Ayrton Senna no era sólo el éxito deportivo. Era el carisma, era su osadía, sus formas de describir lo que sentía, la rivalidad con Alain Prost, sus maniobras bajo la lluvia. Era un conjunto de factores que lo convertían en el referente indiscutido de una era. Aquel 1° de mayo de 1994, el mítico piloto brasileño tomó a 310 kilómetros por hora la curva Tamburello del Gran Premio de San Marino. Del otro lado lo esperaba la muerte. Del otro lado aguardaba el paso a la inmortalidad.
Aquel Williams-Renault había respondido a la perfección en la clasificación de las tres primeras competencias y el brasileño había obtenido la pole position en Brasil, Japón ySan Marino. Como si fuese una premonición, llegó a San Marino con el desafío de subsanar las malas experiencias en las dos primeras presentaciones, donde había tenido problemas durante las carreras que lo habían obligado a abandonar.
El bólido azul y blanco, con sus sobrios colores, no captaba tanto la atención como lo habían hecho otros más llamativos en el pasado. Sí lo hacía su casco amarillo, mítico al día de hoy. Senna largaría delante de todos por tercera vez en la temporada en San Marinoy sostendría esa condición durante las seis primeras vueltas.
Allí su auto perdió adherencia, no le respondió como esperaba o él no alcanzó a realizar la maniobra que pretendía. Nadie supo explicarlo pero el desenlace todavía hoy sigue siendo una de las imágenes más impresionantes en la historia de la Fórmula 1: un vehículo que impactó contra el paredón y quedó sin las dos ruedas del lado derecho y perdió una porción de la carrocería de ese lado. Dentro de él, un Ayrton ya sin vida aunque la noticia se confirmaría tres horas más tarde.
Mientras un helicóptero partía desde el centro del asfalto rumbo al hospital Maggiore di Bologna para intentar revertir lo irreversible, una grúa naranja con tres mecánicos cargaba los restos del Williams FW16 con el número 2 para someterlo a años de estudios, discusiones e interrogantes.
Durante ocho largos años, el vehículo estuvo a disposición de la Justicia de Bolognapara realizar inspecciones y controles que, finalmente, no entregaron una sentencia concluyente. No hubo explicaciones sobre el accidente ni culpables.
La Justicia estableció que existía una rotura de la barra de dirección del volante, aunque no se pudo establecer si eso decantó en el accidente o si alcanzó ese estado a raíz del impacto contra el muro de hormigón. También se analizó los neumáticos –que podrían haber sufrido pinchaduras o haber fallado por la temperatura baja– pero no se encontraron con problemas significativos.
Al fin y al cabo, la extracción de las partes sirvió para reconstruir los últimos 13 segundos. Ayrton levantó el pie del acelerador, realizó un fuerte frenado que redujo la velocidad considerablemente hasta llegar a casi los 200 kilómetros por hora, lo que permitió dictaminar que no se había desvanecido antes del choque como especularon algunas versiones.
A mediados de marzo del 2002, la publicación suiza Motorsport Aktuell informó que los restos del auto de Senna fueron devueltos a Williams tras permanecer en un garage judicial de Bologna todo ese tiempo.
Por entonces, la Justicia había señalado que el auto no entregaría más conclusiones y decidió devolverlo tres años después de la absolución a empleados jerárquicos de la empresa, que habían quedado involucrados por los supuestos problemas mecánicos que las autoridades judiciales nunca comprobaron.
Si bien las informaciones escasean, algunos medios señalaron escuetamente en la época que el propietario de la escudería Frank Williams confirmó al sitio GrandPrix que el auto había sido destruido: «Confirmo eso, no hay nada más. Fin de la historia», habrían sido sus declaraciones sobre la máquina que se encontraba en un avanzado estado de deterioro. El sitio TheSennaFiles publicó una serie de fotografías que corresponderían al bólido antes de ser destrozado para que no se transforme, en teoría, en un tesoro de los coleccionistas.
A toda esta etapa repleta de incógnitas y misterios en torno al destino del chásis del vehículo de Senna aquel 1° de mayo de 1994 se suma otro capítulo no menos llamativo: qué ocurrió con el icónico casco amarillo que terminó siendo protagonista directo en su muerte.
Si bien el impacto fue considerablemente fuerte, el piloto brasileño que tenía 34 años por entonces no terminó muriendo por el choque en sí. En el arco superior derecho, tenía un agujero en el casco que se generó por la perforación de un brazo de la suspensión que terminó quitándole la vida al piloto.
Más allá de que el periodista Tom Rubython planteó en su libro «La vida de Senna» algunas irregularidades sobre el casco, esto nunca fue confirmado. En 2002, junto con la entrega del vehículo a la escudería, la Justicia italiana también le devolvió el cobertor a Bell Racing Europe, empresa creadora de este emblema que llevaba los colores de la bandera brasileña. Según se informó en esa época, la pieza fue incinerada en abril del 2002 por pedido de la familia. ¿Qué sucedió con los guantes, el traje y los zapatos que utilizó por entonces? Quedaron envueltos en un misterio aún mayor, ya que jamás se volvió a hablar sobre ellos.