Si llego a tiempo por supuesto que voy a votar, y de hecho a mis compañeros que son ciudadanos ya, y acaso no votan, les digo: «¡Hay que votar!» Es la forma de pelear sin armas.
Y a los que no son ciudadanos los invita a Proyecto Inmigrante para que se nacionalicen.
«El trabajo de Mi Familia Vota se realiza todos años con elecciones, sean federales o locales», explicó Benítez. «Tenemos programas de nacionalización, registro de votantes y movilización de votantes el día de la elección. Nuestra misión es construir poder político para la comunidad latina».
Los talleres son sesiones personalizadas que duran casi cuatro horas durante las cuales los participantes aprenden el proceso de solicitud de ciudadanía y llenan los formularios con la ayuda de abogados. «La idea es que al final del día terminan con su sobre listo, sólo tienen que poner su cheque», agregó.
Ese último paso es una de las razones por las cuales los mexicanos, el grupo nacional más grande entre los inmigrantes, tienen una tasa de nacionalización mucho más baja que otros: 36% contra 68% en promedio.
El cheque es de 680 dólares por cada individuo.
«Alrededor de 700 dólares por persona… eso no es fácil en una familia», opinó Benítez. Su organización, como Proyecto Inmigrante y la mayoría de las que colabora en esta red de latinos que promueve el voto, asesoran también sobre las exenciones posibles: «No sólo lo informamos en cada evento —dijo Interiano—. También identificamos a las familias que califican para esoswaivers. Es un incentivo para que puedan aplicar para la ciudadanía».
El discurso xenófobo que identificó a Trump desde el comienzo de su campaña impacta en otras razones que explican que los latinos, y en particular los mexicanos, históricamente se han nacionalizado menos que otras comunidades.
«Está la cuestión del idioma, o mejor dicho la percepción de que es algo complicado», ilustró Benítez. «Yo me nacionalicé hace un año y tengo estudios superiores, y aun así pasé nervios estudiando las 100 preguntas…» También en este caso hay excepciones: «50/20 (50 años de edad y 20 de residencia) o 55/15, como se llaman», explicó Interiano. «Las personas que cumplen con esos requisitos pueden tomar el examen en español».
Existen también los temores a perder la nacionalidad de origen —»Hemos trabajado en varios de los estados con los consulados para explicar que se puede tener la doble nacionalidad», dijo el representante de Mi Familia Vota—, y la decepción política en América Latina: «Hay gente que ha votado en sus países y nunca vio cambios», argumentó el fundador de Proyecto Inmigrante. «Pero el factor que hoy ha disparado la participación es el ataque de ciertos actores políticos estadounidenses».
A Lucio, que vive en Dallas pero trabaja en Houston —se va los lunes y regresa los viernes— para una compañía de instalación de líneas de gas, le gusta hablar de política con sus compañeros.
—¿Cómo se imagina los escenarios de un gobierno de Trump o de un gobierno demócrata?
—Los demócratas están un poquito más unidos con los inmigrantes. El escenario que me imagino con los republicanos es un poquito más ácido, pero principalmente con este señor Trump… ¡no me lo quiero ni imaginar! Pienso que tomaría represalias contra todos nosotros, resoluciones que nos dañarían mucho. Eso que dice de poner esa cerca en la frontera, y que México la pague… eso ya es una barrabasada.
Tiene un buen recuerdo del gobierno de Bill Clinton, que fueron años de prosperidad económica. «Pienso que si la señora Clinton llega, va a tener —aunque no sea oficial— un asesoramiento de parte de él. Sería un gobierno también bueno con nosotros. En cambio, al señor Trump no quiero ni imaginármelo. Esa propuesta de deportar… ¡es una injusticia! ¿Cuánto de su vida dejaron aquí esas personas? Aportaron durante toda su vida en sus impuestos. Y va a resquebrajar el núcleo familiar: eso sería afectar, como un efecto dominó, a toda la sociedad», dijo.
Lucio cree que el trabajo de los inmigrantes complementa al de los estadounidenses, no compite. «Ellos no quieren hacer los trabajos pesados, y nosotros venimos a hacerlos. Muchos alegan que venimos a quitarles el trabajo, pero ese tipo de trabajo no lo quieren hacer».
Mientras esperaba para jurar, Avelar pensaba en esa explotación política de la xenofobia: «Una persona que se haga ciudadana y sea pro-inmigrante va añadiendo a esa fuerza que tenemos como coalición. Recordaba las batallas que hemos peleado para el acceso al cuidado médico, o a la educación…»
Cuando iba a elegir estudios universitarios, muchos de sus amigos le dijeron que con terminar la escuela media se daban por satisfechos.
—¿Cómo vas a estar bien nomás con la high school?
—Es que no puedo hacer el college por mi estatus.
Ella cambió las Ciencias Informáticas por los Estudios de Justicia luego de que en 2006 participara de las megamarchas de inmigración. Viajó a Washington más para ver el Capitolio y tomarse fotos, pero la experiencia transformó su vida. «Regresé con la convicción de que tengo que hacer algo. Y no he parado desde ahí.»
Un dato central del 2016 es que no sólo aumentan las nacionalizaciones entre los latinos sino también la voluntad de participar en las elecciones. En los Estados Unidos el voto no es obligatorio y muchas veces los inmigrantes —algo que los une al ciudadano promedio— pasan ese primer martes de noviembre como cualquier otro.
—Dagmara, tú que trabajas en algo de los inmigrantes… —muchos familiares le comenzaron a preguntar este año a Avelar.
—Sí, ¿qué necesitas?
Su familia es de estatus mixto, la típica familia de inmigrantes latinos: nacidos en los Estados Unidos, residentes con Green Card, personas sin papeles. Ella presumía que las consultas eran sobre los caminos para arreglar la documentación. Se equivocaba:
—Quiero salir a votar. ¿Qué tengo que hacer para registrarme?
El representante de Mi Familia Vota citó el impacto en el aumento de votantes que han tenido los decretos de alivio migratorio del presidente Barack Obama, Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) y Acción Diferida para Responsabilidad de los Padres (DAPA). «Los hijos de personas que serían beneficiadas por el DAPA, cuyos padres están indocumentados pero ellos ya pueden votar, se están registrando y están participando», dijo Benítez. «Porque no se vota sólo por uno, sino también por la familia y el bienestar de la comunidad».
Esa experiencia se vive en los talleres de Proyecto Inmigrante. Luego de hacer su descarga contra Trump, la segunda cuestión que mencionan los participantes es el día de la elección.
—Si nos hacemos ciudadanos hoy, ¿vamos a poder ir a votar?
—Aquí en el norte de Texas los procesos se están concluyendo en cinco meses desde el momento en que se envía la solicitud. Y la norma exige registrarse 30 días antes de la votación. Así que sí —les responde Interiano.
«Yo emigré motivado por salir un poquito adelante, cambiar mi forma de vida», dijo Lucio. «Mi padre era campesino, de la nada empezó, y nosotros fuimos 13 hermanos… Pues viendo los sacrificios con los que vivíamos decidí emigrar. Me vine solo. Mi familia está en México. También por eso quiero votar».
Avelar está casada con un estadounidense de ascendientes mexicanos. «Nunca salían a votar. Y ahora, cinco saldrán».
—¿Por qué?
—Un ataque a las personas inmigrantes no es sólo un ataque a aquellos que vienen de otro país sino también a aquellos que lucen como inmigrantes. Uno no distingue entre una persona nacionalizada, residente, nacida aquí o indocumentada; se dice «es latina». Y estos ataques se hacen a este grupo en particular. La familia de mi esposo ya tiene segunda y tercera generación de hispanos, y a lo mejor están un poquito desconectados de la experiencia inmigrante, pero a ellos también les toca parte de ese racismo. En estos momentos no tendríamos que estar hablando sobre la retórica antiinmigrante, tendríamos que estar hablando de cómo hacemos políticas inclusivas para todas las personas que viven en los Estados Unidos.
Trump parece haber logrado su objetivo de construir «un muro grande y hermoso», pero acaso una dislocación —causada por su discurso— lo llevó de la frontera geográfica entre los Estados Unidos y México a la línea simbólica que lo separa a él de los votantes latinos.
Gabriela Esquivada/Infobae