El Banco Mundial había advertido la amenaza de las inundaciones en la Argentina

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Desde hace poco menos de un mes, las intensas lluvias y las inundaciones se convirtieron en una auténtica pesadilla para provincias como Santa Fe y numerosas localidades del noroeste de la provincia de Buenos Aires. Una persona fallecida en La Emilia, decenas de miles de evacuados, miles de millones de dólares en pérdidas económicas, pueblos tamberos que debieron cerrar y la declaración de emergencia agropecuaria en Santa Fe fueron algunas de las consecuencias del infierno natural que azotó a gran parte de la Argentina.

Pero para muchos especialistas, el drama de la acumulación de agua no resulta una sorpresa. De hecho, el propio Banco Mundial elaboró durante septiembre de 2016 y publicó en el mes de octubre un extenso informe sobre el medio ambiente en la Argentina, donde aseguró que «las inundaciones son el mayor desastre natural que amenaza a la Argentina, y representan el 60% de los desastres naturales y el 95% de los daños económicos».

El exceso, la rapidez y el desarrollo inadecuado de las urbanizaciones, la obstrucción de los sistemas de escurrimiento natural y, especialmente, la voraz deforestación de los bosques formaron un cóctel de causas que construyeron la enorme amenaza para la salud ambiental del país.

«Entre los desastres naturales en la Argentina, un 94% de todos los daños económicos y un 96% de la población afectada se relacionan con las inundaciones», aseguró el informe del Banco Mundial.

En tanto, la entidad internacional estimó que las inundaciones ribereñas (caracterizadas por los desbordes de ríos, como en la gran mayoría de los casos de las últimas semanas) representan el 49% del costo anual total por desastres naturales (0,7% del PBI), mientras que el costo de las inundaciones urbanas es del 46%.

Las inundaciones ribereñas de la Argentina afectan especialmente al Norte y el Centro del país, en especial a lo largo de la cuenca del río Paraná.

La mayor parte de los costos significativos de ese fenómeno está relacionado a la pérdida de servicios ecosistémicos y a la degradación de la tierra asociados a la deforestación: ese fenómeno, que ocurre cada vez con mayor frecuencia en las cuencas superiores de los principales ríos, resulta determinante.

«Una comparación visual entre la distribución espacial de la deforestación y los eventos de inundaciones sugiere que las mayores inundaciones ribereñas ocurren en regiones deforestadas», describió el informe, que indicó que los escurrimientos de agua provocados por la deforestación provocan una acumulación de mayor volumen y ritmo más acelerado aguas abajo.

«Los canales de drenaje que se construyeron en los humedales a fin de reducir el riesgo de inundación (conocido localmente como canalización), cambiaron la hidrología y produjeron mayores escurrimientos que resultaron en más inundaciones y sedimentación», se agregó en el documento.

Además, la rápida proliferación de centros urbanos en ciertas zonas rurales no hacen más que generar una mayor complicación para el panorama: «En años recientes, se construyeron más de 200 desarrollos urbanísticos en las planicies aluviales del Delta del Paraná, cerca de Buenos Aires. Estas construcciones limitan el escurrimiento natural del agua que podría amortiguar el impacto de las inundaciones», comunicó el documento.

Si bien el nivel de lluvias se incrementó un 20% entre 1961 y 2010, para la opinión pública en el país, las inundaciones no parecen representar un problema tan significativo. De hecho, el propio informe indicó en uno de sus cuadros que la «percepción del público» es que tanto las inundaciones ribereñas como urbanas «no son considerados un problema ambiental importante para la Argentina».

A lo largo de los últimos cincuenta años, las precipitaciones anuales aumentaron un 3,5% por década, mientras que los eventos de precipitaciones intensas lo hicieron un 1,7% en un lapso de cada diez años. «Es más probable que las precipitaciones repentinas e intensas causen más inundaciones que la lluvia constante de baja intensidad», detalló el informe.

Asimismo, el Banco Mundial informó sobre los gastos públicos realizados por la Argentina para afrontar la lucha contra esos fenómenos: los gastos relacionados con la salud ambiental del país representaron un 0,18% del PBI, mientras que los gastos en gestión de recursos y desastres naturales (inundaciones) totalizaron sólo el 0,08% del PBI.

En tanto, el Banco Mundial indicó que «el país en su totalidad experimentará un incremento en las temperaturas medias, y las regiones Norte y Central un incremento en precipitaciones y temperaturas» e instó en octubre a las autoridades a tomar cartas en el asunto.

Entre otras medidas, la entidad internacional sugiere «mejorar la información hidrometeorológica disponible para aumentar la capacidad de adaptación de la producción agrícola a la variabilidad del clima» y «expandir el sistema de seguros por desastres basado en los índices de inundaciones, crecidas repentinas y deslizamientos en masa, para proteger a los más vulnerables de la población».

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