El Gobierno ante la crisis: la trampa del Plan V y la nueva demanda política

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En estas horas de nueva y temible escalada del dólar, el Gobierno repite tres cosas: Mauricio Macri es el candidato a presidente, no hay Plan V y no están pensando en cambios de ministros. Esa es la declaración cerrada. Fuentes del oficialismo dicen que efectivamente ese es el actual esquema, pero en reserva algunos admiten que la economía condiciona cualquier consideración para adelante, en el cortísimo plazo, casi en el día a día. «La respuesta tiene que ser política», dicen funcionarios y también aliados. El problema es que las tres respuestas básicas repetidas suenan a la defensiva y la trampa, incluso para la alternativa Vidal, es el vértigo de la crisis.

No se trata de una cuestión de principios la negativa a considerar públicamente la posibilidad de la candidatura presidencial de María Eugenia Vidal, negada personalmente por ella en público y también ante representantes de la primera línea empresarial, ambiente donde circula de manera persistente -y otra vez creciente- la idea de un salto de la gobernadora a la pelea nacional. El punto sería el nivel de gravedad en que se produciría esa movida y su impacto sobre el propio gobierno.

En palabras de un dirigente de Cambiemos que no rechaza frontalmente esa alternativa, no sería este el mejor momento y menos, la mejor manera si se tratase de una decisión aislada. En su visión, jugar esa carta en solitario, sin otras medidas políticas que acompañen –una estrategia, en el mejor de los casos- sería rifar un capital hoy aún muy potente. Mejor sería hacerlo en un «escenario más estable» para sacudir el tablero político, aunque un cuadro económico más agudo para el Gobierno podría precipitar pasos incluso con el riesgo adicional de la licuación del crédito político que se buscaba preservar.

Las mismas consideraciones se escuchan sobre eventuales y drásticos cambios en el Gabinete. En el Gobierno rechazan la salida de ministros, empezando por el jefe de Hacienda, y sostienen que internamente no está planteado un clima similar al de mediados del año pasado, cuando parecía que habría un profundo cambio de funcionarios y sólo se produjo una poda en el número de ministerios.

«Si jugás el cambio del ministro de Economía y de algunos más para calmar el ambiente, sin nada más que ofrecer a la sociedad, los quemás en veinticuatro horas. No sirve de nada y empeora las cosas», resume un destacado referente radical. Y niega rumores sobre reclamos de la UCR para modificar el equipo de ministros. Espera –señal de inquietud- que se sostengan y aseguren las medidas paliativas anunciadas hace apenas unos días en materia de precios, tarifas, medidas de cierto alivio para pymes y créditos de la Anses. No es un dato menor, tampoco aislado.

Son llamativas las referencias en el oficialismo a la necesidad de una respuesta política frente a los picos del dólar y las señales pésimas de los mercados, en un sentido amplio, adjudicadas a la incertidumbre electoral. Resulta al menos ingenuo suponer que una o dos o tres encuestas hayan disparado esta situación o hayan sido la causa de un fuerte pase de bonos a dólares. Es bastante más complejo, y más grave.

Resulta claro que existe una combinación de factores de la economía local –la inflación, en primera línea-, los mercados externos y el cuadro político doméstico. Esto último, resumido en una especie de círculo vicioso en el que la incertidumbre sería fruto de las chances de Cristina Fernández de Kirchner pero el afectado en perspectiva electoral serían Macri y el oficialismo en general, por las consecuencias de esa incertidumbre sobre la economía.

En el Gobierno refuerzan esa lectura agregando que se han producido señales estrictamente económicas que no impactan como podría esperarse en los mercados: por ejemplo, la reducción del déficit y el superávit de la balanza comercial.
Aún así, trascendió que se estaría estudiando el modo de avanzar en la contención del dólar jugando en los márgenes máximos de lo acordado con el FMI. No sería el primer paso en ese camino.

Con todo, parece claro para el propio oficialismo que la reacción central debería ser política. No parece razonable esperar que el panorama se vaya disipando con la definición de candidatos de todas las fuerzas –los plazos formales vencen recién en dos meses- empezando por Cristina Fernández de Kirchner. Ni retomar las apuesta a que se sostenga una «tercera fuerza», peronista, que divida votos con el kirchnerismo y sus aliados.

Los tiempos están acelerados. Demandan, se admite, decisiones políticas, incluidas las de carácter económico –como las medidas más heterodoxas de hace apenas diez días- y las más estrictamente políticas. Eso es lo que está dando vuelta y no se detiene. No sería un fin de semana de descanso para el Gobierno.

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