A más de un año de gestión, uno de los más palmarios fracasos del Gobierno está circunscripto a los medios públicos nacionales, básicamente Canal 7 y Radio Nacional, donde la caída del rating es perfectamente contrastable. De 2.8 puntos promedio en el 2015 a 1.6 (siempre cuarta en el rating) en la televisión y de 4.5 a 1.2 en la radio (pasó del cuarto al octavo lugar del rating). Nada augura que puedan revertir la tendencia en el 2017.
Es verdad que, para el macrismo el éxito también puede medirse en base a otros tópicos, como por la ausencia de conflicto. Cuando Cambiemos aterrizó, el personal auguraba las peores pesadillas: privatización, despidos masivos, persecución ideológica. Nada de eso sucedió. Como en las restantes áreas de gobierno, las nuevas autoridades eligieron el gradualismo y hasta se puede decir que pasaron bastante desapercibidas para el conjunto de la población. No tratándose de un asunto prioritario para el Gobierno, que se siente obligado a dar respuestas en economía y obras de infraestructura, la cultura en general y los medios públicos en particular (se puede decir que los derechos humanos están incluidos en esa tónica), están fuera del interés del Presidente. Exactamente lo opuesto a su antecesora en el cargo.
Durante el kirchnerismo, los medios públicos eran sectarios. Una parte de la población los seguía con vocación militante. Ahora se puede decir que son democráticos: no conforman a nadie. Los que votaron a los K están dolidos porque su discurso ya no es único y los que votaron a Cambiemos porque no hay voces que los representen.
Pero aún a periodistas que hicieron punta en la investigación argentina de los Panamá Papers, que involucra a familiares de Mauricio Macri, como el caso de Mariel Fitz Patrick, le fue negada la posibilidad de ser una de las caras para promocionar el canal en la cartelería colocada frente a la muy transitada avenida Figueroa Alcorta, sede de la emisora. En efecto, el gerente de noticias, Néstor Sclauzero, pretendió colocar su foto junto a las de Adrián Paenza, Felipe Pigna y Julián Weich, pero perdió la batalla. Parece que la periodista que se hizo conocida por participar en el programa PPT, que conduce Jorge Lanata en Canal 13, irrita a los trabajadores de la emisora y nadie quiere enojarse con ellos.
Quienes toman las decisiones son el director ejecutivo de Canal 7, Horacio Levin, el gerente artístico, Martín Teitelbaum, y el gerente de producción, Ezequiel Groisman. Tienen la difícil tarea de que el canal de televisión siga funcionando, a pesar de que su estructura es más asimilable a un ministerio que a un medio de comunicación. Lo hicieron durante todo el año buscando no herir las susceptibilidades del relato K, que pregnó aún en los aspectos más nimios, como la dificultad para exponer los intentos de hacer televisión en la Argentina antes del peronismo o, directamente, la imposibilidad de que los gobiernos kirchneristas sean criticados. Es como una censura al revés. Se puede criticar a Macri, pero es muy difícil -prácticamente imposible, salvo que lo haga, y de vez en cuando, algún invitado- hacerlo con Néstor y Cristina.
Una buena decisión fue limitar al mínimo la contratación de productoras independientes. El 90% de la programación se realizó con el personal de la emisora, lo que mantuvo a los seis estudios del canal en funcionamiento permanente. Es algo que generó entusiasmo de la planta del personal, que logró aumentos por horas extra y trabajo en exteriores. Un camarógrafo pudo alcanzar, así, ingresos de 120 mil pesos mensuales en promedio, muy lejos de lo que cobraba durante el gobierno anterior. Al tiempo, el Estado hizo importantes ahorros de gastos en contratación y se pudo ordenar administrativamente la emisora.
Es lo que permitió a las autoridades invertir en la compra del formato «Cuéntame cómo pasó», la miniserie de la televisión pública española que se emite desde el 2001 con gran éxito, con el protagónico de Imanol Arias. Se trata de la vida de una familia de clase media baja, los Alcántara, desde los últimos años del franquismo hasta la actualidad, y los avatares sociales y políticos como contexto.
En Argentina también será una tira diaria que se transmitirá en el prime time y no empezará en marzo, sino más cerca de fin de año. Aún no está decidido quién protagonizaría la serie y hay un listado de actores posibles. Hubo acuerdo con que fuera Rodrigo de la Serna, pero tiene compromisos tomados para el año. Trascendió que se evaluó la incorporación de Pablo Echarri, pero el secretario de Medios, Jorge Sigal, en diálogo con Infobae, lo negó.
En cambio, el funcionario confirmó que «La Quinta Pata de la Noticia», el periodístico que se emitía de lunes a viernes a las 21, con la conducción de Damián Glanz, ya no saldrá este año, tal como circuló en los pasillos del canal a fines del año pasado. También se dudó de la continuidad de «Ronda de Editores», el programa semanal que conduce María O’Donnell y se emite los domingos a las 20 desde el CCK, pero tanto el funcionario como la periodista confirmaron la continuidad.
En materia periodística se están evaluando otros formatos. Ya está decidido un programa semanal, realizado en exteriores, «un informe periodístico de un tema importante, desarrollado con pluralidad y rigor», explicó Sigal. También la realización de entrevistas diarias, por la noche, y con distintos periodistas. De todos modos, y a pesar de que estamos en febrero, se percibe ante cada consulta que todo está demasiado verde.
«Lo único de lo que estamos seguros es que no vamos a hacer es panelismo. Ya lo hace Intratables y siempre será mejor que lo que podamos hacer nosotros», aseguró Sigal. Y agregó: «Nosotros queremos hacer periodismo en la televisión pública, sin evaluar si es a favor o en contra del Gobierno sino, simplemente, si está sustentado en información fehaciente».
Ojalá lo logren. Hasta ahora no le ofrecieron nada a la audiencia más que la continuidad de lo que había (incluido el programa de las Madres de Plaza de Mayo que conduce Hebe de Bonafini) y algunos magazines que no movieron el amperímetro. Si en la era de la posverdad, cuando la práctica misma del periodismo parece estar en tela de juicio, la televisión pública apuesta a las producciones periodísticas que exigen tiempo y dinero, o sea al periodismo de calidad, habrá hecho -por lo menos- un aporte a mantener viva la llama del oficio constitutivo de las democracias.
Mientras tanto, desde el 5 de enero hasta el 12 marzo la apuesta es transmitir 33 festivales de folklore en todo el país. Es la política perfecta para el temeroso macrismo cultural. Son 75 días consecutivos que no provocan polémica y mantiene atareado al personal de la emisora. ¿Qué más se puede pedir?