El Gobierno afina la estrategia de campaña para tratar de revertir la tendencia de las PASO

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Ni el «veranito» del último mes, propiciado por la estabilidad cambiaria, calmó la ansiedad de Jaime Durán Barba, el consultor que en más de una década trabó un sólido vínculo con Mauricio Macri y Marcos Peña.

Provocador nato y metódico estudioso del humor de los votantes, el ecuatoriano había alertado hacía tiempo del descontento social que en las últimas semanas empezó a mostrar tibios signos recuperación. Pero había apuntado en particular, y en privado, sobre el peligro de las PASO, el karma que arrastra Macri desde que se lanzó a la carrera por la Presidencia.

En el 2015, el año en el que llegó a la Casa Rosada, la alianza Cambiemos sacó en las primarias dos millones de votos menos que Daniel Scioli, que lo aventajó por 8 puntos. En las elecciones legislativas del 2017, en su mejor momento, el oficialismo no pudo en las primarias de la provincia de Buenos Aires contra Cristina Kirchner, aunque por una ínfima diferencia: Esteban Bullrich, el candidato del PRO al Senado en el mayor distrito electoral del país, perdió por solo 0,21% contra la ex Presidenta. Fue 34,27% contra 34,06%.

Esta vez, el panorama es algo más complejo para el Gobierno, a pesar de que en los principales despachos oficiales aseguran que en el combo de encuestas que desmenuzaron en los últimos días la brecha entre la fórmula K y la del oficialismo de cara a las primarias del 11 de agosto es menos abultada que meses atrás.

«Necesitamos que las PASO sean como las generales. Que la gente se las tome en serio», explicó un colaborador presidencial que integra el equipo de campaña de Juntos por el Cambio en vísperas del rimbombante anuncio de Presidencia del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europa, que volvió a revitalizar al Gobierno.

Varios días antes, Durán Barba -su socio viajó a atender otros clientes en Ecuador-, que espera los números más recientes antes del puntapié inicial de la campaña, se había mostrado preocupado por las consecuencias eventuales de unas primarias deslucidas. En especial, por el efecto en los mercados, que desde hace semanas para acá festejan la designación de Miguel Ángel Pichetto como candidato a vicepresidente.

«Jaime es bipolar», relativizaban con sorna al consultor por estos días. Sin embargo, la preocupación en privado del ecuatoriano fue seguida horas después por proyectos parlamentarios y declaraciones públicas de dirigentes del oficialismo para suspender las PASO.

En la Jefatura de Gabinete lo minimizan: dicen que nunca estuvo bajo estudio el plan de eliminar las primarias. Al menos para estas elecciones. Y que solo se le dio aire a una idea de Alfredo Cornejo, cuya relación con la Casa Rosada viene atravesada por serios chispazos desde hace rato. En la Jefatura de Gabinete, sin embargo, suelen minimizar casi todo. Es la única estrategia que se mantiene inalterable desde que Macri asumió la Presidencia.
El equipo de campaña trabaja en consecuencia para que las primarias no le sean tan esquivas al jefe de Estado. Es decir, que la diferencia con la fórmula encabezada por Alberto Fernández no sea grande.

En ese sentido, la clave está en la provincia de Buenos Aires. En especial en el conurbano, donde Macri conserva su más alta impopularidad, aunque con cierta mejoría registrada por la Casa Rosada, impulsada por el incipiente derrame de la estabilidad macroeconómica y los planes destinados a alentar el consumo que el Gobierno desempolvó de la anterior administración.

Hasta antes de los cierre de listas, María Eugenia Vidal dedicó horas mensuales a reunirse con votantes desencantados en los municipios gobernados por el oficialismo. Con el objetivo de achicar la diferencia entre ella y Axel Kicillof, y entre Macri y la fórmula Fernández-Fernández de Kirchner. La gobernadora tiene por delante el más complejo de los escenarios.

La Casa Rosada no busca solo los votos desilusionados. También está a la caza de los votantes «del medio», la variante que se licuó tras el quiebre de Alternativa Federal con las deserciones de Pichetto y de Sergio Massa, que agrietaron aún más la grieta, y que ahora quedó en manos de Roberto Lavagna y de Juan Manuel Urtubey.

Es inocultable, de todos modos, que en el seno del oficialismo hay bastante más optimismo que en los tiempos recientes en los que el círculo rojo pedía a gritos el «Plan V». Incluso hay funcionarios de la cúpula partidaria que auguran un triunfo en las cuatro elecciones: en la nación, en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires, y en Boca Juniors, en diciembre. Claro que son tan fanáticos de Macri como del club xeneize.

Marcos Peña, por lo pronto, ya le confirmó a Daniel Angelici que va a trabajar en la estrategia de campaña a presidente de su sucesor.

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