El «ferrocarril subterráneo» de Corea del Norte: la red clandestina que ayuda a miles de refugiados a huir de la peor dictadura del mundo

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Un soldado de Corea del Norte en una valla fronteriza en Sinuiju, frente a la ciudad china de Dandong (AFP PHOTO / Johannes EISELE)

Se lo conoce como «el Ferrocarril Subterráneo» y logró lo que no pudieron hacer algunas de las instituciones más poderosas del mundo: ayudar a miles de refugiados a escapar de la peor dictadura del mundo, la de Corea del Norte.

Su nombre deriva de la red clandestina que en el siglo XIX ayudaba a los esclavos afroamericanos a huir de las plantaciones del sur de Estados Unidos. Sus miembros —héroes anónimos— utilizaban términos ferroviarios de modo metafórico para referirse a sus actividades.

De la misma manera, casi dos siglos después y al otro lado del mundo, otros héroes anónimos arriesgan su vida para hacer lo que la comunidad internacional no puede —o no quiere— hacer. Durante dos décadas, los activistas de este nuevo Ferrocarril Subterráneo han construido una red de rutas secretas y casas seguras para transportar refugiados norcoreanos a través de Asia hasta llegar a un lugar seguro, generalmente Corea del Sur.

El periodista Doug Block Clark explicó en una extensa nota para GQ cómo funciona la red a través de la historia de dos protagonistas: Faith, una refugiada norcoreana que logró escapar del país con sus dos hijos tras un arriesgado viaje de 2500 kilómetros, y Stephen Kim, un hombre misterioso, miembro de la red, conocido como «el Oskar Schindler de Corea del Norte». Se cree que durante más de dos décadas logró salvar a más de 700 norcoreanos.

Los caminos de Faith y Kim se cruzaron por primera vez en 2017.

Hasta ese momento, la vida de la mujer había sido todo menos que fácil. Entre otras cosas, en sus treinta años de vida, padeció la hambruna que golpeó a Corea del Norte a mitad de los años noventa y fue vendida por unos 800 dólares a un granjero chino por unos contrabandistas sin escrúpulos que le habían prometido un trabajo y una vida mejor en China.

En China estuvo cautiva durante cuatro años. Cuatro años de trabajo en la granja y en casa, con los suegros que la vigilaban como guardias para evitar que huyera. No obstante, se consideraba afortunada, porque su marido «tenía un corazón amable»: no la golpeó ni le gritó como a muchos de los otros maridos de los que había oído hablar, que abusaron de sus esposas norcoreanas compradas. Durante ese tiempo tuvo dos hijos. Un tercero, el mayor, había quedado en Corea del Norte con su primer marido.

Dos mujeres norcoreanas en la orilla del río Yalu cerca de Sinuiju, frente a la ciudad china de Dandong (AFP PHOTO / Johannes EISELE)

Dos mujeres norcoreanas en la orilla del río Yalu cerca de Sinuiju, frente a la ciudad china de Dandong (AFP PHOTO / Johannes EISELE)

Hasta que, junto a otras seis mujeres norcoreanas que vivían en la aldea y que también habían sido compradas por hombres chinos, comenzó a hacer planes sobre cómo huir a Corea del Sur. Se enteraron de que había personas que por unos miles de dólares podían llevarlas de contrabando a una embajada de Corea del Sur en el sudeste asiático. Dos de las mujeres lo lograron en 2016. Tras llegar a Seúl, conectaron a su contrabandista con Faith. Un empresario le explicó por teléfono que, aún si no tenía el dinero, alguien podía ayudarla. Había sido seleccionada para recibir ayuda del «Ferrocarril Subterráneo».

La fuga ocurrió a finales de 2017, mientras el marido se había ausentado por un viaje de trabajo. Un auto la llevó con sus dos hijos a una casa segura en una ciudad del norte de China.

Allí recibió una llamada. «¿Estás bien?», le preguntó una voz masculina. «He estado orando por su seguridad». El hombre le dijo que de ahí en adelante tenía que seguir las instrucciones de los contrabandistas, que él manejaría de lejos. Ese hombre era Stephen Kim.

Stepen Kim, «el Oskar Schindler de Corea del Norte»

La vida de este ex empresario, quien se crió en Corea del Sur en una familia norcoreana y cristiana, dio un vuelco en 1997, cuando su empresa de textiles quebró. La nueva situación lo obligó a mudarse con su familia a un pequeño apartamento con un baño compartido en la ciudad china de Dalian. Pensó suicidarse. Pero se acordó de los niños desnutridos por la hambruna en Corea del Norte y juró dedicar su vida a ellos y a Jesús. Con sus últimos ahorros,  alquiló varios apartamentos baratos y comenzó a invitar a decenas de refugiados norcoreanos sin hogar para que se mudaran allí. Pronto, sin embargo, su actividad comenzó a despertar las sospechas de las autoridades de China, un férreo aliado del régimen de Pyongyang. A finales del año 2000, mientras buscaba sacar del país a los hijos de un prominente científico norcoreano, fue arrestado. Fue torturado y logró salir después que su esposa, financiada por una familia y una ONG humanitaria, logró pagar un soborno.

Kim «estaba destrozado». Pero luego sintió que Dios lo instaba a seguir con su misión. A mediados de 2002, vivía otra vez en el norte de China y con fondos de la ONG Alianza de Ciudadanos por los Derechos Humanos de Corea del Norte (NKHR, por sus siglas en inglés), guiaba personalmente a un pequeño número de refugiados a las embajadas de Corea del Sur en el sudeste asiático.

Hasta que comenzó otra vez el hostigamiento de las autoridades chinas. Fue víctima de un intento de asesinato por parte de agentes norcoreanos y decidió buscar refugio con su familia en Estados Unidos. Sin embargo, no no pudo emigrar con ellos debido a sus antecedentes. No los ve desde hace más de diez años. Ahora vive en Corea del Sur, donde se ha convertido en un supervisor remoto que utiliza sus contactos de sus días en China para manejar las cosas en el terreno.

Un soldado norcoreano en Sinuiju, frente a la ciudad china de Dandon (AFP PHOTO / Johannes EISELE)

Un soldado norcoreano en Sinuiju, frente a la ciudad china de Dandon (AFP PHOTO / Johannes EISELE)

Una ruta cada vez más peligrosa

Los esfuerzos de Stephen Kim se suman a los de otros activistas surcoreanos, estadounidenses, japoneses y chinos y varias organizaciones formales que constituyen la columna vertebral del «Ferrocarril Subterráneo«.

La ruta más segura para sacar a los refugiados de Corea del Norte atraviesa China y luego gran parte del sudeste asiático. Es un viaje de unos 9500 kilómetros. En 2001 lograron salir más de 1000 personas. Para el 2007, ese número se elevó a más de 2500. En 2008 China reforzó la seguridad antes de los Juegos Olímpicos de Beijing y las cosas empeoraron en 2011, cuando Kim Jong-un se convirtió en nuevo líder del Corea del Norte. Para el joven dictador destruir el «Ferrocarril Subterráneo» se convirtió en la prioridad. El año antes de que Jong-un tomó el poder, 2706 refugiados lograron la libertad. Al año siguiente, en 2012, fueron apenas 1502.

Las rutas más transitadas de los desertores norcoreanos a Corea del Sur

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Para 2017, cuando Faith intentó escapar, los arrestos se habían vuelto tan generalizados que solo 1.127 refugiados llegaron a la libertad.

Más problemas fueron causados por la dificultad de las organizaciones a supervisar a los contrabandistas. Cuatro fuentes en el ferrocarril subterráneo dijeron que desde 2017, las disputas entre los refugiados y los contrabandistas han aumentado. Hubo casos comprobados de contrabandistas que violaron a mujeres refugiadas. Además, pocas ONG siguen a los refugiados una vez que llegan a Corea del Sur. Las estafas para engañar a los norcoreanos son comunes.

Estos problemas hacen que algunos activistas estén preocupados por el futuro del Ferrocarril Subterráneo. Según Melanie Kirkpatrick, investigadora principal del Hudson Institute y autora de un libro sobre el tema, la desaparición de la red sería una grave pérdida, ya que los refugiados son la principal fuente de información sobre lo que sucede dentro del hermético régimen. A la vez, los teléfonos celulares, las unidades de memoria flash, radios y DVD de contrabando que ingresan a Corea del Norte por el Ferrocarril Subterráneo son una fuerza subversiva que «ayuda a sembrar la discordia y nutre la disidencia», lo que tal vez lo convierte en la mayor amenaza para el régimen.

La fuga de Faith

Durante el escape de Faith, Kim dirigió al grupo de Faith por una ruta relativamente nueva y arriesgada, hacia Vietnam, planeando extraerlos a través de la embajada de Corea del Sur en Camboya. En la capital de Camboya, un sacerdote la llevó hasta la embajada de Corea del Sur, donde fue reconocida como ciudadana. Después de dos meses de trámites, tomó un avión a Seúl. Era el primer vuelo de su vida.

A Faith le costó adaptarse a su nueva vida, sola con dos niños en un país extranjero. Se unió a la iglesia en la que Kim es pastor. Un domingo, Kim cerró su sermón anunciando que con la ayuda de la iglesia, ocho norcoreanos habían sido rescatados esa semana.

A principios de 2019, Faith viajó en autobús a la zona desmilitarizada, el espacio que divide las dos Coreas, al norte de Seúl. Mientras los extranjeros y los surcoreanos tomaban fotos desde un mirador turístico, ella se quedó mirando las montañas del país del que había huido. No podía evitar pensar en la familia que había dejado allí y que, probablemente, nunca más volvería a ver.

Fuente: Infobae

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